Centro de gravedad permanente

Página personal de Agustín Celis

Establecer límites

Establecer límites

 


El oficio de vivir está plagado de sencillas reglas no escritas que conviene tener siempre presentes para poder mantenerse a flote con unas mínimas condiciones de dignidad y decoro.

Una de estas leyes podríamos enunciarla así: “si intentas siempre evitar las dificultades, tarde o temprano te meterás en problemas”.

A cualquier persona le conviene saber cuanto antes que estar vivo conlleva hacer frente a permanentes batallas y desafíos. Que estos son inevitables. Que estamos inmersos en luchas de intereses que nos van a obligar, en ocasiones, a mantener posturas ofensivas que disuadan la resistencia y la hostilidad de los demás. E incluso que urge vencer cuanto antes el temor de enfrentarse a la agresividad de los más violentos si lo que se pretende es tener la fiesta en paz y vivir tranquilos.

Puede parecer una paradoja pero no lo es. Por supuesto, no se trata de avasallar. Se trata simplemente de no dejar que nos avasallen.

Es una postura que aprendí a adoptar, de manera intuitiva, en la primera infancia, cuando uno era un niño introvertido y pacífico que iba mucho a lo suyo, sin meterse con nadie, y aún así se veía molestado, sin comerlo ni beberlo, por quienes eran más violentos y pretendían imponer, por la fuerza, sus propios intereses.

Luego he tenido ocasión de reflexionar sobre todo esto y ahora puedo decir que fue mi hermano David la primera persona que me enseñó, con su ejemplo, que ante los agresores no vale mantener una postura pasiva. Que la pusilanimidad y el retraimiento nunca son la solución; al contrario, la mayoría de las veces son la fuente de la que manan todos los conflictos. Como sabemos todos los que trabajamos en el ámbito educativo, por desgracia el niño que no le hace frente a quienes lo avasallan acaba siempre avasallado.

Es muy loable no querer meterse en problemas, claro que sí. De hecho, ese es el objetivo. Pero aún es más digno de elogio el saber hacerse con las herramientas que nos protejan de los problemas cuando estos sobrevienen; y también el aprender a librarse del miedo y la culpa cuando nos vimos obligados a actuar para evitar sentirnos sometidos por aquellos que trataron de someternos.

Nunca amilanarse ante los agresivos, e incluso ante los pasivos agresivos, que tanto abundan hoy día, podría ser otra de esas reglas a tener en cuenta. Si eres sumiso, cosecharás los frutos de la sumisión. Si lanzas al aire el mensaje de que harás todo lo posible para evitar problemas, nunca te librarás de la extorsión de los violentos, que establecerán contigo una relación de explotación.

Lo que urge es establecer límites. Mostrar cuanto antes que hay líneas que no deben cruzar. Que no estás dispuesto a dejar que nadie te mangonee. Que preferirías no tener que luchar pero que estás preparado para la lucha. Que no eres un enemigo a batir pero que estás dispuesto a batirte con todos aquellos que se empeñen en considerarte un enemigo.

Por cuestiones laborales que ahora no vienen al caso, he tenido muy presente todas estas ideas en los últimos meses. Y todo lo ocurrido me ha hecho recordar un viejo artículo que publiqué hace 12 años en un periódico local y hace 6 en mi antiguo blog, ahora convertido en mi página web. Lo he vuelto a leer esta semana y me sigue gustando mucho. Me gusta hasta el título:La necesidad de batirse”. Y es que se trata de eso; de que a menudo no queda más remedio que batirse en duelo si luego vamos a querer mirar nuestro rostro reflejado en el espejo sin sentir vergüenza de nosotros mismos.


Imagen destacada: Los proverbios flamencos, de Peter Brueghel, el Viejo, 1559


 

Jardín del Edén con caída del hombre - Rubens y Brueghel el Viejo - Algunas creencias sobre animales

Algunas creencias sobre animales


¿Por qué se ha creído que toparse con una serpiente en el camino es augurio de una desgracia? ¿Por qué antiguamente se creía que las brujas se transformaban en liebres para ir a los aquelarres? ¿Por qué razón piensan algunos que cruzarse con un gato negro da mala suerte? ¿Por qué en los diccionarios de los sueños, al analizar la presencia de animales en ellos, se dice que soñar con un cordero es un presagio de prosperidad? ¿Por qué los judíos y musulmanes no comen cerdo? ¿Por qué siempre en los cuentos infantiles e incluso en las películas de dibujos  animados los malos suelen ir acompañados de un cuervo? ¿Por qué era precisamente la cigüeña la que traía a los niños? ¿Por qué es la paloma el símbolo de la paz?

Que quede claro desde el principio, mi intención en este artículo no es responder a las preguntas sino enunciarlas. Y para que así conste sigamos hablando del tema.

El lagarto, por ejemplo, parece tener connotaciones positivas en el mundo de las supersticiones. Igual que se toca madera, se nombra al lagarto. ¿Por qué es esto así? Cualquiera sabe. Pero son contrahechizos, no cabe duda. “Toca madera”, dice el supersticioso, y efectivamente la toca. Y  para ahuyentar los malos presagios, por si acaso, por si las moscas, qué curioso, “lagarto, lagarto”.

En cuanto a las moscas, la simbología negativa está clara; son emisarias de mala suerte, por eso por si las moscas. No hay que olvidar que en el Éxodo son las protagonistas de la cuarta plaga que Dios envía a los egipcios:

“Esto dice el Señor: Deja ir a mi pueblo para que me ofrezca sacrificios. Porque, si no le dejas ir, mira que yo enviaré contra ti, contra tus siervos, y contra tu pueblo, y contra tus casas, un enjambre de tábanos; y las habitaciones de los egipcios y todos los parajes donde moraren se llenarán de tábanos”.

Por el contrario, las abejas son animales positivos. Quizá por el alimento que producen, la miel, que siempre ha sido muy estimada. Los griegos consideraban a las abejas espíritus independientes y las relacionaban con la fecundidad. Y en el mundo de la superstición gallega, en muchas de sus leyendas, se dice que en noches de luna llena se  puede ver el cuerpo de los muertos formando enjambres de abejas.

Probablemente la Biblia es responsable de muchas de las creencias que hay sobre los animales, y en especial el Deuteronomio, donde se hace la lista de los animales puros e impuros:

“No comáis manjares que son inmundos. Estos son los animales que podéis comer: el buey, la oveja, la cabra, el ciervo, la gacela, el gamo, la cabra montés, el antílope, el búfalo y la gamuza. Todo animal que tiene la uña hendida en dos partes y rumia lo podéis comer. Mas no debéis comer de los que rumian y no tienen la uña hendida, como el camello, la liebre, el conejo; a estos los tendréis por inmundos, porque, aunque rumian, no tienen hendida la uña”.

El desprecio por el cerdo proviene de este mismo pasaje:

“Asimismo tendréis por inmundo el cerdo, porque, si bien tiene la uña hendida, no rumia. No comeréis de la carne de estos animales, ni tocaréis sus cuerpos muertos”.

Pese a ser un rico manjar, todas las culturas tienden a considerar negativamente al cerdo, incluso es un insulto. Sin duda esto se debe a la suciedad que los envuelve. Es famoso el capítulo de la Odisea en el que la hechicera Circe, en la isla de Ea, castiga a los compañeros de Ulises convirtiéndolos en cerdos.

Pero la lista sigue:

“Comed de todas las aves limpias. No comáis de las inmundas, a saber: el águila, el quebrantahuesos, el buitre; el milano con toda suerte de halcones, y toda raza de cuervos”.

Efectivamente, pocos animales puede haber de tan mal agüero como el cuervo. Así aparece en las Églogas de Virgilio. Y en las Fábulas de Fedro se dice que fueron las Parcas las que les asignaron a estos animales la cualidad de agoreros. La literatura abunda en ejemplos sobre estos animales, que anuncian desgracias y convierten determinados acontecimientos en augurios de terribles penalidades. El propio Shakespeare, en su Julio César, hace que Casio hable a Messala de esta manera sobre los malos presagios que le corroen:

“Viniendo de Sardes, cayeron dos poderosas águilas sobre nuestra bandera de delante, y allí se encaramaron, alimentándose y cebándose de manos de nuestros soldados, que nos han acompañado aquí a Filipos; esta mañana han huido volando, se han ido, y en su lugar, cuervos, grajos y milanos vuelan sobre nuestras cabezas y nos miran desde lo alto como si fuéramos presa agonizante: sus sombras parecen un dosel funesto bajo el cual yace nuestro ejército a punto de rendir el alma”.

Y en una inolvidable escena de Macbeth, hace hablar así a Lady Macbeth en el momento de afrontar con resolución su propósito criminal. Se dirige a un mensajero:

“Ocúpate de él: Trae grandes noticias. Está ronco el mismo cuervo que grazna ante la fatal entrada de Duncan bajo mis almenas. Venid, espíritus que animáis los pensamientos de muerte; privadme ahora de mi sexo, y llenadme ahora de la más temible crueldad, desde la coronilla al pulgar del pie: espesad mi sangre, tapad el acceso y la entrada a la piedad para que ningún natural acceso de compasión haga vacilar mi fiero propósito, ni ponga una tregua entre él y la ejecución”.

Sin embargo, la cigüeña es un animal de buen augurio. Existe la creencia de que en las casas donde anidan las cigüeñas habrá felicidad. Y en los cuentos infantiles se nos ofrece una imagen entrañable de estos animales; son bienvenidas sus llegadas tras el invierno, y anidan en los campanarios de las iglesias, que son lugares sagrados.

Siempre me ha sorprendido también la imagen que se tiene de los loros como de animales fieles. Quizá se deba a la facilidad que tienen para imitar la voz humana y otros sonidos, pero también a la fama del loro llamado agapornis, inseparable, o pájaro del amor, que permanecen siempre juntos, monógamos, y no sobreviven demasiado tiempo a su pareja. Y cómo no, a la idea inculcada por las historias de piratas, siempre con su loro al hombro, como el viejo Long John Silver de La Isla del Tesoro.

La paloma encarna la pureza, la paz, la armonía o la candidez. El Espíritu Santo es una paloma. En el Talmud aparece como maestra de castidad. Y en la mitología griega habitaba en la encina sagrada del santuario de  Dódona, consagrado a Zeus. El oráculo de Dódona era uno de los más respetados de la antigüedad, y los sacerdotes predecían el futuro según fuera la actividad de las palomas en la copa de la encina. Siempre es un símbolo positivo. En el Cantar de los Cantares la amada aparece nombrada así:

“Levántate, amiga mía, beldad mía, y vente. ¡Paloma mía!, tú que anidas en los agujeros de las peñas, en las concavidades de las murallas, muéstrame tu rostro, suene tu voz en mis oídos, pues tu voz es dulce, y lindo tu rostro”.

