Los límites de la realidad

Caminante sobre un mar de niebla, de Caspar David Friedrich, 1818

¿Nunca os sorprendió comprobar la rapidez con que la gente acoge como ciertas las historias que los demás les cuentan? ¿No os admira la urgencia con la que a menudo acuden a vosotros para haceros partícipe de una historia a la que, indefectiblemente, otorgarán la categoría de verdadera solo porque aparenta haber ocurrido en lo que todos hemos convenido en llamar realidad? ¿Nunca sospechasteis del improvisado contador de esas historias? ¿Nunca dudasteis de sus palabras? ¿Nunca recelasteis de él y lo creísteis un farsante, un charlatán, un malicioso? Y aun cuando aceptasteis creer que podría ser cierto lo que os contaban, ¿no permaneció en vosotros un atisbo de duda o un recelo? ¿Acaso descartasteis por completo la posibilidad, nada peregrina, de que aquello que se os daba como verídico hubiese sido maquillado con una buena dosis de invención? Y si os pasó esto que digo, ¿qué hicisteis entonces, seguisteis en la creencia de que fue real lo que se os contó, o bien os instalasteis definitivamente en la duda y lo juzgasteis solamente como posible, es decir, como algo que bien podría haber ocurrido pero que quizás no ocurrió, o no al menos tal y como os fue revelado?

¿Nunca fuisteis testigo ocasional de la narración de un relato cuyo protagonista principal erais vosotros mismos? En una charla con los amigos, en una cena en casa, en una agradable velada con personas de vuestra absoluta confianza, que os aprecian y hasta os quieren, ¿nadie habló nunca de vosotros y descubristeis con asombro que aquello que contaron no se ajusta fielmente ni a lo que vosotros vivisteis ni a lo que vosotros sois o creéis ser? Y cuando esto os ha ocurrido, si os ha ocurrido, ¿no os habéis visto convertidos de repente en un personaje imaginario, en una mera proyección ficticia de la mente de otro? Y aquella experiencia vivida que tan bien creéis conocer, hasta el punto de ser capaces de contarla de nuevo con pelos y señales, ¿no os pareció entonces que brotaba de un territorio que os es por completo ajeno, o que no es del todo real, tanto si os la hicieron creíble como si no? Y si el contador improvisado de esa experiencia fue hábil y se dio maña a la hora de contagiar de fábula lo que podría haber quedado sepultado por la realidad y, por tanto, condenado al olvido de no haber sido relatado nunca, ¿no os halagó y os sentisteis agradecidos? ¿No os alegró comprobar que también vosotros, y vuestras insignificantes vidas, si es que alguna vez os parecieron insignificantes, pueden perdurar y volver a suceder en ese territorio brumoso y difuminado al que todos hemos convenido en denominar ficción, una y otra vez y cada vez que vuestra historia sea contada o leída?

Con estas dudas sobre los límites de la realidad, y sus ficciones, despido el año 2010.

FELIZ ENTRADA EN EL AÑO NUEVO A TODOS CUANTOS MERODEAN POR ESTE MINÚSCULO METEORITO A LA DERIVA EN LA GALAXIA INTERNET.

FELIZ AÑO 2011