Página personal de Agustín Celis

Categoría: Repertorio de Melancolías Página 1 de 5

Establecer límites

Establecer límites

 


El oficio de vivir está plagado de sencillas reglas no escritas que conviene tener siempre presentes para poder mantenerse a flote con unas mínimas condiciones de dignidad y decoro.

Una de estas leyes podríamos enunciarla así: “si intentas siempre evitar las dificultades, tarde o temprano te meterás en problemas”.

A cualquier persona le conviene saber cuanto antes que estar vivo conlleva hacer frente a permanentes batallas y desafíos. Que estos son inevitables. Que estamos inmersos en luchas de intereses que nos van a obligar, en ocasiones, a mantener posturas ofensivas que disuadan la resistencia y la hostilidad de los demás. E incluso que urge vencer cuanto antes el temor de enfrentarse a la agresividad de los más violentos si lo que se pretende es tener la fiesta en paz y vivir tranquilos.

Puede parecer una paradoja pero no lo es. Por supuesto, no se trata de avasallar. Se trata simplemente de no dejar que nos avasallen.

Es una postura que aprendí a adoptar, de manera intuitiva, en la primera infancia, cuando uno era un niño introvertido y pacífico que iba mucho a lo suyo, sin meterse con nadie, y aún así se veía molestado, sin comerlo ni beberlo, por quienes eran más violentos y pretendían imponer, por la fuerza, sus propios intereses.

Luego he tenido ocasión de reflexionar sobre todo esto y ahora puedo decir que fue mi hermano David la primera persona que me enseñó, con su ejemplo, que ante los agresores no vale mantener una postura pasiva. Que la pusilanimidad y el retraimiento nunca son la solución; al contrario, la mayoría de las veces son la fuente de la que manan todos los conflictos. Como sabemos todos los que trabajamos en el ámbito educativo, por desgracia el niño que no le hace frente a quienes lo avasallan acaba siempre avasallado.

Es muy loable no querer meterse en problemas, claro que sí. De hecho, ese es el objetivo. Pero aún es más digno de elogio el saber hacerse con las herramientas que nos protejan de los problemas cuando estos sobrevienen; y también el aprender a librarse del miedo y la culpa cuando nos vimos obligados a actuar para evitar sentirnos sometidos por aquellos que trataron de someternos.

Nunca amilanarse ante los agresivos, e incluso ante los pasivos agresivos, que tanto abundan hoy día, podría ser otra de esas reglas a tener en cuenta. Si eres sumiso, cosecharás los frutos de la sumisión. Si lanzas al aire el mensaje de que harás todo lo posible para evitar problemas, nunca te librarás de la extorsión de los violentos, que establecerán contigo una relación de explotación.

Lo que urge es establecer límites. Mostrar cuanto antes que hay líneas que no deben cruzar. Que no estás dispuesto a dejar que nadie te mangonee. Que preferirías no tener que luchar pero que estás preparado para la lucha. Que no eres un enemigo a batir pero que estás dispuesto a batirte con todos aquellos que se empeñen en considerarte un enemigo.

Por cuestiones laborales que ahora no vienen al caso, he tenido muy presente todas estas ideas en los últimos meses. Y todo lo ocurrido me ha hecho recordar un viejo artículo que publiqué hace 12 años en un periódico local y hace 6 en mi antiguo blog, ahora convertido en mi página web. Lo he vuelto a leer esta semana y me sigue gustando mucho. Me gusta hasta el título:La necesidad de batirse”. Y es que se trata de eso; de que a menudo no queda más remedio que batirse en duelo si luego vamos a querer mirar nuestro rostro reflejado en el espejo sin sentir vergüenza de nosotros mismos.


Imagen destacada: Los proverbios flamencos, de Peter Brueghel, el Viejo, 1559


 

Faust, de Rafal Olbinski

Un juego literario


Pues resulta que el otro día iba yo conduciendo en el coche, que es donde suelen ocurrírseme casi todas las ideas, cuando va y se me viene a la cabeza la posibilidad de proponerles a mis alumnos un juego literario. Como soy profesor de lengua y literatura resulta bastante normal en mi caso. Diría incluso que forma parte de mi rutina diaria. Un ejercicio de clase, me planteo, un relato corto al que poderle dar después la vuelta para huir del tópico y obligarlos así a reflexionar sobre el acto creativo de contar una historia que no sea la que en un principio habían imaginado. Lo que pasa es que yo trato con chavales de entre once y dieciocho años con poco hábito lector y escasa afición por escribir. Para qué nos vamos a engañar, me digo. No va a salir bien. Les va a resultar dificilísimo. Seguro que a la primera de cambio se cansan y lo dejan.

