La Piedra Rosetta de la Mafia Siciliana


Tommaso Buscetta, el “capo de dos mundos” que en 1984 se convirtió en el arrepentido por antonomasia tras sus históricas declaraciones ante el juez Giovanni Falcone, es quizá la personalidad más compleja e interesante de la Cosa Nostra siciliana, sobre todo si tenemos en cuenta que su paradójico “arrepentimiento” no fue otra cosa que una nueva manera de reafirmarse, casi con orgullo, en su condición de miembro de una Mafia que había dejado de existir, según él y otros pentiti posteriores, en la época en la que Buscetta tomó la decisión de comenzar a hablar, aportando una ingente cantidad de información sobre la Cosa Nostra y confirmando de esta manera la existencia del fenómeno criminal llamado Mafia.

Conviene aquí recordar que aunque hoy ya nadie duda de la existencia de tal fenómeno organizado, todavía en la década de 1980 había muchas personas que consideraban que la Mafia no era una organización criminal como tal, sino más bien, y únicamente, un estado mental que había afligido al pueblo siciliano durante toda su historia, una especie de “sentimiento mafioso” que nadie que no fuera siciliano podía llegar a entender. A este respecto, resulta ya clásico mencionar la incomprensión con la que se encontró el juez Falcone en los inicios de su carrera por parte de muchos de sus compañeros de oficio. Uno de los magistrados con los que trabajaba habitualmente, un incrédulo, le llegaría a preguntar: “¿pero tú crees realmente que la mafia existe?” Y sin embargo, hacía ya más de un siglo que existían sobradas evidencias de que tal fenómeno siciliano era una realidad y no solo un mito o una serie de costumbres violentas arraigadas en el pueblo. En 1984 era tanto lo que no se sabía sobre la Mafia, que Tommaso Buscetta fue algo así como la piedra rosetta que el movimiento antimafia estaba necesitando para comprender cabalmente aquello a lo que se enfrentaban. No hay mejor manera de definir a Buscetta que acudiendo a la descripción que de él hizo el juez  Falcone en su libro Cosas de la Cosa Nostra:

“Para nosotros fue como un profesor de idiomas que te permite ir a Turquía sin tener que comunicarte con gestos”.

Sin embargo, aún los historiadores de la Mafia no se han puesto totalmente de acuerdo sobre un punto de capital importancia, y que debemos tener en cuenta si queremos comprender la paradójica actitud de Tommaso Buscetta. Para la mayoría de los estudiosos, la Cosa Nostra siciliana es exclusivamente un fenómeno de criminalidad organizada, tal y como ocurre con otros grupos delictivos, como su homónima estadounidense, como las tríadas chinas, la jakuza japonesa, las mafias del este de Europa o los cárteles de la droga hispanoamericanos, cada uno de los cuales tiene su propia historia, evolución y organigrama internos. En cambio, para otros, como Giuseppe Carlo Marino, la Mafia de Sicilia es “un singular fenómeno político siciliano orgánicamente relacionado con un hábito social consistente en la utilización sistemática de la violencia y la criminalidad”.

Solo teniendo en cuenta el segundo criterio, creo que se pueden entender estas palabras de Tommaso Buscetta al juez Falcone durante una de las entrevistas, y que explican ya, de alguna forma, por qué un mafioso convencido como Buscetta decidirá finalmente convertirse en colaborador de la justicia contra la Mafia:

“En esencia, cuando llegué a Palermo, descubrí, junto con una increíble riqueza, otra no menos increíble confusión en las relaciones entre las distintas familias y los hombres de honor, hasta el punto de que enseguida me di cuenta de que los principios inspiradores de la Cosa Nostra habían declinado definitivamente y era mejor que yo me fuera cuanto antes de Palermo, pues ya no me reconocía en aquella organización en la que yo creía de muchacho”.