Y un poco más adelante:

“¡Qué hermosa eres, amiga mía, qué hermosa eres! Son tus ojos como palomas detrás de tu velo”.

Imposible identificar a la paloma con algo sucio o negativo después de esta imagen. Pero también la paloma es protagonista de una de las escenas más esperanzadoras del Génesis. Se trata de aquella en la que Noé suelta uno de estos animales para comprobar que era posible divisar tierra.

“Esperando, pues, otros siete días más,  por segunda vez echó a volar la paloma  fuera del arca. Mas ella volvió a Noé por la tarde, trayendo en el pico una ramita de olivo con las hojas verdes: por donde conoció Noé que las aguas habían cesado de cubrir la tierra”.

También el cordero y el carnero son símbolos esperanzadores desde la antigüedad; probablemente los más positivos. Encarnan la inocencia y la benignidad. Ejemplifican el sacrificio. Hay que recurrir de nuevo a la religión para hallar ejemplos que dignifican la figura de estos animales. En el ritual católico de la misa, tras la Consagración se invoca la figura de Cristo diciendo: “Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo”, en clara alusión al sacrificio de Cristo que comentan los Evangelios. No es la única alusión a este animal que encontramos en la Biblia. En el Génesis vuelve a ser elegido para ser sacrificado en lugar de Isaac, el hijo de Abraham, tras la prueba que Dios le impone a este:

“Alzó Abraham los ojos, y vio detrás de sí un carnero enredado por las astas a un zarzal, y habiéndole cogido, le ofreció en holocausto en vez del hijo”.

Y en la décima plaga narrada en el Éxodo, en la que el ángel exterminador recorre Egipto haciendo estragos en la población, este pasa de largo por las casas de los judíos al comprobar que sus puertas tienen el dintel manchado con la sangre de cordero. Es el origen de la Pascua, cuya etimología equivale a “saltado”, aludiendo a los hebreos que el Exterminador pasó por alto en la lista de los condenados. Y en otra mitología, la griega, el famoso vellocino de oro es el del carnero alado Crisomalo, cuya historia es la de un sacrificio. Los Dioses pretendían salvar a Frixo y Hele  (los dos hijos que el rey griego Atamante tuvo con la diosa Néfele) de las crueles intenciones de Ino, que pretendía que fuera su hijo quien heredara el trono. El Dios Hermes envió a Crisomalo en ayuda de los niños, pero solo pudo salvar a Frixo, a quien condujo sano y salvo hasta Cólquide, el país del rey Eetes. Y como agradecimiento a los dioses, Frixo sacrificó al carnero en el templo de Zeus y ofreció el vellocino a Eetes.

Pero la creencia animal más célebre de las extendidas por la Biblia quizá sea la de la serpiente. Ningún animal más odiado y temido que este. En algunos lugares se cree que las serpientes acuden a robarles la leche a las parturientas que dan de mamar a sus hijos fuera de la casa. Los libros de hechicería abundan en conjuros que precisan de escamas de culebras, de colas de serpientes maceradas, e incluso de las cenizas resultantes de quemar la piel mudada de un áspid viejo en luna llena. En la iconografía religiosa a menudo se ha representado a la Virgen María pisando la cabeza de una serpiente como emblema del pecado. El origen de esta superstición está nuevamente en el Génesis. La escena es bien conocida: tentó la serpiente a la mujer, que comió del fruto del árbol del bien y del mal y luego se lo dio a probar al hombre, que también mordió la fruta. A los dos se les abrieron los ojos y la conciencia y Dios los castigó, y también a la serpiente:

“Dijo entonces el señor Dios a la serpiente: porque has hecho esto, serás maldita entre todos los animales y bestias de la tierra: andarás arrastrándote sobre tu pecho, y tierra comerás todos los días de tu vida. Yo pondré enemistades entre tú y la mujer, y entre tu linaje y el suyo. Este quebrantará tu cabeza, y tú andarás acechando su calcañar”.

Y por último, el curioso caso del gato. Hoy por hoy es un animal de compañía muy apreciado, pero no siempre fue así. Se le empezó a reivindicar en el siglo XVII por la belleza de su porte y por su utilidad, ya que era utilizado como exterminador de ratas y ratones, principales causantes de plagas y epidemias en una época propensa a las pestes. También fue muy apreciado en el antiguo Egipto, donde se comenzó a domesticar hacia el año 3000 a. de C., e incluso se le llegó a incluir en la simbología religiosa de entonces; estaba considerado la reencarnación de los dioses en el momento de comunicar su voluntad a los hombres. A tanto llegó la adoración por estos animales que se les momificaba para permitir la supervivencia de sus almas. En la ciudad de Bubastis, en 1890, fueron halladas varias necrópolis con más de 300.000 momias de gatos. Esta antigua ciudad en el delta del Nilo era el centro de un gran santuario erigido en honor de la diosa Bastet, diosa egipcia del amor y la fertilidad, a la que se representaba en forma de gato, sentada con serenidad y rodeada o amamantando a muchos gatitos. Sin embargo, en Europa y durante la Edad Media, la Iglesia Católica alentó la creencia de que los gatos eran animales demoníacos, y emprendió una auténtica persecución contra ellos. En las hogueras de la noche de San Juan se extendió la costumbre de quemar gatos como un acto de purificación. Tal fue el aniquilamiento a que fue sometida esta especie, que a finales del s. XV estaban prácticamente extinguidos en Europa, lo que propició que las ratas camparan a sus anchas durante la terrible epidemia de peste bubónica o peste negra que asoló el continente a partir de 1348 y que causó una enorme mortandad en la población.


Publicado en Historias Curiosas, Agustín Celis, Ed. Añil, 2001.


Imagen destacada: Jardín del Edén con caída del hombre, de Peter Paul Rubens y Jan Brueghel, el Viejo, 1617


Lucky Luciano

Lucky Luciano. Arquitecto del crimen


Lucky Luciano, cuyo verdadero nombre era Salvatore Lucania, fue el hombre que organizó el crimen en Estados Unidos. Se trata del personaje más influyente y quizá el más interesante de la historia de la Cosa Nostra. Nació el 24 de noviembre de 1897 en el seno de una humilde familia de Lercara Friddi, una localidad cercana a Palermo, en Sicilia, pero con tan solo nueve años emigró con sus padres y hermanos a Estados Unidos. La familia Lucania se estableció en una sencilla casa de la calle catorce de Nueva York, donde su padre consiguió un empleo como albañil.

Aunque su familia nunca tuvo vínculos con la mafia, ni en Sicilia ni en Estados Unidos, el joven Salvatore descubrió pronto que era posible ganar más dinero delinquiendo que trabajando, lo que lo llevó, siendo todavía un niño, a dedicarse al robo y la extorsión, y poco después al negocio de la prostitución junto a otros jóvenes delincuentes de la banda que él lideraba, y que con el paso de los años se convertirían en la vanguardia del crimen organizado en los Estados Unidos.

Entre los miembros de aquella banda se encontraban figuras como Frank Costello, Joe Adonis, Meyer Lansky, Bugsy Siegel, Albert Anastasia, Longy Zwilmann, Lepke Buchalter y Vito Genovese. Algunos de ellos formarían parte del llamado Asesinato S.A. (la célebre Murder Incorporated), una nómina de criminales sin escrúpulos al servicio de la Cosa Nostra.

Por aquel entonces, el mundo de la delincuencia neoyorquina estaba dirigido por la organización de Giuseppe Battista Balsamo, La Mano Negra. Pero en 1923, con cincuenta y tres años de edad, el gran Padrino decidió retirarse de la primera línea de los negocios y cederle el control de su organización a Vincenzo Mangano, uno de sus más fieles colaboradores, a quien no tardaron en salirle competidores. El más importante de ellos fue Giuseppe Masseria, más conocido como El Jefe, un gángster que había sabido rodearse de un grupo de criminales que con el tiempo llegarían a ser los primeros padrinos de las familias de Nueva York: Salvatore Maranzano, creador de las cinco familias y primer Capo di Tutti Capi; Joseph Bonanno; Joe Profaci; Thomas Lucchese; y Stefano Magaddino.

En este ambiente de criminales, fue donde se desenvolvieron los miembros de la banda que empezaba a dirigir Lucky Luciano, que decidieron integrarse en el grupo de Joe Masseria, hasta que en 1930 estalló la llamada Guerra de los Castellamarese.

Como suele ser habitual en estos casos, se crearon dos clanes dirigidos por los dos hombres que pertenecían a la primera generación de italoamericanos que habían vivido los años mafiosos de Battista Balsamo, es decir, Joe Masseria y Salvatore Maranzano. Los más jóvenes se limitaron a alinearse en el grupo de uno y otro. Entre los hombres de Maranzano destacaban Tommy Lucchese, Joe Bonanno, Joe Profaci, Gaetano Gagliano y Joe Maglioco. Entre los de Masseria sobresalían Lucky Luciano, Frank Costello, Carlo Gambino, Vito Genovese, Joe Adonis y Willie Moretti.

Ahora bien, Lucky Luciano era un hombre que pensaba por sí mismo y además tenía su propia organización, formada por hombres inteligentes, donde destacaban dos de las cabezas mejor dotadas para el crimen organizado: Frank Costello y Meyer Lansky, que eran conscientes de los inconvenientes que todo conflicto entre bandas acarrea en los negocios. Años después, Frank Costello sería el encargado de estrechar las buenas relaciones diplomáticas entre la Mafia y los políticos; Meyer Lansky sería el genio de las finanzas que haría del crimen una potente máquina de hacer dinero.

Así las cosas, entre Luciano, Costello y Lansky decidieron acabar con la guerra que se estaba llevando a cabo en las calles de Nueva York. Pero como aún no eran lo suficientemente fuertes como para hacerse con el poder, resolvieron asesinar a Masseria y apoyar en la guerra a Maranzano. Con el beneplácito de Maranzano, el 15 de abril de 1931 eliminaron a Masseria y eso significó el fin de la guerra. Dos meses después, Salvatore Maranzano se convirtió en Capo di Tutti Capi y dividió Nueva York en cinco familias. Era el primer paso que se daba hacia una Mafia distinta, muy alejada ya de La Mano Negra de Balsamo.

El siguiente movimiento tuvo lugar el 9 de septiembre de ese mismo año, cuando Lucky Luciano le encargó a Albert Anastasia que eliminara a Maranzano. Dos días después, Luciano envió a algunos de sus hombres por todo el país para que aniquilaran, en el plazo de cuarenta y ocho horas, a sesenta y dos mafiosos vinculados a la organización de Maranzano. Las matanzas perpetradas entre los días 11 y 12 de septiembre de 1931 pasarían a conocerse como la Noche de las Vísperas Sicilianas. Con ellas daba comienzo el reinado de Lucky Luciano.

