Página personal de Agustín Celis

El paje que se enamoró de Elisenda de Montcada

Tumba de Elisenda de Montcada en el Monasterio de Pedralbes

(Basada en una conocida leyenda catalana)

De niño la pidió en matrimonio y ella le respondió no. Ni siquiera cuando fueran mayores, le aseguró, porque dos niños no debían hablar de las cosas que preocupan a los adultos, y él, que sólo era el hijo de uno de los pajes del padre de ella, supo esperar a la adolescencia para requerir de nuevo su amor.

Por segunda vez fue rechazado. Ella, Elisenda, que para entonces era una hermosa doncella, había descubierto ya en palacio las diferencias de rango y posición. Ella, casi una princesa, la hija de un caballero en la corte de un rey, era demasiado consciente de la imposibilidad del amor con un villano. Se sabía destinada por nacimiento al matrimonio con un noble, dignidad que habían obtenido algunos por el solo hecho de haber nacido, y que otros alcanzaban solo descollando con valor en las batallas que su señor mantenía en la lucha contra los moros.

El paje encontró en el ejército una solución a su situación desesperada y, sabiendo que los honores militares podían auparle a la nobleza de clase, se entregó con valor en la guerra contra el enemigo musulmán. Algunos años después regresó al castillo de Montcada convertido en todo un caballero. Pidió audiencia con Elisenda y de nuevo le manifestó sus intenciones.

Ella se sintió halagada, pero la respuesta fue no. El propio rey había solicitado su mano, y la que podía llegar a ser reina no podía rechazar aquella soberana petición por la de un simple caballero a su servicio.

Ante este nuevo rechazo y sabiendo ya imposible su amor por Elisenda, el que en otro tiempo había sido paje y ahora era caballero regresó a la lucha esperando encontrar la muerte con su actitud temeraria. Pero no murió. Pasaron los años y continuó acumulando honores solo destinados a aumentar su fracaso, pues ya nunca podría convertir a Elisenda en su mujer.

Pero todavía quiso el destino brindarle una cuarta oportunidad. Cuando había perdido ya toda esperanza de ver cumplidos sus deseos, ocurrió que llegó a su campamento la noticia de la muerte del rey, y entonces se dijo que tal vez ahora Elisenda aceptaría por fin ser su esposa.

Ella aceptó de buen grado la entrevista con el afamado caballero, e incluso lo escuchó con atención y cierto deje de coquetería, pero su firmeza fue irreductible. La viuda de un rey debía guardar luto y silencio por el difunto y entrar en un convento para servir a Dios.

La decisión estaba ya tomada y nada pudo hacer el caballero, condenado a ver cómo de nuevo se le escapaban sus ilusiones, a la vez que la mujer por la que tanto tiempo había esperado tomaba los hábitos religiosos e ingresaba en el monasterio de Pedralbes, donde con el tiempo llegó a ser abadesa.

Abatido por este último golpe fatal, resolvió tomar él también los hábitos y hacerse fraile. Y aunque esta decisión le valió para escapar de las fatigas del mundo no le ayudó a olvidar a la mujer de la que había estado enamorado toda su vida. Así que un día, algunos años después, decidió ponerse en camino hacia el monasterio de Pedralbes y proponerle a la abadesa ser su confesor.

Cuando llegó, le abrió la puerta, medio llorando, una de las hermanas del monasterio, quien, al ser preguntada por la madre abadesa, la que un día fue reina y respondió al nombre de Elisenda de Montcada, confesó que esta acababa de morir.

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1 comentario

  1. Laura Ortega

    Elisenda de Montacada nunca tomó los hábitos ni fue abadesa, simplemente a la muerte de su marido, se trasladó a un palacio construido al lado del convento de Pedralbes, en el que vivió hasta su muerte.
    Fue una mujer brillante e inteligente, incluso Bernat Metge un escritor un tanto misógino de la época, la admirava, prueba de ello por ejemplo es su texto «Lo somni».

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