Otra cosa muy distinta sería que quisieran ser escritores. Que tuvieran alguna clase de motivación extra que les acicateara el ingenio. Qué sé yo… que se hubiesen planteado, por ejemplo, participar en un taller literario de los que ahora están tan de moda. Y que lo hicieran de modo voluntario, por supuesto. Y que yo, en vez de ser uno de esos profesores de secundaria que además escriben, fuese uno de esos escritores que nunca escriben pero que se dedican a dar clases de escritura creativa a quienes sí lo hacen. En ese caso sí que saldría bien, me digo. En esa supuesta situación seguro que sería una idea estupenda. Así que pongo la directa y en unos minutos tengo planteado este ejercicio que no me importa compartir por si algún profe de escritura creativa me está leyendo y quiere poner en práctica esta útil actividad.

En definitiva se trata de jugar con una historia y escribir la contraria. Y no solo eso, por favor. No te quedes solo en la trama o el argumento. A lo que te invito es a descubrir el fondo del asunto de aquello que te has planteado. Que descubras la verdad que se oculta detrás de la ficción.

Te daré solo las líneas básicas de lo que debes plantearte, pero el resto debes ponerlo tú. No me seas perezoso. Piensa, por ejemplo, en un conflicto laboral. En un desencuentro entre dos personas que trabajan en el mismo lugar, sin que importe lo más mínimo la profesión ni el entorno físico en el que se vayan a desarrollar las distintas situaciones. Podría ser cualquiera, si te das cuenta. Una planta de residuos radiactivos, por ejemplo. Una comisaría de policía donde un inspector de homicidios tiene un conflicto con un compañero que está investigando el cruel asesinato de una pobre ancianita. Una empresa dedicada a la producción de videojuegos en la que de repente una cabeza genial idea el producto que todos llevaban esperando desde hacía años y esto despierta la envidia y los recelos de otro compañero que va a hacer todo lo posible por hacerle la vida imposible al brillante creador. Lo que sea, lo que se te ocurra. Lo que mejor conozcas. ¿Que eres enfermera? Seguro que con la tensión que vivís en urgencias algo se te ocurre. ¿Que eres un feroz ejecutivo de una multinacional dedicada al placentero arte de las auditorías? Piensa entonces en el rencor de tus clientes. ¿Que eres camarero? Pues también vale: esas miserables rencillas que se dan a diario por ganarse el favor del gran jefe, del que corta en el trabajo el bacalao, del que hace los horarios, del que dispone en cada momento lo que hay que hacer, del que dice tú te dedicas a esto y tú a esto otro. ¿Fácil, no?

Bueno, tampoco te me vengas arriba tan pronto, porque de lo que se trata es de evitar el tópico que oculta siempre la gran mentira. El malvado jefe que se lo pone difícil al humilde y eficaz trabajador, ¿te das cuenta? El jurista pasado de página que acosa a la recién llegada que solo busca pasar desapercibida a pesar de ser la tía más buena de todo el gabinete de abogados. Esa es la clase de tópicos que debemos evitar en el relato último, pero a la vez son precisamente esos elementos la clase de tópicos sobre los que debemos reflexionar para construir la historia a la que luego habremos de darle la vuelta para hallar la verdad que se oculta detrás de todas las evidencias. Porque que no te quepa la menor duda; que las apariencias engañan no es solo un popular dicho que todo el mundo repite sin pararse a reflexionar un rato; es también una verdad que demasiado a menudo se tiende a pasar por alto y que suele dejar tras de sí un reguero de víctimas a las que solo las mentes más lúcidas son capaces de atender. Y que solo los muy reflexivos o muy observadores pueden descubrir.

Claro que sabemos que los malvados son muy malvados, pero, ¿y si no fuera así? De eso trata precisamente nuestra historia. ¿Y si no fuera así siempre o no fuera así en esta ocasión o en alguna ocasión? ¿Y si el malo no fuera en realidad el malo? ¿Y si la víctima no fuera la víctima? ¿Y si el acosador no fuera realmente el acosador sino el acosado? ¿Y si quien se buscó la manera de parecer a la vista de todos como un pobre mártir fuera realmente el malvado que recurrió a la estrategia del mártir para tratar de salirse con la suya, sacar réditos del asunto y subyugar a otro, precisamente a aquel que todos estaban predispuestos a juzgar negativamente porque en sí llevaba, por cargo, por posición o por aspecto el estigma del infame? ¿Y si el infame fuera inocente?