El regreso a Palermo al que se refiere Buscetta tuvo lugar en 1980 de forma casi clandestina, tras haber pasado varios años fuera de la isla y una buena temporada en la cárcel por tráfico de drogas. En cuanto a la increíble riqueza y la no menos increíble confusión entre las familias, se refiere, lógicamente, a la situación creada por los corleonesi, a quienes Tommaso Buscetta y otros tantos pentiti hacían responsables de la destrucción de los “principios inspiradores de la Cosa Nostra” o, si se quiere, de los hábitos sociales de la cultura siciliana y de sus clases dominantes que durante más de un siglo habían regido las estrategias de la Onorata Società que había dado lugar a la más moderna Cosa Nostra. Pero para entonces Tommaso Buscetta era ya un importante mafioso con negocios en ambas partes del Atlántico y, viendo lo que se avecinaba en Sicilia con la facción dirigida por Totò Riina, decidió poner tierra de por medio y establecerse definitivamente en Brasil.


¿Cómo se convirtió Tommaso Buscetta en una persona tan influyente dentro de la Cosa Nostra?

Tommaso Buscetta fue iniciado en la mafia en el año 1945 con tan solo diecisiete años. Su mentor fue un tal Giovanni Andrónico, miembro de la cosca mafiosa de Porta Nuova, una familia bastante pequeña por la rigurosa selección que hacía de su personal, a la que también pertenecía Andrea Finocchiaro Aprile, el abanderado de la causa separatista siciliana, y puede que Salvatore Giuliano, el célebre bandido protagonista de la masacre de Portella della Ginestra, aunque esta última pertenencia no es segura. Lo curioso de Buscetta es que él no procedía de una familia con vínculos mafiosos, y ni siquiera de una familia especialmente humilde, pues su padre poseía un taller dedicado a la fabricación y venta de espejos decorativos en la que daba trabajo a quince empleados. Puede que al igual que ocurriera con Lucky Luciano, con quien comparte más de una característica, el joven Buscetta viera en la delincuencia un modo más fácil de ganarse la vida que el que desempeñaba honradamente su propio padre. Sea como fuere, lo cierto es que Tommaso Buscetta, que había nacido en 1928, aprovechó la coyuntura de los años de la guerra para convertirse en estraperlista y ladrón, iniciando así una carrera delictiva con el contrabando de productos de primera necesidad (gasolina, café, pan, mantequilla, aceite, salami, etc.) Fue su talento para estos negocios lo que hizo que la mafia se fijara en el joven delincuente y lo atrajera hacia la organización, en donde no tardó en hacerse un hueco importante. Aún así, Tommaso Buscetta nunca fue un mafioso al uso. Aunque pueda parecer sorprendente habida cuenta de su influencia y peso dentro del organigrama de Cosa Nostra, Buscetta no ostentó cargos de importancia; apenas pasó del rango de soldado; nunca fue un capo en sentido estricto. Sin embargo, su estrategia dentro de la mafia fue la de un renovador con una enorme capacidad de iniciativa, un tipo que en la sombra mueve a los hombres en toda clase de negocios por él emprendidos. Además, Buscetta no limitó su campo de acción a un determinado territorio, por lo que tampoco fue un competidor entre los grupos de poder sicilianos; de hecho, hizo la mayor parte de su carrera criminal fuera de Sicilia. Al igual que hiciera Lucky Luciano a partir de 1946 durante su estancia en Italia, Buscetta se dedicó a los grandes negocios sin control territorial, pero tendiendo un puente entre América y Sicilia, por lo que sería llamado “capo de dos mundos”. Su primer viaje a América lo hizo en 1949, pero a diferencia de otros que eligieron como destino los Estados Unidos, él prefirió instalarse en Argentina, y posteriormente en Brasil, donde estaría hasta 1952. De regreso a Sicilia, se dedicaría por un tiempo al contrabando de tabaco, negocio que exportó a Argentina en 1956 y más tarde a Brasil, durante su segunda estancia al otro lado del Atlántico, estancia que se prolongaría durante casi tres décadas con continuos viajes intermitentes a la isla, lo que le permitió entrar en el negocio de los narcóticos a la vez que protagonizaba la reestructuración interna de la Onorata Società, que dio paso a la Cosa Nostra con una Cúpula de poder a imagen y semejanza de la Comisión de la Cosa Nostra estadounidense.

