Página personal de Agustín Celis

Etiqueta: Agustín Celis

Solo para docentes

NAGINI DE HARRY POTTER

Hastiada ante la persistente tendencia a enseñar de sus compañeros del Centro Selvático de Reeducación Ética y Social, le dijo la ultrapedagógica serpiente al sabio mandril:

-¡Aprende ya de una puta vez a sisear! ¡Y a arrastrarte!

Y a eso lo llamó “Formación permanente del profesorado”.

Eurovegas

Hace unos días, mi amiga Ángela Marcos me hizo llegar, a través de Facebook, la petición que ha creado para que no se instale el llamado Eurovegas en la Comunidad de Madrid. La carta dirigida a la presidenta Esperanza Aguirre dice así:

 “Estimada Presidenta de la Comunidad de Madrid:

Eurovegas es un negocio de casinos y prostitución cuyo propietario, Mr. Adelson, está inyectando millones de dólares en la campaña electoral contra Barack Obama para combatir su apoyo a la existencia de dos estados independientes para Israel y Palestina.

Aparte de consideraciones morales en cuanto a la naturaleza del negocio en sí, la instalación del complejo Eurovegas en territorio español pondría a España en una situación de peligro frente al mundo árabe, toda vez que se estaría apoyando abiertamente una actividad económica cuyos beneficios se emplean en atizar el conflicto árabe-israelí.

Atentamente”

Ignoro que opinarán ustedes sobre tan pútrido asunto, pero quizá no esté mal ir planteándose poner freno a las plataformas de lanzamiento y apoyo al crimen organizado. Yo he firmado la petición. No sé si servirá para algo, probablemente no. Pero como decía Julián Marías… por mí que no quede…

En cuanto a los vínculos de tales negocios con el Crimen Organizado a gran escala, y más concretamente con la llamada Cosa Nostra, tal vez no resulte ocioso recordar, a modo de curiosidad, al célebre fundador de la ciudad de Las Vegas.

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EL ASESINATO DE BUGSY SIEGEL

Benjamín «Bugsy» Siegel

El 22 de diciembre de 1946 se celebró un importante encuentro mafioso en el Hotel Nacional de la Habana. A esa cumbre asistieron las más altas personalidades del crimen organizado. Lucky Luciano, Frank Costello, Tommy Lucchese, Joe Profaci, Vito Genovese, Joe Bonanno, Albert Anastasia, Willie Moretti, Joe Adonis, Tony Accardo, Santo Trafficante, Carlos Marcello, Longy Zwillman o Meyer Lansky fueron algunos de ellos. Se habían reunido para tratar tres cuestiones de máxima relevancia: el nombramiento de Charles Lucky Luciano como Capo di tutti Capi, la delicada situación en la que se había colocado Benjamín Bugsy Siegel y la devolución del dinero que su amante, Virginia Hill, le había robado al Sindicato.

Tres años antes, Benjamín Bugsy Siegel había tenido una idea realmente asombrosa, construir un hotel-casino en un desértico y poco frecuentado cruce de carreteras en el estado de Nevada. Para llevar a cabo su magno proyecto, Siegel acudió a su amigo Meyer Lansky, quien intercedió por él ante Lucky Luciano, que cumplía condena en la prisión de Great Medows. En aquel encuentro se aprobó la construcción del Hotel Flamingo, con un presupuesto inicial de un millón de dólares. La apuesta del Sindicato era importante y arriesgada, pero el negocio que se abría ante sus ojos parecía seguro, y Siegel, al fin y al cabo, era un amigo de la infancia.

Sin embargo, en diciembre de 1946, la situación de Bugsy Siegel era muy delicada. Las obras del Flamingo aún no habían finalizado y el presupuesto del futuro templo del juego había ascendido a seis millones de dólares. Lógicamente, Bugsy comenzó a recibir presiones. ¿Por qué no se ponía en marcha el Flamingo? ¿Dónde había ido a parar el dinero entregado por la Comisión?

En todo ese tiempo, por supuesto, Meyer Lansky había estado velando por los intereses económicos del Sindicato, de modo que cuando Bugsy comenzó a tener problemas económicos para sacar adelante su proyecto, Lansky inició una investigación que diera un poco de luz al turbio asunto que se estaba llevando a cabo en Las Vegas. Y claro está, no tardó en dar con las respuestas.

