Ni siquiera los estudiosos del fenómeno criminal llamado Mafia se ponen de acuerdo sobre lo que es la mafia, y lo cierto es que la discrepancia de opiniones tiene sentido por la complejidad que acompaña en todo momento a dicho término, lo que en realidad lo hace aún más atractivo para quien trata de profundizar en su conocimiento. Tal y como afirma Joan Queralt:

“El estudio del fenómeno mafioso resulta apasionante, entre otras razones, por su carácter poliédrico: abarca los campos de la historia, la cultura, la antropología, la geografía, la economía, la esfera política, sea local, nacional e internacional, la psicología individual y colectiva, la sociología, la educación, la justicia, la ética, la religión…”

Dejando a un lado las frívolas opiniones de los mafiólogos que tratan de buscar justificaciones políticas, o incluso morales, a los crímenes de la mafia, dos son las posturas que más seriamente se aproximan al fenómeno:

  1. La primera corriente no duda en definirla como un exclusivo fenómeno de criminalidad organizada, lo que en rigor es totalmente cierto, pero no solo.
  2. La segunda, quizá más amplia, la define como un singular fenómeno político siciliano, que a su vez se alimenta de una serie de arraigados hábitos sociales que utilizan la violencia de modo sistemático para imponer sus condiciones, postura que no siempre ha sido bien entendida, pese a que explica de modo riguroso buena parte de la historia de la mafia, que a lo largo de los años ha sufrido importantes modificaciones y reestructuraciones internas.

Sea como fuere, lo más conveniente tal vez sea practicar el eclecticismo a la hora de aproximarnos al complejo mundo de la mafia, no sin antes recordar las palabras de uno de sus más lúcidos analistas. Oigamos de nuevo a Queralt:

“la mafia es, por naturaleza, flexible, cambiante, adaptable. Una organización pragmática que se adapta a cualquier situación concreta y que no se detiene jamás ante cualquier tipo de constricción que limite o impida su actividad. Como el agua que toma la forma del envase”.

La mafia es una organización de carácter delictivo, pero es también, y sobre todo, un modo de entender la vida, una especie de fundamentalismo que anula la individualidad de sus miembros, cuya identidad deja de pertenecerles cuando entran a formar parte de la identidad mayor de la sociedad a la que han accedido, la llamada Cosa Nostra.

Desde el mismo momento en que una persona se inicia en la mafia, comienza a diluirse como individuo para fundirse con el grupo. Se convierte en mafioso, en un hombre de honor, tal y como ellos se denominan, y en ese instante abandona su yo para ser nosotros; deja de ser él para ser Cosa Nostra.

No hay que olvidar que la mafia es una sociedad secreta de carácter iniciático. No es una simple banda de delincuentes movidos por la ambición. Es también un modo de sentir y pensar, un ambiente, un arraigado sistema de relaciones jerárquicas al que el mafioso accede para obtener la recompensa que la Organización promete.

¿Y qué es lo que la mafia promete a sus miembros? Una palabra basta para explicarlo: Poder. El mafioso es ante todo un hombre que sabe lo que es el poder y todo lo que ello implica. Un hombre de honor, por el solo hecho de pertenecer al universo ilegal de la mafia, se siente poderoso, porque el mundo en el que ha entrado a formar parte gira alrededor de la búsqueda de poder. Ser mafioso es ya de por sí un grado. Y por eso adopta una pose muy concreta y que el cine ha sabido reflejar a la perfección: la forma de saludar, de hablar, de dirigirse a los demás, de dar órdenes o incluso de mirar están destinadas a poner de manifiesto ese poder. Obvia decir que frente a este sistema de poder está el mundo paralelo, el de todos aquellos que no pertenecen a la mafia.

