Pues resulta que el otro día iba yo conduciendo en el coche, que es donde suelen ocurrírseme casi todas las ideas, cuando va y se me viene a la cabeza la posibilidad de proponerles a mis alumnos un juego literario. Como soy profesor de lengua y literatura resulta bastante normal en mi caso. Diría incluso que forma parte de mi rutina diaria. Un ejercicio de clase, me planteo, un relato corto al que poderle dar después la vuelta para huir del tópico y obligarlos así a reflexionar sobre el acto creativo de contar una historia que no sea la que en un principio habían imaginado. Lo que pasa es que yo trato con chavales de entre once y dieciocho años con poco hábito lector y escasa afición por escribir. Para qué nos vamos a engañar, me digo. No va a salir bien. Les va a resultar dificilísimo. Seguro que a la primera de cambio se cansan y lo dejan.

Otra cosa muy distinta sería que quisieran ser escritores. Que tuvieran alguna clase de motivación extra que les acicateara el ingenio. Qué sé yo… que se hubiesen planteado, por ejemplo, participar en un taller literario de los que ahora están tan de moda. Y que lo hicieran de modo voluntario, por supuesto. Y que yo, en vez de ser uno de esos profesores de secundaria que además escriben, fuese uno de esos escritores que nunca escriben pero que se dedican a dar clases de escritura creativa a quienes sí lo hacen. En ese caso sí que saldría bien, me digo. En esa supuesta situación seguro que sería una idea estupenda. Así que pongo la directa y en unos minutos tengo planteado este ejercicio que no me importa compartir por si algún profe de escritura creativa me está leyendo y quiere poner en práctica esta útil actividad.

En definitiva se trata de jugar con una historia y escribir la contraria. Y no solo eso, por favor. No te quedes solo en la trama o el argumento. A lo que te invito es a descubrir el fondo del asunto de aquello que te has planteado. Que descubras la verdad que se oculta detrás de la ficción.

Te daré solo las líneas básicas de lo que debes plantearte, pero el resto debes ponerlo tú. No me seas perezoso. Piensa, por ejemplo, en un conflicto laboral. En un desencuentro entre dos personas que trabajan en el mismo lugar, sin que importe lo más mínimo la profesión ni el entorno físico en el que se vayan a desarrollar las distintas situaciones. Podría ser cualquiera, si te das cuenta. Una planta de residuos radiactivos, por ejemplo. Una comisaría de policía donde un inspector de homicidios tiene un conflicto con un compañero que está investigando el cruel asesinato de una pobre ancianita. Una empresa dedicada a la producción de videojuegos en la que de repente una cabeza genial idea el producto que todos llevaban esperando desde hacía años y esto despierta la envidia y los recelos de otro compañero que va a hacer todo lo posible por hacerle la vida imposible al brillante creador. Lo que sea, lo que se te ocurra. Lo que mejor conozcas. ¿Que eres enfermera? Seguro que con la tensión que vivís en urgencias algo se te ocurre. ¿Que eres un feroz ejecutivo de una multinacional dedicada al placentero arte de las auditorías? Piensa entonces en el rencor de tus clientes. ¿Que eres camarero? Pues también vale: esas miserables rencillas que se dan a diario por ganarse el favor del gran jefe, del que corta en el trabajo el bacalao, del que hace los horarios, del que dispone en cada momento lo que hay que hacer, del que dice tú te dedicas a esto y tú a esto otro. ¿Fácil, no?

Bueno, tampoco te me vengas arriba tan pronto, porque de lo que se trata es de evitar el tópico que oculta siempre la gran mentira. El malvado jefe que se lo pone difícil al humilde y eficaz trabajador, ¿te das cuenta? El jurista pasado de página que acosa a la recién llegada que solo busca pasar desapercibida a pesar de ser la tía más buena de todo el gabinete de abogados. Esa es la clase de tópicos que debemos evitar en el relato último, pero a la vez son precisamente esos elementos la clase de tópicos sobre los que debemos reflexionar para construir la historia a la que luego habremos de darle la vuelta para hallar la verdad que se oculta detrás de todas las evidencias. Porque que no te quepa la menor duda; que las apariencias engañan no es solo un popular dicho que todo el mundo repite sin pararse a reflexionar un rato; es también una verdad que demasiado a menudo se tiende a pasar por alto y que suele dejar tras de sí un reguero de víctimas a las que solo las mentes más lúcidas son capaces de atender. Y que solo los muy reflexivos o muy observadores pueden descubrir.

Claro que sabemos que los malvados son muy malvados, pero, ¿y si no fuera así? De eso trata precisamente nuestra historia. ¿Y si no fuera así siempre o no fuera así en esta ocasión o en alguna ocasión? ¿Y si el malo no fuera en realidad el malo? ¿Y si la víctima no fuera la víctima? ¿Y si el acosador no fuera realmente el acosador sino el acosado? ¿Y si quien se buscó la manera de parecer a la vista de todos como un pobre mártir fuera realmente el malvado que recurrió a la estrategia del mártir para tratar de salirse con la suya, sacar réditos del asunto y subyugar a otro, precisamente a aquel que todos estaban predispuestos a juzgar negativamente porque en sí llevaba, por cargo, por posición o por aspecto el estigma del infame? ¿Y si el infame fuera inocente?

Esa es la propuesta que te hago. Ni siquiera hace falta que le dediques mucho tiempo. Olvídate de la literatura. No intentes hacer un producto literario. No te pido que escribas un buen relato. Ni siquiera te pido que escribas un relato. Bastaría solo con una anécdota. Con una reflexión. Con la exposición simple de un caso, porque estoy convencido de que seguro que conoces algún caso. A mí se me vienen a la mente, así a bote pronto, unos cuantos.

Me gustaría que reflexionaras un poco sobre ello y, si esta entrada de hoy te ha hecho pensar, estaría encantado de que lo compartieras conmigo. Puedes hacerlo simplemente dejando un comentario en la zona habilitada más abajo o, si eres tímido/a, a través del formulario de contacto de esta web. Prometo responderte lo más rápido que pueda. Y si hay un verdadero intercambio de pareceres, si se da un auténtico quid pro quo entre tú y yo, prometo contarte la inquietante pero ejemplar historia de un conocido mío; la del supuesto director infame de un instituto de secundaria al que una supuesta mártir de un claustro de profesores trata de someter por medio de mil y una acusaciones a cual más peregrina, con el propósito evidente de obtener prerrogativas imposibles, de sacar rédito del asunto, y que, una vez descubiertas todas sus ladinas artimañas, recurre impunemente, como último recurso, a la extraordinaria bicoca de lograr  (ventajas del funcionariado sin escrúpulos) un año sabático con todos los gastos pagados a costa del contribuyente. Y todo ello tras anunciar en público, cuando todos los tiros le salieron por la culata, que se pondría malita. ¿Te imaginas ya el motivo de esa baja? ¿No? La pobre…

¿Oíste alguna vez hablar de la gente tóxica? Pues eso.


Imagen destacada: Faust – Charles Gounod – Póster de Rafal Olbinski para la Ópera de Cincinnati.