Meyer Lansky descubrió que la amante y consejera de Siegel, Virginia Hill, quien hacía las funciones de decoradora y vicepresidenta del hotel, había estado desviando importantes sumas del dinero destinado al Flamingo a una cuenta secreta en un banco de Suiza, a la vez que se compraba una importante propiedad en Lucerna, cerca de Zúrich.  Lo que no había conseguido descubrir Lansky es si esta estúpida estafa se había estado realizando con el conocimiento de Bugsy, o si, por el contrario, también él era una víctima de la ambición de su amante.

El actual Hotel Flamingo en Las Vegas

Sea como fuere, cuando el 22 de diciembre de 1946 Meyer Lansky tomó la palabra en el Hotel Nacional de la Habana para presentar ante la Comisión la situación de Bugsy Siegel, su conclusión fue expeditiva. Después de exponer el caso ante los allí presentes, afirmó:

“Benny es como mi hermano, mi mejor amigo, y no debemos olvidar que Benjamín Siegel ha sido uno de los mejores de nuestro negocio; pero cuando sus amigos, sus mejores amigos, ya no pueden confiar en él, lo mejor es decretar su sentencia de muerte”.

No obstante, Bugsy Siegel aún tendría una última oportunidad. Aunque su cabeza pendía de un hilo, la Comisión decidió esperar a ver qué ocurría con el Flamingo. La propuesta vino por parte de Tony Accardo, el Padrino de la familia de Chicago. Cabía la posibilidad de que Siegel sólo fuera un estúpido enamorado que se había dejado engañar por su amante. Si la apertura del Hotel-Casino ideado por Bugsy era un éxito sin precedentes como todo parecía indicar, su promotor tendría la oportunidad de devolver con intereses los fondos perdidos. Merecía la pena esperar a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.

Presionado por el Sindicato, Siegel decidió inaugurar su Hotel por todo lo alto el 26 de diciembre de ese mismo año, pero tampoco en esta ocasión tuvo suerte. Las circunstancias jugaron en su contra. Para ello había contratado los servicios de un numeroso elenco de estrellas que amenizaran la velada de los asistentes, entre los que se encontraban el actor George Raft, el músico Xavier Cugat y el showman George Ressel, que haría las veces de maestro de ceremonias. Sin embargo, una fuerte lluvia asoló aquella noche Las Vegas y ninguna de las estrellas se presentó al acto. Sólo veinte personas cruzaron las puertas del mayor templo del lujo de todo el estado de Nevada.

Tras este fracaso, Meyer Lansky le expuso en crudo la realidad a su amigo. Si no se aclaraba rápidamente la cuestión del dinero perdido, su situación se vería muy comprometida ante la Comisión. Consciente del peligro en que se hallaba, Bugsy le pidió a Lansky un poco más de tiempo, al menos unos meses para obtener beneficios. Como estos no llegaron, Lucky Luciano y Tony Accardo decidieron concederle el “contrato” definitivo a Benjamín Siegel. El torpedo al que se le encargó el trabajo fue Carmine Galante, quien llegaría con el tiempo a ser jefe de la familia Bonanno.

La noche del 20 de junio de 1947, Benny Siegel se encontraba sentado en un cómodo sofá de la mansión que su amante poseía en North Linden Driven en Beverly Hills, Los Ángeles. En aquel instante estaba hojeando un ejemplar del Times mientras se tomaba un whisky. Sería lo último que hiciera en vida. Una bala disparada por un rifle de calibre 30/30 impactó en su ojo izquierdo provocándole la muerte inmediata. Poco después, cuatro balas más se alojaron en su cuerpo. Moría así quien había sido un miembro histórico de Cosa Nostra.

«Bugsy» Siegel asesinado

Tras la muerte de Bugsy, y gracias a la gestión de tres de los hombres de Meyer Lansky, Gus Greenbaum, Moe Sedway y Morrie Rosen, el hotel-casino Flamingo de Siegel y la ciudad de Las Vegas, en el estado de Nevada, se convirtieron en uno de los mayores negocios de la Cosa Nostra.

En 1991, el director de cine Barry Levinson llevó a la pantalla la vida de Siegel en la película Bugsy, en la que Warren Beatty encarnó al célebre gángster.

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Texto publicado en La Historia del Crimen Organizado, Agustín Celis Sánchez, Ed. Libsa, Madrid, 2009.