Desde su cuartel general del Hotel Waldorf Astoria de Nueva York, Luciano organizó la Mafia en Estados Unidos. Entre otras medidas creó el Sindicato Nacional del Crimen y la llamada Comisión, estrechó las relaciones con las bandas mafiosas de judíos e irlandeses, que pasaron a formar parte del Sindicato, y estableció por todo el país una vastísima red de miles de asociados que, sin ser miembros hechos de la mafia, colaboraban con las 28 familias de Cosa Nostra en Estados Unidos.

El mismo año de la caída de Al Capone en Chicago, Lucky Luciano, desde Nueva York, hacía realidad una nueva estructura para el Crimen Organizado a todo lo largo y ancho del país. No es posible reseñar mejor el sueño criminal de nuestro hombre, que como lo hace Eric Frattini en su libro Mafia S. A.:

“Lucky Luciano convirtió a la organización de Al Capone en un juego de niños”.

Y, por supuesto, tuvo la habilidad y la inteligencia de no olvidarse de sus viejos amigos de la infancia:

  • Albert Anastasia se encargó de los ejecutores de la firma Asesinato S.A.
  • Frank Costello, de las relaciones diplomáticas con policías, jueces y políticos, corrompiendo así las instituciones oficiales que podían amenazar al Sindicato.
  • Joe Adonis, quien posteriormente sería conocido como Mr. A, haría tándem con Costello en las altas esferas, y organizando los garitos de juegos y apuestas.
  • Meyer Lansky se ocuparía de las finanzas y de mantener las buenas relaciones entre las familias
  • Vito Genovese sería el vicejefe de la organización.
  • Longy Zwilmann se ocupó de los negocios de Nueva Jersey y heredaría más tarde el imperio de Dutch Schultz.
  • Benjamín Siegel, el seductor Bugsy, representaría los negocios del Sindicato en Hollywood.
  • Y Louis Lepke Buchalter controló los negocios del juego en la ciudad de Nueva York.

En poco menos de veinte años, los miembros de aquella banda de delincuentes neoyorquinos se habían convertido en los amos de Estados Unidos.

Además de todo esto, se instituyó un órgano asesor del Sindicato dirigido por Meyer Lansky, al que se conoció como “el Gran Seis”, formado por tres miembros de origen judío (Meyer Lansky, Longy Zwillman y Jake Greasy Guzik, antiguo líder de la banda de Capone), y tres de origen italiano (Frank Costello, Joe Adonis y Tony Accardo, el Padrino de Chicago). Nueva York y Chicago se convirtieron así en las dos principales sedes de Cosa Nostra.


Lucky Luciano

Lucky Luciano, naturalmente, era el director de aquella impresionante orquesta. Pero un director que decidió ocultarse y actuar desde la sombra. A diferencia de Capone, a Luciano no le gustaba hacerse publicidad. En esto era un auténtico mafioso siciliano. Supo rodearse de un aura de misterio que le acabó beneficiando; de forma tácita, entre los hombres hechos de la Cosa Nostra, se estableció la norma de no pronunciar ni siquiera su nombre. Se referían a él como “el Jefe”, “el Gran Lu” o incluso “el Amo”. No obstante, y a pesar de todo su poder, el fiscal Thomas E. Dewey consiguió llevarlo a prisión en 1936.

Todo ocurrió a consecuencia de la afición de Lucky Luciano de rodearse de prostitutas. Por aquel entonces, la organización de Luciano controlaba ciento cincuenta prostíbulos con más de un millar de profesionales. La mayoría de estos garitos estaban controlados por Nancy Presser, una madame a la que Luciano recurría a menudo en busca de compañía especializada, y a la que pagaba elevadas sumas por sus servicios. Pero la casualidad intervino en el asunto y jugó en contra de nuestro hombre.

Lucky Luciano- Wanted

Resulta que Nancy Presser compartía piso con una chica llamada Betty, que era la novia de un policía. Muchas noches, Nancy le contaba a Betty lo que oía cuando estaba en compañía de Luciano, y después la otra iba y se lo contaba al agente, que empezó a interesarse por el asunto e inició una investigación. Los informes del agente de policía caerían al poco en manos del fiscal Dewey, quien llevó a Luciano ante los tribunales bajo la acusación de promover la prostitución y violar la llamada Acta Mann, una ley aprobada por el Congreso en 1910 que condenaba la trata de blancas para fines inmorales. Quien había organizado el crimen en Estados Unidos, sería encontrado culpable de sesenta y ocho delitos de proxenetismo y condenado a una pena de entre treinta y cincuenta años de cárcel sin posibilidad de conseguir la libertad condicional. El mismo día en el que se le leyó la condena, fue encerrado en la penitenciaria de mayor seguridad del Estado de Nueva York, en Dannemora, más conocida como la “Siberia” americana.

La historia de cómo conseguiría salir Lucky Luciano de la cárcel diez años más tarde, constituye en sí mismo una obra maestra de la Mafia en Estados Unidos, y da una visión cabal de hasta qué punto los miembros de aquella banda de delincuentes fueron, sin precedentes, unos verdaderos genios del crimen organizado.

La gran oportunidad llegó tras la entrada de EE.UU en la II Guerra  Mundial, pero sobre todo cuando el buque USS Normandie fue hundido, supuestamente por los submarinos nazis, en los muelles de Nueva York.

Tras esta desafortunada desgracia, el gobierno de la nación recurrió a Lucky Luciano en busca de ayuda. Por aquel entonces, Tony Anastasia, el hermano de Albert, era, dentro de la organización de Luciano, el señor de los muelles de Nueva York y Nueva Jersey. Ante el desastre del buque Normandie, el Servicio de Inteligencia Naval decidió colaborar con la Mafia para proteger los cientos de kilómetros de muelle y todos los puertos de la costa oeste. Lucky Luciano, desde Dannemora, dio la orden de proteger a la nación de la amenaza nazi.

Tras esto, gracias a una habilidosa campaña de propaganda dirigida por Frank Costello y Meyer Lansky, Lucky Luciano se convirtió en un héroe nacional. Ellos sabían de sobra que a los americanos les encantan los personajes que realizan hazañas increíbles, y la de Luciano, de cara a la opinión pública, era una heroicidad propia de un gran hombre. De la noche a la mañana, el mayor criminal de los Estados Unidos se había convertido en un salvador de la patria.

En las negociaciones posteriores, Frank Costello le exigió al gobierno que cambiara a Luciano a una prisión de menor seguridad, cosa que se hizo de inmediato. Su nuevo lugar de residencia sería la penitenciaria de Great Medow, en Albany. Y un año después de finalizada la guerra, se recompensó a Luciano con la libertad condicional por los servicios prestados a la nación. Curiosamente, el hombre que firmó su libertad fue el antiguo fiscal Thomas E. Dewey, ahora convertido en gobernador de Nueva York. Pero esta libertad debía disfrutarla en Italia, no en Estados Unidos.

En febrero de 1946, Charles Lucky Luciano fue deportado a su país de origen, adonde llegaría a bordo del buque USS Laura Kane. El día de su marcha rumbo a Europa, al espigón del muelle del que zarpó el barco en el que viajaba “el Gran Lu”, se acercaron sus viejos amigos Joe Adonis, Albert Anastasia, Meyer Lansky y Frank Costello. Deseaban presentarle sus respetos al gran Padrino que había sido expulsado de Estados Unidos.

Con la marcha de Luciano comenzó una nueva etapa en la Cosa Nostra, pero también en la vida de nuestro hombre.

De dos maneras se puede hacer carrera dentro de la Mafia. El mafioso inteligente puede recurrir a dos frentes:

  1. O bien la organización política de un territorio bajo su mando.
  2. O bien los grandes negocios que no precisan de lugar de residencia.

Hasta su marcha en 1946, Lucky Luciano exploró hasta sus últimas consecuencias la primera vía; a partir de este mismo año, y desde Nápoles, en Italia, se dedicó a explorar las inmensas posibilidades que ofrecían los negocios, tanto legales como ilegales, incluyendo los narcóticos, pero sin llegar nunca a establecer un control territorial.

Lucky Luciano puso la primera piedra del peligroso puente comercial que se establecería entre la Cosa Nostra siciliana y la Cosa Nostra norteamericana. Ese mismo año, y tras un viaje relámpago a la ciudad de La Habana, sería nombrado con toda justicia Capo di tutti Capi.

Dieciséis años más tarde, el 25 de enero de 1962, moriría a consecuencia de un infarto en el aeropuerto Capodichino de Nápoles. Aquel día había quedado con Martin Gosch, un productor y guionista de Hollywood que deseaba realizar una película sobre su vida. Según parece, Martin Gosch vio muy desmejorado aquel día al viejo mafioso. Cuando se acercó a él para saludarlo, las palabras de Luciano lo dejaron perplejo.

– Este jodido me va a matar – dijo el gran Lu.

– ¿Quién va a matarte, Charly? – le preguntó Gosch.

La respuesta de Luciano, antes de derrumbarse, fue demasiado misteriosa:

– Todos, todos ellos. Dile a Lansky que guarde el dinero.

Cadáver de Lucky Luciano


Asesinato S. A.

La firma Asesinato S. A. (la Murder Incorporated) fue el brazo ejecutor del Sindicato del Crimen durante décadas. Había sido creada por Lucky Luciano, pero estaba bajo el mando de Albert Anastasia (El Verdugo), quien se encargaba de imponer las sanciones disciplinarias dictadas por la Comisión.

No se trataba de una vulgar pandilla de asesinos. Muy al contrario; se regía por unas rígidas normas destinadas a hacer del crimen solo una cuestión de negocios, con el fin de evitar así las venganzas personales y las represalias.

Las ejecuciones recibían el nombre de “contratos”, y las dos normas básicas por las que se regían estos contratos eran las siguientes:

  1. La Murder Inc. solo estaba legitimada para llevar a cabo sus acciones sobre miembros del Sindicato, una vez ordenadas por La Comisión.
  2. Para no perder su influencia en las altas esferas, estaba totalmente prohibido concederle un contrato a policías, jueces, políticos, agentes federales, fiscales y cualquier otra clase de miembros del orden.

Con el fin de evitar suspicacias, a Asesinato S.A. pertenecían torpedos de todas las nacionalidades que constituían el Sindicato del Crimen en calidad de asociados a Cosa Nostra. El propósito de esta medida era dejar claro que detrás de las actuaciones de Murder Inc. no había nada personal, solo negocios.

Murder Incorporated

Grupo de asesinos de la Murder Incorporated


La muerte de Joe Masseria

El asesinato de Giuseppe Masseria se realizó siguiendo una especie de ritual que respetaba la más pura tradición siciliana. Al jefe que había de ser asesinado se le obsequió con un estupendo ágape y,  tras la comida, fue acribillado a balazos.