Esa es la propuesta que te hago. Ni siquiera hace falta que le dediques mucho tiempo. Olvídate de la literatura. No intentes hacer un producto literario. No te pido que escribas un buen relato. Ni siquiera te pido que escribas un relato. Bastaría solo con una anécdota. Con una reflexión. Con la exposición simple de un caso, porque estoy convencido de que seguro que conoces algún caso. A mí se me vienen a la mente, así a bote pronto, unos cuantos.

Me gustaría que reflexionaras un poco sobre ello y, si esta entrada de hoy te ha hecho pensar, estaría encantado de que lo compartieras conmigo. Puedes hacerlo simplemente dejando un comentario en la zona habilitada más abajo o, si eres tímido/a, a través del formulario de contacto de esta web. Prometo responderte lo más rápido que pueda. Y si hay un verdadero intercambio de pareceres, si se da un auténtico quid pro quo entre tú y yo, prometo contarte la inquietante pero ejemplar historia de un conocido mío; la del supuesto director infame de un instituto de secundaria al que una supuesta mártir de un claustro de profesores trata de someter por medio de mil y una acusaciones a cual más peregrina, con el propósito evidente de obtener prerrogativas imposibles, de sacar rédito del asunto, y que, una vez descubiertas todas sus ladinas artimañas, recurre impunemente, como último recurso, a la extraordinaria bicoca de lograr  (ventajas del funcionariado sin escrúpulos) un año sabático con todos los gastos pagados a costa del contribuyente. Y todo ello tras anunciar en público, cuando todos los tiros le salieron por la culata, que se pondría malita. ¿Te imaginas ya el motivo de esa baja? ¿No? La pobre…

¿Oíste alguna vez hablar de la gente tóxica? Pues eso.


Imagen destacada: Faust – Charles Gounod – Póster de Rafal Olbinski para la Ópera de Cincinnati.


Pensamiento radical

Tú que no puedes. Capricho de Goya

Tú que no puedes. Capricho de Goya

Siempre me gustó prestar atención a la gente que no piensa como yo. Sobre todo en cuestiones políticas. Los oía y los leía con interés. Escuchaba sus razones, cuando las había; razonaba sus argumentos, cuando los tenían. Incluso empatizaba con ellos y trataba de ponerme en su lugar, comprender por qué son como son y por qué piensan como piensan. A veces hasta jugaba a que era yo el que estaba radicalmente equivocado, y entonces buscaba maneras de convencerme de ello. Destilaba las opiniones ajenas, las dosificaba y me las administraba como un remedio. Como una medicina para mis limitaciones; para las carencias que no siempre soy capaz de reconocer. En ocasiones hacía curiosos hallazgos. Qué se yo… descubría otras posibilidades, nuevas maneras de pensar, líneas de razonamiento que habían permanecido ocultas o que habían pasado inadvertidas.

Pero últimamente no sé lo que me ocurre, doctor. No salgo de mi asombro y he perdido completamente las ganas de comprender y hasta de jugar. Las opiniones de los otros no me dicen absolutamente nada. Por favor, ayúdeme. De verdad que estoy muy confundido.Observo lo que ocurre y no entiendo nada. Me parece tan inconcebible que la gente siga apoyando a los partidos políticos tradicionales que no encuentro argumentos que justifiquen esa decisión. De verdad que temo haber llegado al límite, a un punto de no retorno, a ese lugar inhóspito y desierto que solo se puede cruzar en solitario.

¿Qué es lo que me está pasando, doctor? ¿Por qué se me ha secado el cerebro? ¿Por qué he perdido el interés? ¿Por qué no encuentro ya más razones que las mías? ¿Será posible que ya no haya otras?

Oigo a la gente hablar de PSOE, de PP, de IU… y la mirada se me torna sarcástica, aunque no digo nada. ¿Para qué? Advierto cómo todos se alían en la crítica al nuevo adversario político… y me entran ganas de vomitar. Pero ya no digo ni mu. ¿Para qué? Me quedo callado y los escucho sin pena ni asombro. Sin interés alguno. Con hartazgo ante una chachara que carece de todo: de fundamento, de inteligencia, de ingenio, de verdad…

Y no puedo evitar preguntarme en qué nivel de corrupción se encuentran todos ellos; en qué zona de podredumbre habitan sus convicciones.