Aquí es precisamente donde empieza a destacar nuestro hombre. Para Buscetta, la Cosa Nostra surgida a finales de la década de 1950 del gran tronco mafioso de la Onorata Società, era ante todo una hermandad de hombres de honor y no una organización jerarquizada. Para Buscetta todos los mafiosos debían ser iguales, y el vínculo que debía unirlos debía ser ante todo el respeto mutuo y no la obediencia al capo. Lógicamente, esta concepción de Buscetta respondía a su propia situación dentro de la Cosa Nostra. Él no era un Padrino mafioso, sino un miembro de la mafia con importantes negocios. Por ese motivo, cuando en 1957 se decidió la creación de la Cúpula y la entrada en los grandes negocios de los narcóticos, los jóvenes mafiosos que habían dado el paso de  traficar con drogas fueron conscientes de un problema interno en el seno de la mafia; el derivado de las luchas de poder que podían darse entre los grandes capos con control territorial y los nuevos mafiosos que se dedicaban al comercio ilegal de la droga. Tommaso Buscetta, Gaetano Badalamenti y Salvatore Pajarito Greco, que fueron los encargados de establecer las nuevas reglas para la Cosa Nostra, concibieron la Cúpula como “un instrumento de moderación y de paz interna”, donde todas las familias podían tener un representante. Pero para que nadie pudiera tener un excesivo poder dentro de la Mafia se estableció que ningún miembro de esta pudiera ostentar a la vez el título de capo de la familia; es decir, que ningún mafioso podía ser a la vez el capo de una familia y el representante de su familia en la comisión de Cosa Nostra.

Por supuesto, esta es la visión que Tommaso Buscetta le ofreció al juez Falcone de lo que era la Cúpula de la Cosa Nostra. Y puede que sea verdad esta inicial propuesta de “democratizar” la mafia, digamos. Pero lo cierto es que ni la Cúpula diseñada en 1957 ni la Cosa Nostra soñada por Buscetta tendrían futuro en los años sucesivos. En 1963 la Cúpula fue disuelta tras la primera guerra Mafiosa, y aunque después se llegó a reactivar con un triunvirato formado por Stefano Bontate, Gaetano Badalamenti y Luciano Liggio, poco a poco dejó de ser un organismo destinado a servir de contrapeso al poder de los más poderosos para convertirse en un arma de control en la dictadura de los corleonesi, que provocaron la segunda guerra mafiosa y se hicieron, por medio de la fuerza y el exterminio de los adversarios, con el poder absoluto de la Cosa Nostra siciliana.

La increíble confusión con la que se encontró Buscetta a su regreso a la isla en 1980 no era otra cosa que la dictadura impuesta por los corleonesi, justo en la víspera de la segunda guerra mafiosa. Como aliado histórico de los Bontate y los Badalamenti, Tommaso Buscetta no dudó en enfrentarse al clan de Luciano Liggio y Salvatore Totò Riina, lo que acabó enrareciendo la situación para nuestro hombre, quien en apenas cuarenta y ocho horas vio cómo los corleonesi, violando las costumbres históricas de la Onorata Società, acababan con la vida de uno de sus hermanos, de uno de sus yernos y de tres sobrinos, todos ellos desvinculados por completo del mundo mafioso al que pertenecía Buscetta, que acabó por convencerse de que la Cosa Nostra que se avecinaba con Totò Riina  era ya muy distinta de aquella otra en la que él había creído. Sintiéndose traicionado por la Mafia, decidió instalarse definitivamente en Brasil, donde sería detenido en 1984, y de donde fue extraditado unos meses más tarde. Sería en el avión que lo traía de vuelta a Sicilia el 16 de julio de 1984, donde Tommaso Buscetta comunicaría al alto funcionario de la policía Gianni Di Gennaro que estaba dispuesto a hablar con el juez Giovanni Falcone.


¿Por qué habló?
¿Por qué se expuso a la vergüenza pública del mundo criminal convirtiéndose en un pentito?
¿Por qué un mafioso convencido decide romper la omertà?