En este sentido resulta ya un clásico recordar las palabras del mafioso arrepentido Francesco Marino Mannoia al juez Roberto Scarpinato durante uno de sus interrogatorios. Preguntado por el ansia de riqueza que parece ambicionar todo miembro hecho de la mafia, Mannoia respondió airado lo siguiente:

“Ustedes, los jueces, están convencidos de que uno se convierte en hombre de honor por dinero… no han comprendido nada y nunca podrán comprenderlo… ¿Sabe por qué yo me convertí en hombre de honor? Porque antes era nuddu ammiscatu cu nenti y luego, en cambio, dondequiera que fuera, las cabezas se bajaban y esto para mí no tenía precio; valía mucho más que todo el dinero que he ganado y he gastado”.

Para Francesco Marino Mannoia, como para todos los miembros de la mafia, el poder no se debe confundir con el dinero. El dinero es solo un medio; el poder es el fin.

En cuanto a la expresión en dialecto siciliano nuddu ammiscatu cu nenti, Roberto Scarpinato aclaró ya en su día que hace referencia a lo que no cuenta, lo que no vale nada, lo que no es nada ni va a ninguna parte, expresión que explica con precisión meridiana el desprecio que los mafiosos sienten por todos aquellos que no pertenecen a su mundo, llámese este Mafia, Onorata Società o Cosa Nostra.


Amérigo Bonasera


Siguiendo con el mismo tema, pero trasladando la reflexión al mundo de la ficción, los lectores que hayan leído la novela El Padrino de Mario Puzo o hayan visto la película homónima de Francis Ford Coppola, dos de las obras que mejor han sabido reflejar el mundo de la mafia, recordarán sin duda la escena en la que el funerario Amerigo Bonasera se presenta ante Don Corleone para pedirle que vengue el honor de su hija, que ha sido brutalmente apaleada por unos jóvenes que habían tratado de violarla. Sin embargo, pronto se pone de relieve que el tal Bonasera no es un leal miembro de la mafia, pues antes de solicitar la ayuda del capo había acudido a las autoridades estadounidenses en busca de justicia. Y solo cuando descubre que la justicia que él esperaba no es la que va a recibir acude ante Vito Corleone para pedirle el favor de que mate a los agresores por dinero, lo que constituye todo un insulto, y así se lo hacer ver el Padrino:

“Creíste que América era un paraíso. Tenías un buen negocio y vivías muy bien. Pensaste que el mundo era un edén del que podías tomar todo lo bueno que quisieras. Nunca te preocupaste de rodearte de buenos y verdaderos amigos. Después de todo, para protegerte, estaban la policía y los tribunales. Nada podía ocurrirte; ni a ti ni a los tuyos. Para nada necesitabas a Don Corleone. Muy bien. Heriste mis sentimientos, y no soy de los que dan su amistad a quienes no saben apreciarla, a quienes me tienen por poquita cosa”.

Con estas simples palabras, el Padrino mafioso está poniendo sobre la mesa todo un sistema de pensamiento. De entrada establece una distinción clara entre el universo legal de los que no viven conforme a los principios de la Mafia y los “amigos” que saben apreciar su inestimable ayuda. Pero además le hace saber a Bonasera que él es poderoso, que no es “poquita cosa”, y que por tanto podría hacer lo que le pide, haciendo de esta forma que también Bonasera se sienta poderoso. De hecho, ¿qué mayor poder puede haber que el de ser capaz de quitarle la vida a una persona con total impunidad? Pero para esto, para tener poder, para conseguir que las cosas se hagan según nuestra voluntad, hay que aceptar las reglas del juego mafioso. No basta con pedir, hay también que dar, y así se lo dice Don Corleone a Bonasera:

“Ahora acudes a mí diciendo: “Don Corleone; quiero que haga justicia”. Y no sabes pedir con respeto. No me ofreces tu amistad. Vienes a mi casa el día de la boda de mi hija, me pides que mate a alguien y dices: “pagaré todo lo que me pida”. No, no. No te guardo rencor; pero, ¿puedes decirme qué te he hecho para que me hayas tratado con esa absoluta falta de respeto?”


