No sé si es por influencia de las redes sociales o qué, pero lo cierto es que vivimos en una época peligrosamente exhibicionista. Todo el mundo se autoanaliza en público. Voy a ver si lo practico también yo un poco.

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Es difícil dedicarse a la enseñanza y evitar la tentación de convertirse en un predicador. A veces creo que lo consigo.

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¿En serio pretendes seguir al pie del cañón sin que te acusen? Bueno… puedo llegar a entenderlo. Tú mismo. Pero permíteme una sugerencia que no llega a consejo. Aprieta la mandíbula, respira hondo y conviértete cuanto antes en acusador.

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Una y otra vez, vuelta a empezar. Siempre encerrado y en busca de una salida posible, en ocasiones logro abrir una puerta y descubro que da acceso a una sala con otras mil puertas cerradas. Y sé que solo una podrá abrirse.

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Al igual que Hamlet, cometí el error de creer que cuanto me rodea está desquiciado, y, como consecuencia de ese error de apreciación, traté de enmendarlo. Mal hecho. Como él, como tantos, también yo fracasé en el intento. Al parecer, es algo que suele ocurrir. Que vengan otros y lo hagan mejor. Yo me rindo.

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Hay gente tan pobre de recursos que solo utiliza la queja como medio de alcanzar sus fines.

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Hay quienes, para demostrar su amor, se dedican a estudiarte las heridas.

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No importa lo hermosa que sea la realidad. Lo que termina imponiéndose es tu mirada. Cuando te sientas frustrado, echa mano del kit completo de explorador y dedícate a hurgar en ella. Practica la espeleología y la bajeza. Ya verás qué de sorpresas te depara el asunto. A lo mejor hasta descubres toda la sordidez que llevas dentro.

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¡Qué agotador resulta hablar con los demás! De todo tienen una opinión formada.

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Puesto que tengo una paciencia elástica, asumo como inevitable el superávit de opinión que padezco a diario. Vale, lo acepto sin esfuerzo, pero por favor… que no me pidan que me una al club. ¿Mi opinión sobre tal o cual asunto? No, mire…

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¡Basta de monsergas! Lo único que permanece después del naufragio es el recuerdo. El problema es que cada cual tiene el suyo.


Imagen destacada: Viñeta de Quino.


Rebabas

Rebabas, II