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Falcone, 20 años

Ayer se cumplieron 20 años del brutal asesinato del juez Giovanni Falcone, probablemente el máximo rival con el que se topó la llamada Cosa Nostra siciliana durante las últimas décadas del siglo XX. Hoy me he dedicado a leer lo que sobre él se ha escrito en la prensa de los últimos días y me alegra saber que se le continúa considerando un referente ético en medio de la confusión. En una época en la que el sistema judicial de las democracias occidentales ha caído en el mayor de los descréditos, pienso que el caso de hombres como Falcone constituye un ejemplo a tener en cuenta para seguir confiando en el imperio de la Ley. De modo que, con esta página y este antiguo escrito, me apetece sumarme al homenaje que justamente se le viene rindiendo estos días.

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 GIOVANNI  FALCONE. UN JUEZ CONTRA LA MAFIA

 Antes de hablar del papel protagonista que el juez Giovanni Falcone tuvo en la lucha contra la Mafia siciliana debemos aclarar una cuestión de capital importancia. Si hoy por hoy podemos reseñar los éxitos de una serie de jueces italianos que prácticamente han acabado con el sistema criminal de la Cosa Nostra, ello se debe al original planteamiento con el que se enfrentaron al fenómeno mafioso, no sin antes superar numerosas dificultades aun con riesgo de perder la vida en el intento, tal y como ocurrió con Chinnici, Scopelliti, Saetta, Falcone, Borsellino y tantos otros. Y es que por primera vez en la historia de la lucha contra la criminalidad organizada, una serie de jueces,  pero sobre todo los magistrados que formaban el grupo Antimafia de la Fiscalía de Palermo, fueron conscientes de que para desarticular el entramado criminal con el que se enfrentaban había que coordinar todas los esfuerzos en una empresa de mayor enjundia, y que pasaba por imponer la ley a todo el complejo y podrido sistema de poder italiano en el que la criminalidad de la Cosa Nostra constituía sólo una parte. Sin duda fue el juez Rocco Chinnici el primero en advertir la necesidad de un nuevo planteamiento, pero debido a su asesinato en 1983, fue su sucesor en el cargo, el juez Antonino Caponnetto, quien formó el “consorcio” de jueces especializados en la lucha contra la mafia, coordinados entre sí con el propósito de compartir toda la información. Este “pool antimafia” estuvo constituido por Giovanni Falcone, Paolo Borsellino, Giuseppe Di Lello y Leonardo Guarnotta, a los que se unirían los magistrados Giuseppe Ayala y Giacomo Conte. Muchos años después, y tras algunos fracasos y no pocas intrigas de pasillo, se sumarían en la lucha contra la Mafia, con felices resultados, los jueces Guido Lo Forte, Roberto Scarpinato, Antonella Consiglio, Alfredo Montalto, Teresa Principato y muchos otros, hasta llegar a la última fase dirigida por Gian Carlo Caselli, el juez que envío al Senado la solicitud, en marzo de 1993, para proceder contra Giulio Andreotti por supuesta asociación mafiosa, y el responsable de las detenciones de los últimos grandes capos de la Cosa Nostra. Que una personalidad tan relevante en la vida política italiana como Giulio Andreotti fuera juzgado por sus coqueteos con la Mafia constituye la principal prueba de que la iniciativa emprendida por estos jueces no se limitaba únicamente a reprimir la criminalidad, tal y como se había venido haciendo durante más de un siglo, sino que su propósito era sentar en el banquillo a todo el sistema político mafioso.

Giovanni Falcone y Paolo Borsellino

Sólo teniendo en cuenta este original planteamiento, se puede entender las dificultades que debieron superar los jueces antimafia hasta culminar su proyecto. Y así las cosas, resulta imposible escribir el perfil de Giovanni Falcone sin repasar también todas esas dificultades.

En el tramo de tiempo comprendido desde que Giovanni Falcone llega al Palacio de Justicia en 1978 hasta su muerte en 1992, hay varios acontecimientos que van a marcar un antes y un después no sólo en la lucha contra la mafia, sino también en la propia concepción que de la mafia tenía la sociedad civil, pero sobre todo los jueces que se enfrentaban con ella.

Ya hemos nombrado la importancia que tiene el año 1983 con la creación del “pool antimafia” por iniciativa del juez Caponnetto. Por primera vez en la historia se instituía un organismo destinado a crear un mapa completo en el que contemplar el mundo de la mafia, un proyecto que en aquella época resultaba ambiciosísimo, pues para llevarlo a buen puerto no bastaba con reprimir la criminalidad, sino que había que golpear en el corazón de la Mafia, agrietando aquello que constituye su razón de ser y que la diferencia de otras organizaciones criminales, el rígido código de la omertà, la ley del silencio, el muro que se alza entre el universo ilegal de la Cosa Nostra y el universo legal del resto de la sociedad.