Tommaso Buscetta


Para entender al personaje debemos tener en cuenta que en Tommaso Buscetta nunca hubo arrepentimiento en sentido moral. Tommaso Buscetta no renunció nunca a su condición de perfecto mafioso, y sobre este punto insistió hasta el último momento de su vida, acaecido el 4 de abril del año 2000 en Nueva York. Pero aún más; tampoco se creyó nunca un traidor a la Mafia. Para él los auténticos traidores, los “verdaderos infames”, por utilizar el término mafioso, eran los corleoneses con Totò Riina a la cabeza; ellos eran los responsables de haber destruido la Mafia al haberse alejado completamente de los “valores” mafiosos. Por este motivo no había traición. Tommaso Buscetta no creía estar traicionando a la Mafia por la sencilla razón de que, desde su punto de vista, la Mafia había dejado de existir.

El caso, evidentemente, es de una enorme complejidad, e incluso es susceptible de ser malentendido incluso por aquellas personas que tratan de comprender el fenómeno mafioso. Pero lo cierto es que para Tommaso Buscetta, como para Lucky Luciano, una persona podía ser un perfecto criminal al margen de la ley oficial de la mayoría de los ciudadanos y no sentirse por ello un simple delincuente, pues sus actos criminales estaban dentro de otra “ley” independiente de la oficial, que es precisamente la de la Mafia, concebida así como un sistema autónomo de relaciones, pero con sus reglas y sus principios; en definitiva, la Cosa Nostra concebida como lo que es, “la cosa nuestra”, una “legalidad alternativa” que, aunque a menudo entra en conflicto con la legalidad oficial, no necesariamente debe estar en conflicto con ella, como dos universos paralelos e independientes, pero que a menudo se entrecruzan, y que es al cabo lo que explica no solo la enorme expansión de la Mafia a nivel internacional, sino también las complejas pero frecuentes relaciones de la Cosa Nostra con los estratos de poder de la legalidad oficialmente constituida.

Vistas así las cosas, cuando Tommaso Buscetta decide colaborar con la justicia abanderada por el juez Giovanni Falcone, no se está vengando de los corleoneses porque estos se hayan convertido en los nuevos Padrinos de la Mafia siciliana. Con toda probabilidad, para Tommaso Buscetta los corleoneses de Totò Riina no eran ya más que una banda de delincuentes que actuaban no solo al margen de la “legalidad oficial”, sino también al margen del “universo ilegal paralelo” de la Mafia, que ellos habían destruido. Y así las cosas, la lucha que emprende Tommaso Buscetta puede ser considerada un último acto de reivindicación de su mafiosidad, como venganza hacia quienes habían acabado con el universo en el que él habitaba.

Por último, debemos tener en cuenta que Tommaso Buscetta solo se prestó a hablar con Giovanni Falcone, un juez que actuaba desde el otro bando, pero al fin y al cabo un siciliano en el que él encontró una persona afín. Con toda probabilidad, Tommaso Buscetta se consideraba el más leal representante del universo ilegal en su lucha contra la mafia de los corleoneses, y por ese único, aunque complejo motivo, aunó esfuerzos con Giovanni Falcone, al que sin duda consideraba como el más leal representante del universo legal en su lucha contra la Mafia.

Solo desde este punto de vista se pueden comprender estas palabras tan significativas de Tommaso Buscetta, durante una entrevista de 1995:

“Es lo único en lo que tengo empeño; es mi testamento moral: quiero ser recordado como una persona de bien. Alguien que hace once años asumió un compromiso con el Estado y siempre lo ha mantenido, sin jamás modificar ni una coma. Juré a Giovanni Falcone que le diría toda la verdad. Lo hice. Lo he seguido haciendo. Siempre y a pesar de todo. Lo sé, veo que todo está cambiando en Italia. Creíamos ganar y, sin embargo, hemos perdido. Pero yo siempre he sido igual. Un hombre leal. Pueden decir de mí todo lo que quieran, pueden incluso no creerme, pueden deshonrarme. Pero en aquella habitación de allí, entre mis papeles, hay una sola verdad, siempre la misma”.


De La Historia del Crimen Organizado, Agustín Celis Sánchez, Ed. Libsa, Madrid, 2009


Imagen destacada: Gaspare Mutolo y Tommaso Buscetta, de Elias Palidda, 2007.