El 15 de abril de 1931, Luciano invitó a comer a Joe Masseria junto a dos importantes capos de la organización: Vito Genovese y Ciro Terranova. El lugar elegido fue un estupendo restaurante italiano de Coney Island llamado Nuova Villa Tammaro, propiedad de Gerardo Scarpato, quien además de ser un magnífico cocinero era amigo personal de Lucky Luciano.

El banquete dio comienzo a las doce y media del mediodía, pero sobre las tres y media de la tarde Vito Genovese y Ciro Terranova pidieron permiso para marcharse con la excusa de que debían atender una serie de diligencias en el Bronx, cuando en realidad iban a darles las instrucciones precisas a sus hombres y a esperar la señal de su jefe.

En el restaurante se quedaron Masseria y Luciano jugando a las cartas, y al poco, Luciano le pidió permiso a su padrino para levantarse e ir al baño, favor que el otro le concedió, como es lógico. Naturalmente, esa era la señal que los otros dos estaban esperando. Instantes después, con Luciano todavía dentro del baño, entraron cuatro hombres en el local y se dirigieron a la mesa en la que se encontraba Giuseppe Masseria. Sin demora, sacaron sus pistolas del calibre 38 y dispararon contra el cuerpo del Padrino, que recibió 25 balazos en la cabeza, el cuello y la espalda.

La Muerte de Giuseppe Masseria

Una representación gráfica del asesinato de Masseria


El asesinato de Salvatore Maranzano

 El 9 de septiembre de 1931, a Salvatore Maranzano se le ocurrió contratar a un asesino irlandés para acabar con la vida de Lucky Luciano y de su segundo al mando, Vito Genovese. Según declararía en 1963 Joseph Valachi ante el Senado de los Estados Unidos, Maranzano no solo pretendía asesinar a Luciano y Genovese, sino llevar a cabo un auténtico ajuste de cuentas con las nuevas figuras que podrían en un futuro ensombrecer su reinado.

Maranzano le confesó a Valachi, quien por entonces era su guardaespaldas, que después de vérselas con Luciano y Genovese se las vería con Capone, Willie Moretti, Frank Costello, Joe Adonis y Dutch Schultz. Pero el plan le falló con los primeros porque llegó a oídos de Luciano los propósitos del Padrino y resolvió darle una sorpresa aquel mismo día.

Salvatore Maranzano concertó una cita con los dos mafiosos para las tres de la tarde en su oficina del número 230 de Park Avenue. En aquel lugar estaba previsto que Vincent Coll, un psicópata al que todos conocían como Perro Loco, los asesinara. Pero nada de esto llegó a ocurrir.

Una hora antes del encuentro, dos ejecutores de Asesinato S.A., a las órdenes de Albert Anastasia, llamaron a la puerta de la oficina de Salvatore Maranzano, que en aquel momento se encontraba solo. Aquellos dos torpedos eran Abe Weinberg y Sammy Levine, quienes asesinaron a puñaladas a Maranzano antes de darle el tiro de gracia en la nuca.

Joe Masseria y Salvatore Maranzano


La Noche de las Vísperas Sicilianas

Algo parecido a la matanza que Salvatore Maranzano pretendía llevar a cabo eliminando a los jóvenes mafiosos que comenzaban a descollar dentro de la Mafia, fue perpetrada por Lucky Luciano durante los días 11 y 12 de septiembre de 1931 en lo que se dio en llamar la Noche de las Vísperas Sicilianas, cuando fueron aniquilados los más importantes mafiosos de la generación anterior (los viejos Pete Mostachos), cuyos métodos habían quedado obsoletos y que podían amenazar el nuevo orden establecido tras la creación del Sindicato del Crimen.


El sabotaje del USS Normandie

La verdad sobre el hundimiento del buque USS Normandie se conoce gracias a dos documentos de carácter biográfico:

  1. El primero de ellos son las Memorias póstumas del propio Lucky Luciano, donde reveló que fue un sabotaje perpetrado por miembros de la Mafia.
  2. El segundo documento, que vino a ratificar esta teoría, fue la Biografía autorizada que dos autores israelíes escribieron sobre Meyer Lansky.

El propósito de este sabotaje, lógicamente, fue avivar el pánico de la población civil y de las autoridades militares para que solicitaran la ayuda de Luciano en la protección de los muelles y los puertos de la costa oeste.

Uss Normandie

El Normandie en llamas, en el Puerto de Nueva York, 9 de Febrero de 1942


Meyer Lansky

Meyer Lansky

Imagen de la ficha policial de Meyer Lansky

Aunque nunca fue un hombre hecho de Cosa Nostra debido a su origen judío, Meyer Lansky (1902-1983) fue sin duda uno de los más importantes líderes de la Mafia en Estados Unidos. Amigo íntimo de Lucky Luciano desde la infancia, fue protagonista de los principales acontecimientos de la historia del Sindicato del Crimen durante seis décadas.

Sin el genial asesoramiento de este judío polaco, cuyo verdadero nombre era Maier Suchowljansky, es probable que nunca hubieran existido ni la Comisión, ni Asesinato S.A y ni siquiera las estrechas relaciones que mantuvieron entre sí durante todo el siglo XX las 28 familias de la Cosa Nostra.

Meyer Lansky fue un verdadero dirigente en la sombra, líder indiscutible de la Kosher Nostra judía y el máximo responsable de la expansión de los negocios del Sindicato en la Cuba de Battista y en el estado de Nevada. Después del asesinato de su amigo Bugsy Siegel, Meyer Lansky fue quien convirtió la ciudad de las Vegas en lo que hoy es, el mayor reino del juego que existe en el mundo.

Aunque desde 1970 sufrió la persecución implacable del FBI por distintos delitos federales, nunca consiguieron encerrarlo. Como a tantos cabecillas del Crimen Organizado, también a Lansky lo acusaron por impago de impuestos, pero curiosamente fue declarado “no culpable”. También en la década de 1970, Lansky quiso acogerse a la llamada “ley de no retorno” del gobierno de Israel, reclamando así la nacionalidad israelí, pero el gobierno judío prefirió no comprometer sus relaciones con la CIA y le negó la entrada en el país.

Meyer Lansky se establecería definitivamente en Miami, donde murió plácidamente en 1983. Sin lugar a dudas fue, junto a Johnny Torrio, la más brillante cabeza del Crimen Organizado.

Meyer Lansky niega la existencia de la Mafia

Fue casi una consigna de Cosa Nostra la negación constante de la propia existencia de la Mafia


Como curiosidad, la vida de Meyer Lansky inspiró a Mario Puzo y Francis Ford Coppola para la creación del personaje de Hyman Roth en la segunda parte de El Padrino. Al famoso gángster lo interpretó en la pantalla el actor Lee Strasberg.

Meyer Lansky - Lee Strasberg


 Louis Lepke Buchalter

Louis Lepke Buchalter - Wanted

Louis Lepke Buchalter (1897-1944), amigo de la infancia de Lucky Luciano, llegaría a convertirse en el más famoso gángster de la década de 1930. Además de dirigir los negocios del juego en Nueva York, fue uno de los históricos ejecutores de Asesinato S.A., y miembro asimismo de la Kosher Nostra de Meyer Lansky.

Debido a sus múltiples asesinatos, se convirtió en objetivo prioritario de la persecución del director del FBI Edgar J. Hoover y del fiscal Thomas E. Dewey, hasta que fue detenido en 1939. Encerrado en una prisión federal, en 1944 se convirtió en el primer mafioso que fue ejecutado en la silla eléctrica.

Louis Lepke Buchalter - Ejecutado en Sing Sing


  De La Historia del Crimen Organizado, Agustín Celis Sánchez, Ed. Libsa, Madrid, 2009


Enlaces recomendados sobre Lucky Luciano, en Jot Down: 

I, Érase una vez en Manhattan

II, La Guerra de los Castellammarese

III, Al César lo que es del César

IV, Amo de la Tierra y de los Mares

VEl Ocaso


The Golden Rose, de Donato Giancola, 2007

Un mundo de seres fantásticos


Al final de nuestro libro sobre criaturas fantásticas, Alejandra Ramírez y yo incluimos una especie de epílogo que titulamos Los seres fantásticos en nuestro mundo, donde pretendimos crear algo así como un aula de exposiciones en el que poder hacer un rápido repaso a las obras y autores más relevantes que, de un modo u otro, hubieran tratado el fabuloso mundo de los seres fantásticos.

Desde el principio lo concebimos como un mágico museo de grandes creaciones artísticas, dividido en cuatro salas o secciones: «en la literatura, en el cine, en la música y en otras artes». Luego, cuando el libro fue publicado, nos dimos cuenta de que, por exigencias editoriales, esa parte de nuestro manual no contaba con el apoyo de ilustraciones que hubiera necesitado para ser visualmente más atractivo.

Aprovechando la ocasión que este blog me proporciona, y aun a riesgo de que la abundancia de imágenes pueda ralentizar la carga de la página, quiero subsanar esa omisión de nuestro Bestiario acompañando aquel texto con algunas de las ilustraciones que precisa.


Los seres fantásticos en la literatura

¿Qué sabemos de los más inconfesables intereses de los hombres de la prehistoria? En realidad no demasiado, aunque se hayan escrito tantos libros sobre ese tema. Pero de una cosa podemos estar seguros: ya en aquella época los hombres eran aficionados a manifestar lo que pensaban del mundo, lo que habían visto durante la jornada y hasta lo que creían saber de las generaciones que les habían precedido, y es bueno saber esto para tener una memoria común con muchos siglos de antigüedad.

Probablemente, las historias que hablan de seres fantásticos sean tan antiguas como el ser humano, y seguramente nacieron como nacen las canciones y los relatos populares; de la improvisación de un creador anónimo que se atreve a narrar lo que sabe, rodeado de un grupo que entiende su misma lengua, alrededor de un fuego, apoyado en el tronco de un árbol o contemplando el movimiento del agua a la orilla de un río. Los demás permanecerán en silencio, escucharán el relato y llegarán a aprendérselo, y desde ese instante pasará de generación en generación, modificándose en mil y una variantes hasta que alguien sea capaz de ponerlo por escrito. Pertenecerá a la tradición de los pueblos, y habrá innumerables versiones de la misma historia, quizá tantas como narradores haya tenido.

La literatura de todas las civilizaciones fue en un principio literatura oral, y no por carecer de testimonio escrito deja de ser literatura. También ahora, en nuestra época, existe una infinita cantidad de leyendas que podrían formar parte de la mejor literatura de todos los tiempos si fueran puestas sobre papel, y muchos de esos relatos hablan todavía de seres fantásticos, y puede que tengan siglos de antigüedad. A veces ocurre que un anciano nos cuenta una historia y al acabar comenta: “esta historia es muy antigua; me la contó mi madre cuando yo tenía diez años”. Pero obviamentete es mucho más vieja que la propia madre de ese anciano.