Sin duda ninguna esa fue la gran obra maestra de Giovanni Falcone. Con toda probabilidad, fue su conocimiento de la realidad siciliana lo que le hizo atisbar que había llegado el momento de intentar romper la omertà, pues la guerra que acababa de librar la mafia por causa de los corleoneses había dejado los suficientes espacios abiertos por los que poder penetrar en los secretos del sistema mafioso.

Sólo un año después de la creación del consorcio antimafia, el 29 de septiembre de 1984, Antonino Caponneto dio una rueda de prensa para informar de que el mafioso Tommaso Buscetta había accedido a hablar con el juez Giovanni Falcone. En el transcurso de aquellas conversaciones entre dos hombres de mundos paralelos, Tommaso Buscetta se revelaría como un auténtico torrente de relevaciones que abrió el primer gran agujero en el muro de la omertà. Con posterioridad, un número creciente de hombres de honor se declararon arrepentidos y comenzaron a colaborar con la justicia, proporcionando los datos necesarios para instruir el gran proceso a la mafia de 1986.

El llamado maxiproceso se inició el 10 de febrero de 1986 en la cárcel de Ucciardone, en una sala búnquer creada  para tal fin, y estuvo presidido por el juez Alfonso Giordano, con Giuseppe Ayala y Domenico Signorino como fiscales. Durante los casi dos años que duró el proceso, cientos de mafiosos fueron sentados en el banquillo, y cuando por fin se anunció la sentencia el 16 de diciembre de 1987, se impusieron 28 cadenas perpetuas y miles de años de cárcel para más de 300 imputados, aunque también 114 mafiosos fueron absueltos por falta de pruebas, entre ellos algunos de los más famosos criminales, como Luciano Liggio.

Sea como fuere, el macrojuicio a la Mafia se vivió como un gran logro de la antimafia, y durante un tiempo pareció que renacía la adormecida sociedad civil italiana. Durante esos años hubo innumerables manifestaciones contra la Cosa Nostra, en las escuelas públicas se abrían debates sobre la mafia, existía una creciente voluntad de saber y entender qué era por fin eso de la mafiosidad siciliana, incluso en Palermo parecía que empezaban a cambiar las cosas; en 1985 se había alzado con la alcaldía Leoluca Orlando, un abierto adversario de la Mafia que hizo que el ayuntamiento de la ciudad estuviese representado como acusación particular en el macrojuicio.

Sin embargo, no todo fueron elogios y parabienes. A la vez que despertaba la sociedad civil, se fue creando también una corriente de escépticos y detractores del macrojuicio y de los jueces antimafia. El propio Giovanni Falcone y su compañero Paolo Borsellino fueron dos de los más castigados por esta nueva corriente crítica. A Borsellino se le llegó a acusar de arribista, y sobre el juez Falcone pesó la acusación de que alrededor de su figura se había iniciado un “culto a la personalidad” que en nada favorecía la lucha contra la criminalidad.

Sorprendentemente, los años que siguieron al maxiproceso fueron de una gran incertidumbre. De repente pareció que todo el edificio construido por el pool antimafia se venía abajo. El juez Caponnetto, al que ya en 1983 sólo le faltaban dos meses para jubilarse, decidió que había llegado la hora de su retiro. Abandonó su puesto como jefe de la oficina de instrucción en el Palacio de Justicia y regresó a su Florencia natal. Todo parecía indicar que Giovanni Falcone sería su sucesor, pero increíblemente el elegido fue Antonino Meli, un juez ajeno a la lucha contra la mafia que en los años que siguieron, sin duda por ignorancia y no por connivencia con la Cosa Nostra, prácticamente acabó con el proyecto iniciado por Chinnici y Caponneto. Para terminar de rematar la faena, desde su puesto de presidente del Tribunal de Casación, el juez Corrado Carnevale, esta vez sí en completa connivencia con la Mafia, se dedicó a absolver a los mafiosos en el proceso de las apelaciones, alegando defectos técnicos. Como él mismo diría en más de una ocasión, quizá aplicaba la ley de una manera excesivamente puntillosa. Por ese motivo ha pasado a la historia como “el Matasentencias”.

