En 1492 Cristóbal Colón descubrió las tierras que más tarde serían bautizadas con el nombre de América. Según dicen, él no llegó a saber nunca que donde había llegado era una tierra nueva, virgen, nunca pisada antes por el pie del hombre occidental. Creía solo haber demostrado con su aventura que la tierra era redonda y que viajando hacia occidente se podía llegar a las Indias Orientales. Y lo demostró. Llevaba dos décadas estudiando esta posibilidad y hay pruebas fiables que demuestran que antes de emprender su viaje ya sabía con seguridad que avistaría tierra firme.

En 1477 Cristóbal Colón viajó por Inglaterra e Islandia, tierra de vikingos, y no es extraño que allí le fueran reveladas las famosas sagas de Erik el Rojo, donde se narra cómo su hijo Leif descubrió unas tierras fértiles al oeste de Groenlandia y a las que él dio el nombre de Vinlandia, por la abundancia de vides que en ellas crecían. Esto ocurrió en algún momento entre el año 997 y el 1003, casi quinientos años antes que Colón.

La historia comienza con la expansión territorial de los vikingos a través del atlántico norte, desde sus tierras noruegas. Esta expansión fue posible gracias a un cambio climático que suavizó las temperaturas y facilitó que los vikingos iniciaran la colonización de Islandia hacia el año 870, donde se establecieron definitivamente y donde constituyeron la primera asamblea democrática de la Europa medieval, el Althing.

Vinland

 

Cuentan que alrededor del año 975 llegó a Islandia un individuo de pelo rojizo y malas pulgas llamado Erik el Rojo, procedente de Noruega, de donde fue expulsado por homicidio, y que se estableció en aquellas tierras con su familia hasta que el Althing decidió su destierro en el 982 por un nuevo caso de asesinato. Al parecer se le fue la mano con un vecino que le disputaba la propiedad de una vaca. Erik el Rojo decidió navegar hacia el oeste, en busca de las tierras descritas por marineros que se habían extraviado a consecuencia de los vientos del Atlántico. Y así fue que pudo establecerse en Brattahlid, en el extremo sudoriental de Groenlandia. Su destierro duró tres años, y en el año 985 volvió a Islandia con la noticia de estas nuevas tierras descubiertas, llevando consigo a colonos con los que pobló la isla y con quienes creó los primeros puestos de avanzada.

Estaban iniciando una nueva vida en Groenlandia cuando llegaron noticias de un marinero que había avistado tierra un poco más al oeste, cruzando una zona salpicada de glaciares. Este marinero se llamaba Bjarni Herjolfsson. Fue él quien contó la historia de unas tierras verdes, ricas en cereales y vides, y quien describió su travesía al hijo mayor de Erik el Rojo.

Leif Eriksson

Leif Eriksson. Sello emitido en Estados Unidos en 1968. Albergado en Wikimedia Commons bajo dominio público.

¿Se llamaba Leif Erikson el primer hombre en llegar a Norteamérica? ¿O debemos considerar a Bjarni como el descubridor de esas tierras? No lo sabemos. De cualquier modo fue Leif el primero en embarcarse con el propósito de explorar las tierras occidentales descritas por Bjarni. En su viaje hizo escala en Helluland, probablemente la tierra de Baffin,  en Markland, probablemente Labrador, y finalmente en Vinlandia, seguramente Terranova, aunque hay quienes han creído equivocadamente que podía corresponder a Nueva Escocia o Nueva Inglaterra.

Aunque esta historia se conocía desde hacía mucho tiempo gracias a las sagas islandesas, hasta 1960 no se descubrió el asentamiento nórdico en el pueblo pesquero de L’Anse aux Meadows, precisamente en Terranova. La pista del hallazgo lo dio un mapa islandés de hacia 1670 donde aparecía cerca de este pueblo un lugar llamado Promontorium Winlandiae, y que se rebeló efectivamente no como “el campamento indio”  que creían los lugareños, sino como ruinas de la era vikinga que posteriormente, al ser sometidas a las pruebas del carbono 14, resultaron fechadas entre el 980 y el 1020, coincidiendo así con las fechas en que Leif Erikson realizó su viaje a lo que él llamó Vinlandia.

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Publicado en Historias Curiosas, Agustín Celis, Ed. Añil, 2001.