Hemos comenzado hablando de la literatura oral porque suele ser la gran olvidada. En un caso como el de los seres fantásticos es tan importante como la literatura escrita, o incluso más. Si no fuera por las leyendas que se cuentan en los pueblos no conoceríamos tan bien a estos personajes ni tendríamos tal cantidad de noticias sobre ellos, y por eso hemos incluido tantas historias en el libro, muchas de ellas pertenecientes a la memoria del pueblo, que ignora por completo quién pudo ser su creador. Y aún habría que decir más: muchos de los libros escritos sobre los seres fantásticos no son sino recreaciones artísticas de leyendas folclóricas. En estos casos, a sus autores les debemos el talento o la genialidad de haber construido verdaderas obras maestras a partir de la materia legendaria que llegó a sus manos y a la que supieron darle una forma literaria capaz de pervivir, pero no su invención. Así ocurre con casi toda la mitología clásica, incluidos Homero y Ovidio, pero también con los autores anónimos que dejaron por escrito los cuentos medievales, con Shakespeare, con Bram Stoker y con muchos otros.

Una de las obras que se disputan el honor de estar entre las primeras manifestaciones de literatura escrita es el Poema de Gilgamesh, y ya en él aparecen criaturas fantásticas, entre ellas el dragón y varias especies relacionadas con el inframundo. Fue escrito con caracteres cuneiformes y se conservan varias versiones distintas de diferentes periodos, aunque la más completa de todas data del segundo milenio a. de C. Estas criaturas fantásticas pertenecen a la mitología sumeria e influyeron en todo el oriente próximo, la mitología babilónica, la persa, la hitita e incluso la bíblica.

En realidad todas las mitologías de las antiguas civilizaciones abundan en seres que hoy pueden ser considerados como fantásticos, y por tanto la literatura que de ellas se deriva manifiesta su interés por ellos. Otro ejemplo destacado pueden ser los Upanisad hindúes, del siglo VI-IV a. de C., donde entre otros seres fabulosos aparecen las apsaras y los gandharvas, que guardan relación con las ninfas, las hadas y los duendes, aunque también con los íncubos, pues los gandharvas son espíritus capaces de poseer a mujeres mortales.


Seres fantásticos - Estatua de una apsará

Estatua de una apsará en Angkor Wat (Camboya). Fotografía de Manfred Werner


Mucho más cercana a nuestra cultura es, sin duda, la mitología griega, donde ya nos encontramos con abundantes obras que recrean las aventuras y desventuras de una multitud de criaturas inolvidables. Algunos de los autores más afamados son Homero, Hesíodo, Heródoto, Esquilo o Sófocles. Pero como en este repaso a la literatura nos hemos propuesto mencionar únicamente obras esenciales para el conocimiento de los seres fantásticos, recomendaremos solo dos: la Ilíada y la Odisea, ambas de Homero (s. IX a. de C.), donde aparecen un buen repertorio de personajes míticos. Tal vez haya que incluir una tercera: la Teogonía de Hesíodo (s. VIII a. de C.). Pero sigamos.

A menudo se ha dicho que la antigua Roma adoptó el Panteón griego y se adueñó de sus mitos. Y bueno, esto es verdad, pero no es totalmente cierto. Los romanos reorientaron los mitos y los adaptaron a sus intereses, pero no solo los de los griegos; a medida que fueron ampliando sus territorios fueron haciendo suyos los mitos de los pueblos conquistados. El resultado es una mezcolanza de mitología griega, egipcia, celta, etc. De este periodo histórico, sin duda el autor que mejor supo enriquecer su obra con seres fantásticos de leyenda fue Ovidio (43 a. de C.- 17 d. de C.); sus Metamorfosis son un compendio de narraciones mitológicas donde aparecen prácticamente todas las criaturas míticas conocidas en la época. De igual importancia, pero de distinto interés, es la Historia Natural de Plinio el Viejo, que murió en el año 79 d. de C. a consecuencia de la erupción del monte Vesubio. Su curiosidad y su ansia de conocimientos le hicieron acercarse demasiado al lugar de la catástrofe para dar posterior testimonio de este hecho. No podría hacerlo: los vapores de la erupción acabaron con su vida. En su inmensa obra, formada por 37 volúmenes, trata una enorme variedad de temas, entre ellos la zoología. Muchos de los seres fantásticos que nosotros estudiamos en nuestro Bestiario aparecen nombrados en la obra de este autor como animales reales. ¿Se equivocaba este sabio en sus conclusiones o desaparecieron dichas criaturas junto con la pérdida de la visión mágica del mundo?

Con posterioridad, quizás lo más relevante sean los muchos bestiarios que se escribieron debido al interés que la Iglesia mostró por este tema, que utilizó como instrucción moral y religiosa. Abundan los títulos, pero valgan como referencia el primero de ellos, el famoso Phisiologus, del siglo II d. de C., el De monstris, del siglo VI y el Liber monstruorum, ya en plena Edad Media. Autores como San Basilio, San Ambrosio o San Isidoro de Sevilla también incursionaron en este terreno. Criaturas como el ave Fénix, el basilisco, la rémora, el grifo, la anfisbena o el catoblepas son algunos de los clásicos en estos bestiarios, que inspiraron el simbolismo animal de arquitectos, pintores y escritores medievales.


Seres fantásticos - El Ave Fénix

El Ave Fénix en Las Crónicas de Nuremberg


También Dante Aliguieri (1265-1321) mostró interés por las criaturas fantásticas. En el Infierno que imaginó para la Divina Comedia aparecen como guardianes las furias, el can Cerbero, el Minotauro, los centauros, las harpías y los gigantes.

Mención aparte merecen las novelas de caballería y los libros de viajes fantásticos, más conocidos como novelas bizantinas, en los que, para mayor honra y fama de los protagonistas, figuran muchos monstruos con los que el héroe debe luchar y a los que siempre vence, siendo los dragones y los gigantes los más habituales.

Durante el Renacimiento y el Barroco, con la exaltación del hombre como medida de todas las cosas, se recuperó la cultura grecolatina, y con ella todos sus mitos y sus criaturas fantásticas. Pero nombraremos solo a dos autores: Luis de Góngora (1561-1627), con su Fábula de Polifemo y Galatea (1613), donde aparece recreada la ternura de un cíclope enamorado de una ninfa; y Shakespeare (1564-1616), que en muchas de sus obras demostró ser un hábil recreador de mitos y leyendas, no solo de la cultura clásica sino también de la tradición popular. El mejor ejemplo de esto último es El sueño de una noche de verano, escrita en 1595, donde la intriga corre a cargo de una serie de parejas y amores cruzados y no correspondidos, todo ello bajo el influjo de las hadas.


Desfile de Hadas, de Xavier Gordillo

Desfile de Hadas, de Xavier Gordillo


A partir del siglo XVIII se produce un curioso fenómeno. A pesar de que el escepticismo racionalista abolió la creencia en los seres fantásticos, hasta entonces muy arraigada en los países protestantes, propició su tratamiento literario. Será durante esta época cuando los relatos sobre criaturas imaginarias se conviertan en un subgénero claramente diferenciado; primero con intención satírica y moral, utilizando a las criaturas fantásticas para burlarse de la sociedad y del género humano, y posteriormente, ya cercano el Romanticismo, como historias de miedo gracias a la irrupción de la novela gótica. De la primera tendencia queremos nombrar Los Viajes de Gulliver (1726) de Jonathan Swift (1667-1745). Como el más acabado ejemplo de la novela gótica,  y fruto de la confianza en la ciencia que comenzaba a sentirse en la época, tenemos el Frankenstein (1818) de Mary Shelley (1797-1851).

Desde entonces, se multiplican las obras donde los seres fantásticos cobran un protagonismo cada vez más relevante. Se multiplican los títulos, pero nombraremos solo obras maestras de indudable trascendencia. Ahora serán los fantasmas, las brujas, los muertos vivientes, los vampiros, los ghouls o las hadas los protagonistas de muchas obras. Arthur Machen, Lovecraft, Poe, Conan Doyle o Charles Dickens son solo algunos de los cultivadores. Pero subrayamos la importancia de dos autores: Lewis Carroll (1832-1898) y Bram Stoker (1847-1912). Alicia en el País de las Maravillas (1865) es, sin duda, una de las creaciones que más han contribuido a ampliar el horizonte de la literatura fantástica, para niños y para adultos. En cuanto a Drácula (1897), sigue siendo una fuente de ficción que no se agota a pesar del abuso al que se ha visto sometido el vampiro por excelencia.

Como curiosidad, y como rareza, nombraremos una obra aparecida a principios del siglo XX y que consiguió una enorme popularidad por el tema que en ella se trata. Es El Golem (1915), de Gustav Meyrink (1868-1932).


El Golem, de Gustav Meyrink


El siglo XX fue muy fecundo en el tratamiento de los seres fantásticos. Son tantos los libros de los que habría que hablar, que no caben en esta breve exposición que solo pretende recomendar una serie de obras fundamentales. Por sí mismo, el siglo XX necesitaría un ensayo para él solo. Eso sí, son de lectura obligatoria para todos los interesados en las criaturas imaginarias estos tres autores, de los que hemos tenido ocasión de hablar en nuestro bestiario: J. R. R Tolkien (1892-1973), autor de El Hobbit (1937), El Señor de los Anillos (1954-1955) y El Silmarillion (1977); Michael Ende (1929-1995), autor de Momo (1973) y La Historia Interminable (1979); y J. K. Rowling (1965-), autora de la saga de Harry Potter.


Los seres fantásticos en el cine

La historia del cine está desde sus inicios ligada a la ficción. Su propio formato le permite al hombre soñar y plasmar en el celuloide todo lo que alguna vez ha imaginado. Solo en el cine podemos ver volar a Superman, o a King Kong escalando el Empire State o a Harry Potter a lomos del Hipogrifo. Los seres fantásticos encontraron su medio de expresión en el cine, sobre todo en los géneros de ciencia de ficción y de terror. Pero el cine necesita argumentos. Algunos surgen de la imaginación del director, los menos, pues la mayoría de estas películas son adaptaciones de novelas o de cómics.

Frankenstein - Boris KarloffLa preocupación del hombre por los seres imaginarios quedó plasmada en los primeros años del cine, cuando en apenas tres años vieron la luz películas míticas como Frankenstein (1931), Drácula (1931), La momia (1932), King Kong (1933) y El hombre invisible (1933). Estas producciones tuvieron tanto éxito que no tardaron muchos años en surgir nuevas secuelas. solo del mito de Frankenstein se rodó en poco tiempo La novia de Frankestein (1935), La sombra de Frankenstein (1939) y El fantasma de Frankenstein (1942). La misma suerte corrió el legendario vampiro, que tras el éxito del Drácula protagonizado por Bela Lugosi en 1931, aparecieron La hija de Drácula (1936), El hijo de Drácula (1943) y La mansión de Drácula (1945), sin olvidar el clásico Nosferatu, dirigida por el realizador alemán F.W. Murnau en 1922 y basada en el mismo mito.