Lecturas del año 2013

NARRATIVA BREVE

LA PALABRA DEL MUDOLa palabra del mudo, (relatos completos), de Julio Ramón Ribeyro, Ed. Seix Barral, 2010.

Las lunas de Júpiter, de Alice Munro, Ediciones Versal, 1990.

Cuentos completos, de Lydia Davis, Ed. Seix Barral, 2011.CUENTOS COMPLETOS DE LYDIA DAVIS

El porqué de las cosas, de Quim Monzó, Ed. Anagrama, 1994

Flores de plomo, de Juan Eduardo Zúñiga, Círculo de lectores, 1999.

 NOVELA

Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez, RBA, 1993 (Relectura) .

SEFARAD Sefarad, de Antonio Muñoz Molina, Ed. Cátedra, 2013. Edición  de Pablo  Valdivia (Relectura)

 Canción de Hielo y Fuego I. Juego de Tronos, de George R. R. Martin,  Gigamesh, 2012.

 Canción de Hielo y Fuego II. Choque de Reyes, de George R. R. Martin,    Gigamesh, 2012.

CANCIÓN DE HIELO Y FUEGO

Novela de ajedrez, de Stefan Zweig, Ediciones Acantilado, 2010.

Ardiente secreto, de Stefan Zweig, Ediciones Acantilado, 2009.

HHhH, de Laurent Binet, Ed. Seix Barral, 2011

El corzo herido de muerte, de Antonio Priante, Ed. Caoba, 2007.

LITERATURA JUVENIL

El maestro oscuro, de César Mallorquí, Ed. Edebé, 1999.   LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, Ed. Molino, 2012 (Relectura)

Los juegos del hambre II. En llamas, de Suzanne Collins, Ed. Molino, 2012

Los juegos del hambre III. Sinsajo, de Suzanne Collins, Ed. Molino, 2012.

TEATRO

Bajarse al moro, de José Luis Alonso de Santos, Ed. Anaya, 2001. (Relectura)

La estanquera de Vallecas, de José Luis Alonso de Santos, Ed. Castalia, 1995 (Relectura)

La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, Ed. Vicens-Vives, 2010. (Relectura)

Cuatro corazones con freno y marcha atrás, de Enrique Jardiel Poncela, Ed. Vicens Vives, 2007. (Relectura)

La Detonación, de Antonio Buero Vallejo, Ed. Cátedra, 2009. Edición de Virtudes Serrano.

 CÓMIC Y NOVELA GRÁFICA

 ASESINOAsesino 1. Tiro por la culata, de Jacamon y Matz, Norma Editorial, 2003.  (Relectura)

Asesino 2. El Engranaje, de Jacamon y Matz, Norma Editorial, 2004.  (Relectura)

Asesino 3. La Deuda, de Jacamon y Matz, Norma Editorial, 2004.

Asesino 4. Vínculos de sangre, de Jacamon y Matz, Norma Editorial, 2005.

Asesino 5, La Muerte en el Alma, de Jacamon y Matz, Norma Editorial, 2005.

Camino a la perdición, de Max Allan Collins y Richard Piers Rayner, Dolmen Publicaciones, 2002.

Blacksad 1. Un lugar entre las sombras, de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido, Norma Editorial, 2001.

La peor banda del mundo 1. El Quiosco de la Utopía, de José Carlos Fernandes, Devir Iberia, S.L., 2002.

La peor banda del mundo 2. Museo Nacional de lo Accesorio e Irrelevante, de José Carlos Fernandes, Devir Iberia, S.L., 2002.

La peor banda del mundo 3. Las Ruinas de Babel, de José Carlos Fernandes, Devir Iberia, S.L., 2003.

LA PEOR BANDA DEL MUNDO

Replay: historia de una amistad, de Jorge Zentner y David Sala, Astiberri ediciones, 2002.

ENSAYO, PERIODISMO, TESTIMONIOS, AUTOAYUDA…

Historia del mundo contada para escépticos, de Juan Eslava Galán, Ed. Planeta, 2012.

Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina, Ed. Seix Barral, 2013.

Jorge Luis Borges, la ironía metafísica, de Fernando Savater, Ed. Omega, 2002.

Notas de prensa. 1980-1984, de Gabriel García Márquez, Editorial Sudamericana, 1991.

Días felices en Argüelles, de Francisco Umbral, Ed. Planeta, 2005.