De modo muy significativo, el juez Paolo Borsellino acertó de pleno en su diagnóstico cuando se atrevió a hacer pública su preocupación por lo que estaba ocurriendo: “Tengo la desagradable sensación”, dijo,  “de que alguien desea que el reloj ande hacia atrás”.

Sin duda los dos últimos años de la década de 1980 fueron años muy críticos para Giovanni Falcone. De repente se había convertido en un personaje vulnerable, tal y como él mismo llegaría a confesarle a algunos de sus amigos. El problema no radicaba en que hubiera sido humillado y arrinconado en el Palacio de Justicia, sino en el hecho de que la Cosa Nostra, al advertir que el Estado no respaldaba las iniciativas de Falcone, tenía la vía libre para acabar con su vida. Y efectivamente, como luego han declarado algunos pentiti, la Mafia de Totò Riina barajó distintas posibilidades para eliminar de la partida de juego a un adversario tan peligroso como Falcone. Una de estas posibilidades, que no llegó a materializarse, consistía en utilizar a un hombre-bomba tal y como hacía el terrorismo islámico. Incluso disponían del candidato, el padre de un mafioso gravemente enfermo de cáncer. La idea pasaba por crear la situación para que el anciano, cargado de tritol, pudiera acercarse a Falcone y abrazarlo, momento que aprovecharían para que los dos saltaran por los aires en  pedazos. Pero finalmente este plan fue desechado. Sin embargo, en 1989 sí hubo una intentona que acabó en fracaso. El atentado fue confiado a Antonino Madonia, que utilizó una bolsa de deporte llena de explosivos que dejó junto a un chalet que Falcone y su esposa habían alquilado para pasar unas breves vacaciones en la playa. Por fortuna, la bolsa, colocada entre unas piedras, despertó los recelos de Falcone y todo quedó en nada. En esta ocasión, Giovanni Falcone llegaría a declarar abiertamente su sospecha de que había políticos implicados en la planificación de aquel atentado.

No obstante, las cosas cambiarían radicalmente en 1991. Aquel año, el nuevo ministro de Justicia le hizo a Falcone una oferta que no pudo rechazar. Le propuso ocupar el cargo de director de Asuntos Penales en el ministerio de Justicia, lo que significaba disponer de plenos poderes desde Roma para coordinar la lucha contra el crimen organizado en todo el país. Y es a partir de entonces cuando comienzan a sucederse los grandes logros en la lucha contra la Mafia, con el definitivo apoyo por parte del Estado italiano, que por primera vez en toda su historia se situó abiertamente en el lado de la Antimafia. Entre esos logros se encuentra la creación de dos organismos fundamentales de la lucha contra el crimen organizado; la Dirección de Investigación Antimafia (DIA) y la Dirección Nacional Antimafia (DNA). Pero también en el campo judicial se impuso el sentido común y finalmente se apartó al juez Carnevale, más conocido como “el Matasentencias”, de la dirección del Tribunal de Casación. Como consecuencia de esta fundamental maniobra, el 31 de enero de 1992, la Corte de Casación revocaría el veredicto del Tribunal de Apelación sobre el macrojuicio y muchos de los condenados que habían sido absueltos regresaron a prisión.

Eso sí, con estas medidas Giovanni Falcone se convirtió definitivamente en el objetivo número uno de la Cosa Nostra de Totò Riina, que estaba empeñado en acabar con su vida. Ocurrió poco antes de las seis de la tarde del 23 de mayo de 1992 en un tramo de la autopista que une el aeropuerto de Punta Raisi con Palermo, justo antes del desvío a la población de Capaci, hacia donde se dirigía para pasar unos días de descanso con su esposa. Cuatrocientos kilos de tritol fueron colocados en unas tuberías de desagüe situadas bajo el asfalto y accionados con un detonador a distancia al paso del convoy en el que iba el juez Falcone. A consecuencia de la explosión murieron cinco personas: Giovanni Falcone; su esposa, la también magistrada Francesca Morvillo; y tres miembros de su escolta, los agentes Rocco Di Cillo, Antonio Montinari y Vito Schifani.

Cinco años más tarde, el 26 de septiembre de 1997, la Sala de lo Penal de Caltanisetta condenaría a los implicados en la matanza imponiendo 24 cadenas perpetuas; entre ellas las de Totò Riina, Pietro Aglieri, Bernardo Brusca, Leoluca Bagarella y Filippo Graviano. A Giovanni Brusca, que fue quien accionó el detonador, le cayeron tan sólo 26 años de cárcel porque se había prestado a colaborar con la justicia.