En estos primeros años se puede hablar de una auténtica fiebre del cine. Su precio asequible para todos los públicos, Nosferatuel atractivo de las sesiones dobles, que incluían un serie antes de la película, y el encanto del propio medio, lo convirtieron en la principal opción de ocio. La consecuencia fue un innumerable número de producciones de baja calidad y escaso presupuesto que daban salida al ávido mercado que exigía un título cada noche. Habrá que esperar hasta los años 60, cuando la televisión se extienda y se amplíen los medios de entretenimiento, para que este sector se normalice y regresen las producciones de calidad.

En 1945 un hecho histórico, el lanzamiento de la bomba atómica sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, da un giro en las películas de ciencia ficción, que se ven influidas por el pánico a las radiaciones de la energía nuclear y los peligros de la bomba atómica. En los años 50 surgen una serie de películas de serie B que muestran las mutaciones y las consecuencias de la energía nuclear en los seres vivos, con títulos como El ataque de los monstruos cangrejos (1955), Tarántula (1955), El increíble hombre menguante (1957), El ataque de la mujer de 50 pies (1958) o El ataque de las sanguijuelas gigantes (1959). También de 1955, y dirigido por el director Bert I. Gordon, es el filme Cíclopes, que retrata la odisea de un científico que se ve convertido en un monstruo de quince metros por culpa de la radiactividad. Destacamos este título no por su interés para la historia del cine, sino porque el Cíclope es uno de los seres que hemos tratado en profundidad en nuestro bestiario.

La momia, 1999Como hemos visto hasta ahora, los seres fantásticos iniciaron su andadura en la gran pantalla en los géneros de terror y ciencia ficción, del que nunca se apartarán, pero con el transcurso del tiempo acabaron introduciéndose en otros géneros como la comedia y el cine de aventuras. Un claro ejemplo lo encontramos en la película La momia (The Mummy, 1999), en la que su director Stephen Sommers retoma todos los tópicos del personaje de terror para crear una entretenida película de aventuras. En vista del éxito obtenido, el director se atrevió dos años más tarde con su continuación en El regreso de la momia (The Mummy Returns, 2001). En la misma línea, Chuck Russel dirige El rey Escorpión (2002).

Unos años antes el director Ron Howard ya había estrenado la película Splash (1984), la historia de una sirena moderna contada en clave de comedia, mientras que en 1989 la fábrica Disney lanzó su éxito La sirenita, una adaptación bastante libre del cuento de Andersen.

Pero será gracias a las adaptaciones cinematográficas de El Señor de los Anillos y del jovencísimo Harry Potter, Basilisco, Harry Pottercuando tengamos ocasión de ver desfilar a un gran número de seres fantásticos por la pantalla. De la obra de J.R.R. Tolkien, profesor de literatura inglesa medieval y autor de El Señor de los Anillos, surgirán personajes como los elfos, idealizados en el papel de Légolas, los enanos, los orcos, los hobbits, los ents o los trasgos; llevados al cine de modo magistral por el director Peter Jackson. A la imaginación de J.K. Rowling le debemos la saga de Harry Potter, adaptada también al cine, en la que encontramos, entre otros, al mágico Hipogrifo, al elfo doméstico, a los Pixies de Cornualles, al mítico ave fénix y al peligroso basilisco, aquí convertido en una serpiente de tamaño gigantesco que mata con su mirada.

Muchos otros seres de nuestro bestiario han tenido también sus minutos de gloria en el cine, este es el caso del Ghoul, que ha estado en las carteleras en dos ocasiones: una dirigida por T. Hayes Hunter y con Boris Karloff en el papel de Ghoul (The Ghoul, 1933), y una segunda de manos del director Freddie Francis y con Don Henderson en el papel de la bestia (The Ghoul, 1975). Más antigua es la película alemana El Golem (Der Golem), dirigida por Paul Wegener y Carl Boese en 1920 y estrenada en 1926. Ésta era la tercera versión que realizaba Wegener sobre el mito del Golem, aunque de la primera no se conserva nada y de la segunda apenas cinco minutos en la cinemateca de Munich.

Otra bestia mítica que ha traspasado la pantalla ha sido el ave Garuda, película dirigida por Monthon Arayangkoon en el año 2004 y basada en una antigua leyenda Tailandesa.

Más suerte ha tenido un personaje malvado de los cuentos infantiles, el ogro, que ha visto alterada su historia para convertirse en el entrañable Shrek, un ogro verde y bondadoso de animación creado por los Estudios DreamWorks en el año 2001.

No hemos incluido en nuestro bestiario a seres fantásticos surgidos de la pantalla del cine por ser muy reciente su creación y no tener el suficiente peso en el folclore, aunque bien merecerían un lugar en un bestiario del año 3000. Pensamos en personajes tan entrañables como los Gremlins, Eduardo Manos Tijeras, cualquiera de la saga de La Guerra de las Galaxias, de El planeta de los Simios o de La Historia Interminable.


Seres fantásticos - La Historia Interminable


No queremos terminar nuestro repaso a los “monstruos” del cine sin nombrar las versiones más recientes de mitos como el Vampiro, Frankenstein o el Hombre Lobo. No enumeramos todas las películas en las que han aparecido porque su listado es muy extenso. Nos conformamos con que no queden en el olvido películas tan hermosas como el Drácula de Bram Stoker (1992), de Francis Ford Coppola, o La sombra del vampiro (2000), dirigida por Elias Merhige y protagonizada por John Malkovich; un homenaje al Nosferatu de Murnau. Menos fortuna tuvo el actor y director Kenneth Branagh con su película Frankenstein de Mary Shelley (1994), mientras que el director Anthony Waller se atrevió en 1997 con una comedia terrorífica en clave de humor del legendario licántropo en su película Un lobo hombre americano en París. Otras versiones de gran éxito fueron Entrevista con el vampiro (1994) y Hombre lobo americano en Londres (1981).


Los seres fantásticos en la música

El hombre es un ser contradictorio por naturaleza. Por un lado, siente un impulso natural que le invita a comunicarse con los seres que le rodean, propio de un animal social como él; pero, por otro, su historia está llena de malentendidos y de guerras, de odios y de ambiciones que se enfrentan a su tendencia natural de ser entendido y escuchado. El hombre espera y anhela, pero sigue sin saber qué es lo que está buscando. Así ha sido la historia de los hombres desde el principio de los tiempos, una eterna búsqueda que le ha hecho creer en dioses y crear mitos. El hombre intenta desesperadamente expresar su mundo interior y poner forma a todo lo que siente y piensa. Así surgieron las lenguas, y la música, y la pintura y cualquier manifestación de las inquietudes del hombre que han venido a llamarse “artes”.

La música siempre ha acompañado al hombre en su vida y todos los pueblos se han expresado con ella, aunque varíen las formas utilizadas. Tan música puede ser el sonido emitido por las piedras cuando las golpeas que la melodía que se escapa de una flauta.

Si la música es uno de los recursos que han encontrado los seres humanos para dar salida a su mundo interior, es lógico que incluyan sus temores y sus sueños.

Hemos indagado en la historia de la música hasta encontrar seres fantásticos de los que forman parte de nuestro bestiario. Obviamente nos hemos tenido que retrotraer a una época reciente, donde quedara constancia de las letras o de los motivos musicales que impulsaron esa composición.

La reina de las hadas - Henry PurcellEn nuestro periplo por la música nos detuvimos primero en la obra de Henry Purcell, uno de los compositores ingleses más destacados del siglo XVII y máximo exponente de la llamada “semi-ópera”, un género, o semigénero, derivado de la ópera, en el que el argumento y la acción se desarrollan de modo dialogado, mientras se intercalan en ella piezas de música instrumental. A este género corresponde The Fairy Queen (la Reina de las Hadas), compuesto por Henry Purcell en 1692, adaptación musical de la obra de William Shakespeare El sueño de una noche de verano. Un siglo antes, en 1595, el genial escritor William Shakespearse había escrito esta deliciosa comedia plagada de hadas y duendes, que vio la luz por primera vez el 19 de febrero de 1596.

No fue ésta la única vez que la inmortal obra de Shakespeare fue adaptada a una pieza musical. En 1843, y con solo 17 años, el compositor alemán Félix Mendelssohn compuso su Sueño de una noche de verano, y ya en el siglo XX Benjamín Britten compuso una ópera con el mismo título.


El sueño de una noche de verano

La reconciliación de Oberon y Titania, de Henry Fuseli


En 1791 Wofgang Amadeus Mozart tampoco pudo sustraerse al encanto de la fantasía y compuso su ópera La flauta mágica, un precioso cuento de hadas que se estrenó el 30 de septiembre de 1791 y en la que el propio Mozart dirigió el estreno. La flauta mágica nos narra la historia de un príncipe llamado Tamino que cae desmayado cuando huye de un dragón. Tres hadas, damas de la Reina de la Noche, salen a su encuentro, matan a la bestia y lo salvan. Al despertar el príncipe, es informado por las damas de que la hija de la Reina de la Noche ha sido secuestrada y le enseñan un retrato. Cuando el príncipe Tamino ve el rostro de la joven Pamina se enamora perdidamente de ella y se ofrece para ir a su rescate. La Reina de la Noche le promete entregársela en matrimonio si logra liberarla. Para hacer más fácil su viaje, las tres damas le entregan una flauta mágica de oro y tres pequeños duendes le acompañan en su viaje. Antes de lograrlo, el héroe tendrá que sortear una serie de pruebas. Finalmente, Tamino logrará su propósito y entrará en el templo acompañado por Pamina, mientras son recibidos con cantos de alegría.


La flauta mágica, de Mozart


En 1876, el compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovsky compone por un encargo de los Teatros Imperiales de Moscú su ballet El lago de los cisnes, basado en una antigua leyenda que narra los amores entre un hombre y una mujer cisne. En este caso él se llama Siefrid y es un joven príncipe, y ella es la hermosa Odette, convertida en cisne por el malvado hechicero Rotbard. Este encargo le llena de entusiasmo, pues era el primer ballet que componía, pero su estreno en marzo de 1877 no tuvo muy buena acogida entre el público, lo que le sumió en una profunda depresión. Como suele ser habitual, a la muerte de Tchaikovsky en noviembre de 1893 le siguió un resurgir de su obra. En 1895 se reestrena este ballet obteniendo el éxito que le fue negado a su autor en vida.

Afortunadamente para la historia de la música, este fracaso no le hizo rendirse, y en 1889 compone su ballet La bella Durmiente y dos años después su famoso Cascanueces, continuando la línea fantástica iniciada con su primer ballet.

