Un buen día los animales descubrieron que el ser humano había desaparecido de la faz de la Tierra. Ocurrió de buenas a primeras y sin que nadie supiera el motivo. Nadie pudo nunca explicar cómo fue que el hombre dejó de existir. No queda testimonio de esto en los Anales de la Nueva Era Animal. Los más sorprendidos, claro, fueron las mascotas, los animales de compañía, que desde ese día se vieron obligados a buscarse el sustento por ellos mismos. Hubo muchos que no se adaptaron a la nueva situación, y menos que ninguno los gatos ronroneadores y mimados, que asistieron atónitos y sorprendidos al expolio que en sus casas llevaron a cabo los gatos callejeros. Pero aún así, la naturaleza siguió su curso y el reino animal comenzó a vivir nuevos días de gloria.

Durante muchos siglos hubo paz y tranquilidad en el mundo. Sin embargo, algunos animales que se creían más sabios que la mayoría comenzaron a investigar la historia de la humanidad y decidieron conocer sus costumbres. Sentían muchísima curiosidad por aquella primitiva forma de vida que una vez gobernó la Tierra y los subyugó a todos. “¿Cómo fue posible que los hombres llegaran a dominarnos?”, se preguntaban los monos. Así que comenzaron a recopilar documentos y montaron sus cátedras y sus institutos tecnológicos y de investigación. Con ayuda de los burros, que resultaron ser muy útiles como bibliotecarios, en poco tiempo consiguieron una ingente cantidad de información sobre el hombre, al que llamaron “El Civilizado”.

Aunque algunas versiones dicen que fue un ratón de biblioteca, la verdad es que fue un asno el que por casualidad encontró unos escritos antiguos, propiedad de los primitivos hombres que poblaron la tierra, donde pudieron leerse unas historias con moraleja protagonizadas por otros animales. Se llamaban fábulas y los humanos las utilizaban para ser más sabios y más listos.

“He aquí el secreto”, dijo el mono mayor. “Por medio de la imitación de las costumbres del resto de los animales llegaron a ser lo que fueron. Imitemos, pues, todos al hombre, cada cual según su naturaleza, y llegaremos a ser tan poderosos como lo fue él”.

Y desde aquel día los animales del mundo comenzaron a adaptar las costumbres de los hombres. Muy pronto los leones instauraron sus monarquías absolutas. Los felinos decidieron ser la nueva aristocracia, y los zorros, que son las criaturas más astutas que existen, comenzaron a fundar los partidos políticos, tan grande era el poder que anhelaban. No se quedaron atrás los cerdos que, cansados de revolcarse en sus pocilgas, se levantaron sobre dos patas, crearon los sindicatos y convencieron a las gallinas, a los conejos y a los patos para que se dejaran representar por ellos. Muy buen negocio hizo la cigarra, que se dedicó a la especulación inmobiliaria y empezó a cobrarles hipotecas y alquileres a las trabajadoras hormigas, que siguieron a lo suyo sin saber que el mundo estaba cambiando. Los caballos organizaron sus ejércitos de tierra, los tiburones emprendieron la formación de la marina y los halcones formaron a las aves en una nueva aviación invencible. Las hienas se hicieron terroristas y los buitres banqueros, y así, en poco tiempo, los perros fueron más perros, y los cerdos más cerdos, el zorro más traidor y el león más fiero, cada uno de los animales empezó a parecerse más y más al hombre y fue dejando, sin apenas darse cuenta, de estar civilizado.

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Publicado en el diario Información El Puerto el 11 de Junio de 2004.