Tres y veinte de la madrugada. Aun agotado por el insomnio, se me ocurre recurrir al IPad y tomar nota de mi última ocurrencia literaria, todo un proyecto que llevaré a cabo o no, seguramente no, pero del que quiero dejar constancia escrita para que no se me olvide. ¡Qué bien estaría, me digo, ir registrando mediante breves anotaciones, no carentes de sana ironía, las insensateces que se te ocurran al hilo de los problemones que se te van presentando en tu nueva etapa profesional, en este lío en el que te has metido!

Cada dos o tres días se me ocurre un nuevo proyecto literario que después no llevo a cabo, entre otras cosas porque nunca anoto la idea y se me acaba olvidando. Pero no todos cuentan con la ventaja de este. La matería prima de la que está hecho me provoca insomnio… ¡Qué suerte!, me digo, podrás escribir por las noches, sin nadie que te interrumpa… Como Kafka.