El cascanueces de Tchaikovsky desborda imaginación y fantasía, a la vez que envuelve el escenario con un cuento que nos hace soñar. En él se narra la historia de una niña llamada Clara que recibe como regalo de navidad un soldado de madera que sirve de cascanueces. La niña juega con sus primos que tratan de rompérselo, pero finalmente lo coge y se duerme en su salón, mientras sueña que el salón está tomado por unos ratones gigantes y que su soldado cascanueces es un soldado de verdad, así como los soldados de su primo, que se enfrentan en una dura batalla contra los ratones. En su imaginación, la niña recorre el reino de las nieves y el reino de las golosinas, y conoce a la reina de las nives y a la reina de las peladillas, hasta que despierta y descubre que todo ha sido un sueño. Una de las danzas del ballet de Tchaickovsky es la Danza del hada Peladilla.

Contemporáneo de Tchaickovsky es el compositor alemán Richard Wagner, que en 1833 compone su primera ópera, Las Hadas, con lugares y personajes mitológicos, aunque la obra que lo hará inmortal es su famosa tetralogía El anillo de los Nibelungos (integrada por las óperas El oro del Rin, La Valquiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses), que compone entre 1853 y 1874. En esta dramática tetralogía, Wagner recrea la figura de las valquirias, las doncellas guerreras de Odín, en la segunda ópera de esta saga. El mito de las valquirias ha sido contado con mayor detenimiento en nuestro bestiario.

Por estas mismas fechas el compositor francés Charles Gounod compone su ópera Fausto (1859), basada en el famoso mito del hombre que hace un pacto con el diablo y le vende su alma a cambio de sabiduría. Este mito ha sido varias veces recreado musicalmente, como en 1846, cuando el compositor francés Héctor Berlioz se entrega a su cantata La condenación de Fausto, entre otros, aunque será el Fausto de Gounod el que tenga mayor prestigio.

Estamos en pleno siglo XIX, época en que la corriente del Romanticismo se extiende por toda Europa y abunda la temática fantástica. De principios del siglo XIX es el ballet La sílfide y el escocés, del compositor noruego Hermann von Lovenskjold, obra que estrenó en marzo de 1832 en la Ópera de París.

Y con este repaso entramos en el siglo XX, en el que se amplían las manifestaciones musicales que nos hablan de seres fantásticos, pasando por el rock, el heavy o la música de cantautor.

En 1976 el grupo musical Génesis le dedicó al Squonk uno de los temas de su disco A trick of the tail. En esta canción el mítico grupo británico de rock narra la leyenda de un cazador que se encuentra con el triste Squonk, al que trata de atrapar pero que acaba muerto disuelto en sus propias lágrimas.

El cantautor asturiano Víctor Manuel recoge en sus canciones las historias de muchos de los personajes de la mitología asturiana que hemos tratado en nuestro libro. Así, en 1976 canta en asturiano el tema la Danza del Cuélebre en su disco Canto para todos, que dos años después incluirá en castellano en su disco Soy un corazón tendido al sol. Siguiendo la temática fantástica le dedica a la Xana una canción del mismo nombre en su disco Luna, mientras que de la sirena y del Trasgo nos habla en su disco Ay, amor (1981).

No son los únicos cantautores que han recurrido a los seres fantásticos para sus canciones. En 1982 el cubano Silvio Rodríguez sorprendió a todos con su conocidísimo unicornio azul, mientras que Joaquín Sabina y Fito Páez invocan la vuelta de la fantasía en su canción Si volvieran los dragones (1998).

Y para que nuestro recorrido sea lo más amplio posible, no queremos terminar sin nombrar por lo menos al cantante alemán de heavy progresivo Hubi Meisel, que en el año 2003 sacó un disco llamado EmOcean, en el que incluye elementos de fantasía propios del mundo de las hadas, en su deseo de dejar de ser algo más que un cantante para ser un narrador de historias.

Probablemente el lector conoce muchísimos más nombres de grupos, composiciones y cantantes en los que han aparecido algunos de los personajes de nuestro bestiario. Enumerarlos todos sería una tarea casi imposible.


Los seres fantásticos en otras artes

Y es que el hombre no puede dejar de mirar en su interior y tratar de expresar todo lo que tiene en su mente o ve ante sus ojos. Gracias a esta “condena” nos sentimos más cercanos a los hombres que vivieron en otras épocas y que nos han dejado constancia de sus creencias a través de los cuadros, las construcciones arquitectónicas, la escultura, los tapices o cualquier otra manifestación artística.

Probablemente la primera incursión de los seres fantásticos en la cultura tuvo lugar en el periodo Paleolítico, cuando un unicornio aparece representado en las cuevas de Lascaux, en el valle del Vézère, al suroeste de Francia. Pronto comenzó su andadura el unicornio, que ha aparecido en cuentos, canciones, poemas, escudos heráldicos y tapices.


Seres fantásticos - Unicornio de Lascaux

Representación de un Unicornio en Lascaux


También muy antigua es la gran esfinge de Gizeh, construida por orden del faraón egipcio Kefrén en el tercer milenio a. de C. La esfinge es otro de los seres más representados en la historia de los hombres, como testimonian las avenidas de esfinges que los egipcios colocaban a la entrada de sus templos, que puede contemplarse en los templos egipcios de Karnak y Luxor, levantados entre el siglo XV y XVII a. de C. cerca de la ciudad de Tebas. Los griegos la utilizaban como motivo decorativo en su cerámica, como constatan algunas vasijas, mientras que los etruscos la esculpieron en bronce. En el arte mesopotámico aparece decorando los paneles del palacio real de Susa, junto al grifo, otro de los seres fantásticos más representados en la antigüedad y cada vez más olvidado.

El grifo, el animal fabuloso mitad león mitad águila, símbolo de poder y de grandeza de ánimo, ya aparecía en las pinturas murales de los palacios mesopotámicos, aunque la primera joya de la que tenemos constancia hecha con esta imagen es un brazalete de oro realizado en Persia durante la dinastía Aqueménida. Los romanos lo utilizaban con fines decorativos en frisos y candelabros y en la baja edad media era un motivo habitual en las gárgolas. Otra criatura fantástica que sirvió como adorno para los frisos romanos fue el centauro, que aparece en los frisos antiguos del palacio Espada de Roma. Y continuando con el recorrido del grifo a través de la historia del arte, nos detenemos en esta ocasión ante la Ermita de Nuestra Señora de Loreto, en la Higuera del Real, en Badajoz, para contemplar sorprendidos una enorme estatua de mármol blanco, conocida con el nombre de la “mamarracha” y que representa al mítico grifo. En las iglesias románicas estaba presente en los capiteles de puertas y ventanas, como guardián de los lugares sagrados.


SERES FANTÁSTICOS - GRIFO


Las representaciones de animales fabulosos fueron la fuente iconográfica principal de la escultura románica, así no debe sorprendernos el abundante número de animales y seres imaginarios que pueblan los capiteles de estas iglesias, como la anfisbena que adorna un capitel de la iglesia de Sarthe en Francia o la que se encuentra en otro en la iglesia de Valgañón, en La Rioja. Otros seres que también aparecen en motivos románicos son el basilisco, la harpía, los centauros, los dragones y las ninfas.

Al románico le sucedió el arte gótico, que destacó sobre todo por la arquitectura de sus inmensas catedrales. En esta época son frecuentes las gárgolas de piedra que controlan la ciudad desde las cornisas de muchos edificios de estilo gótico, muchas con forma de serpientes, leones o dragones.

Como su propio nombre indica, el renacimiento europeo supuso un renacimiento o redescubrimiento de la cultura clásica, introduciéndose en el arte los motivos mitológicos tan frecuentes en las manifestaciones del arte grecorromano, que continuarán en la época del barroco. En la pintura comenzaron a retratarse los mitos griegos, como encontramos en la obra de Rubens, Velázquez o Zurbarán.

Del pintor flamenco Petrus Paulus Rubens (1577–1640) destacamos los cuadros Hércules y el Cancerbero, Mercurio y Argos, Polifemo, Ninfas y sátiros, y Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros, que se encuentran todos ellos en el Museo del Prado de Madrid. También de temática mitológica es el cuadro Mercurio y Argos del universal pintor sevillano Diego de Silva Velázquez (1599-1660).


Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros

Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros, de Rubens


Una mención especial merece la serie de diez lienzos que el pintor religioso Francisco Zurbarán (1598-1664) dedicó a los Trabajos de Hércules. En el segundo de los cuadros de esta serie Zurbarán retrató la lucha de Hérculas con la Hidra de Lerna.

La época Barroca coincidió con el movimiento religioso de la Contrarreforma, lo que supuso un aumento de la temática religiosa en la pintura y un amplio número de cuadros que retrataban a vírgenes y ángeles. Ya en el Renacimiento los ángeles fueron representados como modelos grecolatinos; Miguel Ángel los imaginó como hermosos jóvenes y Tiziano difundió su imagen de “cupidos infantiles”. En la pintura abundan los cuadros que los retratan, aunque será el pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682)  quien los inmortalice como tiernos niños de gran dulzura que rodean a la Inmaculada Concepción.

En los últimos años del siglo XIX y en los primeros años del XX surge un nuevo movimiento artístico por toda Europa, que en España recibirá el nombre de modernismo, y que supondrá un gusto por lo exótico, un aumento de las formas sinuosas y la introducción, de nuevo, de elementos fantásticos que añadan colorido. En España el máximo representante del modernismo en arquitectura será Gaudí, aunque no será el único arquitecto modernista que haga las delicias de todo visitante que se adentra en la ciudad condal de Barcelona. Del año 1887 es el edificio conocido como el Castillo de los Tres Dragones (Castell dels Tres Dragons), del arquitecto Domènech i Montaner, muestra del primer modernismo barcelonés y que está ocupado desde 1920 por el museo de Zoología. También de la misma época, aunque no modernista, es el edificio de la Aduana que se encuentra junto al paseo marítimo, delante del monumento a Colón, también en Barcelona, realizado por Enric Sagnier y Pere García Faria entre 1895 y 1902. En la parte superior de la fachada de este edificio pueden contemplarse diversas estatuas con figuras mitológicas, entre las que destacan dos hermosos grifos.

Y de Barcelona nos trasladamos al Parque del Retiro de Madrid para visitar la estatua del Ángel Caído, realizada por Ricardo Bellver en 1874.