Escena de El Padrino I


Evidentemente, no se trata de dinero. El dinero de Bonasera no hará que Don Vito se sienta poderoso. Lo que le pide es otra cosa: su amistad, su lealtad, su obediencia. Su respeto. En realidad Bonasera lo tiene fácil, es un trueque sencillo; Bonasera tendrá el poder de liquidar a los agresores de su hija si acepta entrar en el círculo de los Corleone, formar parte de su familia, jugar según las reglas de la mafia:

“En cambio, si hubieses acudido a mí, mi bolsa hubiera sido tuya. Si hubieses acudido a mí en demanda de justicia, aquellos cerdos que dañaron a tu hija estarían llorando amargamente desde hace tiempo. Si por desgracia, por circunstancias de la vida, un hombre honrado como tú se hubiese creado algún enemigo, este se hubiera convertido automáticamente en enemigo mío (..) y, créeme, te hubiese temido”.

Es el temor que el poderoso hombre de honor infunde en los otros. Un “hombre honrado”, dice Corleone, pero para el caso es lo mismo. Y el hombre de honor es el que pertenece a la “familia”, el que es amigo de sus amigos y acepta estar “disponible”, en el mundo de la mafia, como una pieza más del engranaje. Y solo cuando Bonasera pronuncie las palabras que quiere oír Don Vito, podrá tener la oportunidad de sentirse poderoso. Tras ese “quiero su amistad. Acepto”, al Padrino sólo le resta imponer sus condiciones:

“Bien, tendrás justicia. Algún día, un día que tal vez nunca llegue, te llamaré para pedirte algún pequeño servicio. Hasta ese día, considera esta justicia como un regalo de mi esposa, la madrina de tu hija”.

La aceptación de Bonasera opera aquí a modo de iniciación. Desde ese momento forma parte del universo mafioso, está “disponible”, y por tanto deberá cumplir las órdenes que se le dicten sin preguntar, sean cuales sean. No podrá negarse. No podrá desobedecer porque ha entregado su voluntad. Si le ordenan que asesine a alguien tendrá que hacerlo aunque no quiera, pues le va la vida en ello. La iniciación en la mafia viene a ser un verdadero pacto con el diablo. A partir de entonces, tendrá que subordinar sus propios intereses a los intereses de su capo, de la familia a la que pertenezca y de la organización.

El caso de la escena de El Padrino es evidentemente una ficción, pero creo que explica perfectamente lo que es la mafia, motivo por el cual he querido traerla a colación.


El Padrino


Por último, me apetece finalizar con unas conclusiones de Joan Queralt que pueden servir de punto de partida para todo el que pretenda acercarse al fenómeno criminal llamado mafia, y más concretamente al de origen siciliano:

“Pero no hay que engañarse: el estudio de Cosa Nostra es un viaje a una de las geografías humanas más desoladoras del planeta. Cosa Nostra es una isla dentro de una isla. Un sistema de geografía invisible, enfermo, totalitario, en el que la muerte ocupa el lugar de la vida y la obsesión por el poder sustituye a los afectos y las esperanzas. Sin sus estereotipos, sin los mitos difundidos por el cine y la literatura, incluso por ciertos historiadores, el submundo mafioso sólo ofrece un paisaje de violencia, miedo, traición y muerte. Es un universo claustrofóbico que devora a sus propios hijos, en el que todos finalmente son derrotados y donde no se conoce el honor ni el respeto a los otros. Las ecuaciones mafia antigua / mafia nueva, o mafia buena frente a mafia mala son falsas, como lo son la idea de la mafia como antiestado o las bondades de la mafia rural, dotada de un supuesto código de honor. La mafia antigua asesinó a hombres, mujeres y niños, todos ellos inocentes, como continuaría haciendo más tarde la denominada nueva mafia”.


 De La Historia del Crimen Organizado, Agustín Celis Sánchez, Ed. Libsa, Madrid, 2009