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En 1999 la historia del juez Falcone fue llevada al cine con Chazz Palminteri como Falcone y F. Murray Abraham en el papel de Tommaso Buscetta. La película, dirigida por Ricky Tognazzi, tiene un título sugerente: Excellent cadavers, aunque en España se le cambió por otro mucho más explícito: Falcone: un juez contra la Mafia.

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En el año 2004 el mundo de la justicia italiana se vio sacudido por el escándalo al saberse que Giovanni Brusca, el asesino de Falcone y de más de cien personas, estaba disfrutando de beneficios penitenciarios por su colaboración con la justicia tras declararse arrepentido. La hermana del magistrado asesinado elevó una protesta ante las autoridades judiciales italianas y calificó la medida de “decisión indecente”.

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“El crimen organizado no puede combatirse desorganizadamente”

Giovanni Falcone

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“Cualquiera que se tome en serio su trabajo acaba asesinado antes o después”

Antonino Ninni Cassarà, oficial de la brigada móvil y amigo personal de Falcone, asesinado por la mafia el 5 de agosto de 1985.

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Texto publicado en La Historia del Crimen Organizado, Agustín Celis Sánchez, Ed. Libsa, Madrid, 2009.

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Recomendación:

Cosas de la Cosa Nostra, de Giovanni Falcone, Carola Moreno, Marcelle Padovani y Miquel Izquierdo

Esta vergüenza, este miedo

 

Violencia machista

Para R. M. C., que me contó su historia.

Yo no quise incumplir el único consejo que tú me diste, abuela. Ni siquiera recuerdo bien cómo pasó el primer día y por qué estaba tirada en la cama si un segundo antes estaba de pie, junto a las cortinas, mirándolo. Ocurrió tan de repente, me dejó tan confundida, que cuando quise reaccionar él ya estaba en el salón viendo la tele y cambiando de canal cada treinta segundos. Solo pensé en ti, abuela, en tus setenta años de mujer apaleada y en tus palabras, en la cara que pondrías si supieras que tampoco yo he podido cumplirlo: “nunca dejes que un macho te ponga la mano encima, Carmen, mira en hacerte una mujer que no tenga que dar cuentas a ningún hombre”.

Siempre pensé que eso era algo que les ocurría a las otras. No a mí, abuela, nunca a la mejor de las nietas, a la más lista, a la más guapa, a la que fue a la universidad y se sacó su carrera para no dar cuentas a ningún macho. Todavía no he cumplido los treinta. Todavía no he tenido un hijo. Todavía no me he casado, abuela, vivo con mi novio en un apartamento alquilado que pagamos a medias y que encontramos muy baratito aquí mismo, en pleno centro, muy cerca de su trabajo y del mío. Estamos ahorrando para comprarnos un piso y podernos casar y tener un hijo. Yo también me quiero casar. Yo también quiero tener un hijo.

Ya sé que debería estar viviendo mis locos años veinte, abuela, pero es que no sabía que iba a sentir esta vergüenza, estas ganas de echarme en el sofá y apagar la luz, estas ganas de no ver a nadie con tal de que no sepan lo que me está pasando. Es como si estuviese muy cansada y siempre tuviera sueño. No quiero ver a mis amigas porque sé que no podré soportar sus miradas cuando les cuente que a mí también, que yo también. ¿Cómo les voy a contar esta vergüenza, esta humillación, esta culpabilidad sin culpa, este temor a que todo el que me conoce se sienta defraudado porque a mí también, porque yo también? ¿Con qué palabras les hablo del miedo por la noche, de las palabras con que después se arrastra y de mi perdón casi diario después del beso tembloroso que me estampa en la cara antes de dormirse en esta cama en la que follo poco y cada vez menos?

Me empieza a dar asco mirarme al espejo y reconocer en mí esta debilidad. Yo no quiero ser una de esas mujeres vencidas que salen por la tele, abuela. Yo no, la más lista, la más guapa, la que fue a la universidad y se sacó su carrera para no dar cuentas a ningún macho, la segura, la autosuficiente, la luchadora, la que nunca se iba a dejar pisotear y ahora se maquilla por las mañanas los moratones con un pegotón de crema, la que no consigue ocultar con el rímel la huella que me dejan sus insultos y después se contempla en el espejo, guapísima, antes de irse a trabajar deseando, por Dios, que él tenga hoy un buen día.

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Texto publicado en la web del Proyecto Sherezade en junio de 2004.

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