El ángel caído de Bellver

El Ángel Caído de Bellver, en el Parque del Retiro, Madrid


Como vemos, los seres fantásticos han estado presentes en todas las manifestaciones artísticas del hombre, pasando por la pintura, la arquitectura, la música, la escultura, el teatro, el cine o la literatura. Aquí hemos querido hacer una pequeña enumeración de obras en las que han aparecido, sabiendo que mostramos apenas una milésima parte de lo que el hombre ha creado en su imaginación. Los seres fantásticos forman parte de nuestra vida, aunque no siempre le demos credibilidad. Los jardines los decoramos con enanitos, y las cabeceras de las camas con angelitos de escayola, en los brazos nos tatuamos hermosas hadas, en carnavales nos disfrazamos de demonios y a nuestros hijos le contamos la historia de la sirenita.

Después de todo esto, ¿aún cree que no existen los seres fantásticos en nuestro mundo?


De Bestiario, Agustín Celis y Alejandra Ramírez, Ed. Libsa, Madrid, 2006


Imagen destacada: The Golden Rose, de Donato Giancola, 2007


Mujer de terciopelo negro - Lauren Bacall

Mujer de terciopelo negro


Escribí Mujer de terciopelo negro en octubre del año 2000, sin duda bajo la influencia de Onetti, a quien leía mucho por aquel entonces. La fascinación por un cuento suyo, titulado Presencia, está en el origen de este relato mío. En abril de 2001 mereció el accésit del Concurso de cuentos «Jorge de Ortúzar», concedido por la Asociación Horizonte Cultural de Segovia.


En cuanto entré en su despacho supe que aquella mujer mentiría con cautela. Después le daría las gracias a Romero, que me facilitó la cita. “Conozco a la persona adecuada”, me dijo. “No te preocupes, te comprendo. ¿Máxima discreción quieres? Te la garantizo”. Romero es un blando y por eso se deja impresionar por la estudiada gesticulación de los duros del cine. Finge con esfuerzo una pose viril de mucho tiro entre sus alumnas, pero que a las compañeras de departamento, a Nieves, a Marichú, a Sofía, mujeres de talla corta, les deja el salva slip reseco y la falda en su sitio. Yo sé, aunque él disimule en público, que no tiene éxito con las mujeres. Yo sé, aunque él doblegue sus esfuerzos y convenza a algunos, que no va a ningún sitio, que no puede ir a ningún sitio. Le falta talento. Le falta empaque. Aún así se ha creado ya, tan joven, una leyenda dentro de la facultad, muy discutida, sobre alumnas que acuden por las tardes a su despacho para dejarse corregir las equivocaciones. Dicen que los cajones de su mesa están siempre cerrados y que solo guardan cajas de condones y paquetes de kleenex. Pero esto no es cierto. Yo he podido verlos y afirmo que en ellos solo esconde revistas pornográficas y pañuelos de tela acartonados por el uso. Es un pobre hombre condenado a la esterilidad, como tantos. Una lástima.

En cuanto a la mujer, no me sorprendió su aspecto. Permaneció sentada cuando entré y siguió sentada cuando hice ademán de marcharme una hora más tarde. No sé qué prenda ajustadísima llevaría debajo, más allá de la mesa que nos separaba. Solo le vi aquella chaqueta negra que tanto la delataba y que nunca más le he vuelto a ver. Ignoraba entonces, y lo sigo ignorando ahora, si sería viuda o si lo estaba siendo. Como a toda mujer de su condición le sentaba bien el luto. Un luto de terciopelo fino que inventa más que la necesidad. Mujeres que hasta para un dolor de cabeza precisan de las atenciones de su ginecólogo.

Me fijé en la placa de la puerta y no regateé el precio. Sin duda era la persona que yo andaba buscando. De nada hubiera valido intentar rebajar el coste de sus honorarios. Tampoco iba a permitir que me entrometiese en su rutina laboral.

-Ya sabe que no necesito saber su nombre, utilice un alias si lo desea. Prefiero desconocer la identidad de mis clientes. Por favor no se moleste, pero en este oficio es mejor no saber qué clase de gente necesita mi ayuda.

-La comprendo.

La frase salió estúpida, demasiado blanda, como si yo mismo estuviera sintiendo vergüenza por la situación, como si de pronto disminuyera en su presencia, empequeñecido por una condición que todavía me permite alguna osadía de vez en cuando. Noté una sombra en su boca, la huella de una mueca de hastío y de asco. Encendió un cigarrillo y fumó lento.

-¿Usted fuma?

Me temblaron los labios cuando dije que no, que no fumaba, que alguna vez fumé, pero que lo había dejado. Puede que incluso añadiese algún tópico sobre el horror del tabaco y sus efectos sobre la salud. Me aclaré la garganta con una tos que delataba mi ridículo y mi falta de iniciativa.

-Le ofrecería una copa, pero me bebí la última botella esta mañana. Prescripción facultativa, no vaya a creer.

-Gracias, pero no bebo.

-¿Tampoco bebe?

Su mirada fue un sarcasmo, casi un reproche, otra mueca de desprecio y conmiseración hacia un tipo sanote, bebedor de agua, monógamo por obligación y mala suerte, incapaz de fingir resolución ante una mujer como ella, que perfora con convicción y lo sabe, y a veces estafa y siempre miente.

-Bueno, acabemos. Dígame el nombre de la persona y ya veré con qué me encuentro. No le prometo nada, hay quienes no dejan huellas. Yo no hago preguntas, no las haga usted tampoco. Y no quiero saber sus fines. ¿Está claro?

Estaba clarísimo. Dejó transcurrir unos segundos de impaciencia y astucia.

-Ya sabe que son diez mil por adelantado y otros diez para gastos y osadías. Al contado, por favor, no me gusta mancharme las manos con los talones de nadie.

Así que dejé los dos billetes sobre la mesa y pronuncié mi nombre sin pensarlo más. Creí que luego me arrepentiría. Me dije que bueno, que valía por una vez correr el riesgo de ver cómo los días enseñan su sorpresa. Al fin y al cabo yo estaba corriendo detrás de ella por necesidad y mala fortuna.

-El hombre se llama Jaime González Mellado.

Me salió forzado pero le dio a la frase un tono de certeza muy real. Casi me pareció el nombre de otro. Ella tomó nota en un cuaderno ínfimo y no hizo preguntas. Me obsequió con su más bella sonrisa de creencia, condescendiente y cómplice.

-No repare en gastos, me interesa demasiado ese hombre.

Su última frase anunció ya la despedida. No hizo amago de levantarse para dar por terminada la visita. Se limitó a recoger los billetes de la mesa en un gesto lento con el que inició un ritual que se viene repitiendo desde entonces con idéntica sutileza, una vez a la semana, cada martes, sin que ni ella ni yo sepamos bien quién engaña y quién es el engañado; claro que ella creerá que es una mentira lo que para mí es un consuelo.

-No se preocupe, le informaré con detalle. Vuelva la semana que viene a esta misma hora, le estaré esperando.

A la salida volví a reparar en la placa de la puerta, sin agobios.

Lemos y Asociados
Añoros y seguimientos 
Cita previa

Luego me topé de frente con la sorpresa semanal, que había perdido con los meses su condición de secreto. De vuelta a casa me vi obligado a esperar en el coche la salida de Troyano durante media hora. Vi su coche aparcado junto al portal, casi una ofensa. Ya ni siquiera jugaban al disimulo. Ya ni siquiera hacían esfuerzos para inventar explicaciones a las preguntas que yo no hacía. Diez años de compañeros en la misma facultad y no se conformaba con compartir el mismo despacho y los mismos alumnos, la misma rutina de cada día y hasta las mismas invitaciones a cursillos y conferencias. La noche caía sobre el capó con su manto triste y frío lleno de sal.

Por fin salió con su cara de desahogo y satisfacción, su cabeza casi afeitada y ese cuerpo que ha ido dejando engordar malamente, el gesto de lector ilustrado y decimonónico que no se le quita ni aún fumando esos puritos de homenaje y desagravio que disfruta desde hace años después de un esfuerzo.

Dejé que se marchara avenida abajo sin partirle la cara por tomar sin permiso lo que había sido mío. A ella la encontré en la ducha igual a sí misma, envejecida de tedio y cansancio, teñida de caoba, quitándose la botica de la cara que ni ella reconoce en el espejo por las noches. Me dio por pensar en nosotros veinte años atrás, indecisos ante todos los entusiasmos, fieles a pesar de la espera, los sacrificios y la falta de derroche, confiando en lo que se nos venía encima. Verifiqué que tenía un pasado contra mi voluntad. De afuera me llegaban los gritos de algunos que bajaban por Sorolla desde el estadio; por una vez el equipo ganó en casa.

Reparé por vez primera en el comentario de Romero. ¿Qué es lo que él comprendía? ¿Por qué iba yo a querer máxima discreción? Supe que no hablábamos de lo mismo. Supuse lo que Romero creía que yo iba a encomendarle a aquella mujer, eso que cualquier detective me podría dar sin la carga de sueño y mentira que ella me ha proporcionado. Y si yo no lo hubiese sabido desde el principio, claro. Pero ya dije que Romero carece de imaginación, la lectura del teatro de los siglos de Oro le tiene sorbido el cerebro.

Los años se plegaban sobre sí mismos como una alfombra de recuerdos. Me urgía conocer el resultado de las investigaciones de la mujer cuanto antes. No podía sospechar, no imaginé siquiera, lo que aquella inventora de sorpresas me tenía reservado. No sabía aún cuánta necesidad de ella iba a tener, cuánta necesidad de ella tengo. Es como un vicio sucio y vanidoso que me salva y me asusta.

Desde entonces, cada semana prepara un informe sobre ese tal Jaime González Mellado. No he querido saber cómo hizo para descubrir mi necesidad, pero la respuesta la encuentro en la placa cada vez que salgo de su despacho. Ella finge no conocer la verdad y construye para mí una biografía gloriosa de un personaje que es suyo y mío, creación de los dos, pero yo al fin y al cabo. Una invención donde nada importa sino mi historia durante esa hora que ella me regala a cambio de unos billetes que no le manchan las manos. Tan plegada la mentira a lo que yo he sido que casi parece verdad. Como casi un ritual, cada martes se sienta con un vaso de whisky  en las manos y va desplegando sus últimas averiguaciones sobre nuestro hombre, y me da detalles de lugares dónde he estado, de libros que he escrito, de nombres que he conocido y tenía ya olvidados, con una y mil variantes que me enriquecen sin agotarme. El humo de sus cigarrillos me sedan antes de la dicha, y cada martes, invariablemente y con cita previa, me regala el consuelo y la esperanza que nunca imaginaron mi desprecio ni mi orgullo, y me dejo envolver, engañado, en su tela de terciopelo negro que teje solo para mí un refugio más auténtico y leal que el de mi propia vida.


En 2003, Mujer de terciopelo negro fue publicado en la sección «Museo» de la página web de la Editorial Ficticia


Sobre la imagen destacada: Me resulta imposible releer Mujer de terciopelo negro y no ponerle a la detective del cuento la cara de Lauren Bacall


 

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