Duelo a garrotazos, de Francisco de Goya (1820-1823)

Hay que tener cuidado con lo que se dice porque podemos ofender y eso, en una época como la nuestra, es el peor de los delitos. Siempre habrá alguno al que molestará lo que tú digas; digas lo que digas y tengas las ideas que tengas. Incluso si no tienes ninguna, que eso es lo peor que puedes hacer. ¡Ni se te ocurra! Estarás bajo sospecha, te mirarán de reojo y creerán saber las oscuras intenciones que te dominan, porque seguro que te dominan. Instalarse en la duda es la peor de las decisiones. Te creerán débil y confiado. Serás un ingenuo de por vida. Nunca darás el perfil que andan buscando. Carecerás de empaque para las decisiones firmes. Te catalogarán entre los escrupulosos y los demagogos. Te adjudicarán idearios que nunca frecuentaste. Y serás un apestado, un triste, un hombre sin creencias firmes, un veleta, un bala perdida, un oportunista.

Quedarse callado no siempre es el mejor plan. Invertir el tiempo pensando nunca fue la mejor opción. Si no te pronuncias te pueden atribuir todas las debilidades. Si no tomas partido pierdes el tren. Si dudas, tu actuación será tachada de ridículamente tímida. Si no actúas te verán como a un cobarde. Si esperas, creerán que dudas, y eso es lo peor que puedes hacer.

Pero ojito con lo que dices. Antes de hablar piensa a quién vas a ofender, porque seguro que ofendes. Si no te lo crees, mira bien a tu alrededor y comprobarás por ti mismo cuál es el signo de los tiempos. Están todos ofendidos. Están todos agraviados. Son muy sensibles. El victimismo es el último grito. Vivimos en la era del agravio y quien no es víctima no es persona. De modo que si quieres vivir acorde con la época, no olvides ofenderte siempre que se te presente la ocasión. Descubre la tiranía pasiva de los que hoy dominan el mundo. Consíguete cuanto antes el kit del perfecto agraviado. Obtendrás así tu patente de corso para vivir conforme a los cánones de la época, que, por desgracia, parecen ser estos: llora cuanto quieras y quéjate siempre, incluso cuando las circunstancias te confundan y creas que no tienes motivos. Calumnia todo lo que puedas, pero no olvides sentirte calumniado. Intriga y siéntete víctima de los intrigantes. Humilla sin faltar, pero procura estar siempre a bien con los humillados. Miente más de lo que sepas y abusa de la buena fe de los que no puedan defenderse. Intenta conocer a los hombres y procúrate la amistad de sus mujeres. Habla siempre a favor, y nunca en contra, del que esté por encima de ti. Hazte una opinión de todo, y defiéndela a diestro y siniestro mientras te convenga, pero íntimamente debes despreciarlas todas. Ten claro que debes abonar el suelo por el que has de pasar; cultiva, por tanto, la amistad del poderoso como terreno productivo. Déjate los escrúpulos en casa y convéncete de que todas las personas que conoces son instrumentos dispuestos para el uso de tu ambición. Y sobre todo, evita cada mañana la reconvención que te haga el espejo; nunca oigas la voz de tu conciencia.

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Publicado en el diario Información  El Puerto el 23 de abril de 2004

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