LARRA. BIOGRAFÍA DE UN HOMBRE DESESPERADOGente Tóxica, de Bernardo Stamateas, 2011

Autoboicot, de Bernardo Stamateas, Ed. Planeta, 2008

Diarios, de Iñaki Uriarte, Pepitas de calabaza ed., 2010

Diarios II, de Iñaki Uriarte, Pepitas de calabaza ed., 2011.

Larra. Biografía de un hombre desesperado, de Jesús Miranda de Larra, Ed. Aguilar, 2009.

SI NO SIEMPRE ENTENDIDOS, SIEMPRE ABIERTOS

 Trilogía de Auschwitz, de Primo Levi, Ed. El Aleph, (Relecturas)

Las 48 leyes del poder, de Robert Greene, Editorial Atlántida, 1999. (Relecturas)

Artículos, de Mariano José de Larra, Ed. Planeta, 1964. Edición de Carlos Seco Serrano. (Relecturas)

 EN PROCESO

 Articuentos completos, de Juan José Millás, Ed. Seix Barral, 2011.

El anarquista que se llamaba como yo, de Pablo Martín Sánchez, Círculo de lectores, 2013.

IMPRESIONES. JUGANDO A LA CRÍTICA CRÍTICA: 

  1. Veintidós años después de haberlo leído por primera vez, me sigue fascinando Larra, como hombre y como escritor. Sin duda es nuestro clásico más actual. No sé de ningún escritor en español cuya obra periodística sea comparable a la de él.
  2. Me sorprende que Julio Ramón Ribeyro no sea más reverenciado en los sagrados altares de la Literatura Hispanoamericana.
  3. Después de este año, Lydia Davis es muchísimo más que la ex de Paul Auster.
  4. Los libros de autoayuda me siguen pareciendo muy divertidos e inspiradores. Continuaré frecuentándolos.
  5. Será considerada literatura juvenil, pero la trilogía de Los juegos del hambre me parece una distopía a la altura de 1984 y Un mundo feliz.
  6. No exagero si digo que José Carlos Fernandes, el autor de La peor banda del mundo, es el António Lobo Antunes del mundo del cómic.
  7. La serie Asesino de Jacamon y Matz es “una obra maestra total, absoluta y definitiva”.
  8. Propongo incluir el Todo lo que era solido, de Muñoz Molina, en el listado de libros de lectura obligatoria para el Bachillerato. Casi da lo mismo la asignatura en la que se incluya, ayudaría muchísimo a la formación intelectual de personas decentes.
  9. Los Diarios de Uriarte me parecen casi tan buenos como dicen todos.
  10. Con el celebrado libro de Laurent Binet, HHhH, me pasa lo mismo que con los libros de Milan Kundera, con la excepción de La Broma, que sí me parece un novelón; están a medio camino entre una novela fallida y un fascinante y originalísimo ensayo. Binet, en concreto, aún habiéndome interesado mucho su libro, pienso que se quedó en las anotaciones previas a la novela, probablemente por hartazgo o impaciencia. Tratando de saber algo más sobre el escritor, recuerdo que en su día me llamaron poderosamente la atención, por pretenciosas, unas declaraciones suyas que leí por ahí; venía a decir que con su manera de novelar había intentado una alternativa a la novela histórica. Si es así, se trata de una intentona fallida.

Pequeñas obras maestras

Todos los años, desde que soy profesor, les propongo a mis alumnos un taller de microcuentos. Lo considero un buen ejercicio, una manera rápida y fácil de que escriban algo que les apetezca sin demasiadas complicaciones ni exigencias. Y sin pretensiones de ningún tipo, que es, en definitiva, como voy comprendiendo que salen bien las cosas. Lo mismo algún día me da por traer a estas páginas el sistema que aplico para ello, las instrucciones que les doy, las mínimas herramientas que se utilizan. Pero ahora no me quiero distraer con eso, porque no viene al caso.

 Lo que me apetece contar es que todos los años salen dos o tres microcuentos que me fascinan. Y aún más: que me deslumbran encantándome, de una manera que me hace sentir orgulloso y que durante un tiempo, no demasiado, hace que se me olviden algunos sinsabores diarios, el que dejan en la boca los sapos que nos comemos cada día todos los que nos dedicamos a este oficio.

 No sé cuántos microcuentos de alumnos tendré ya en mis archivos, nunca me ha dado por contarlos, pero sin duda son muchos. Algunos, malísimos; bastantes de ellos, regulares; pero otros, y no pocos, muy buenos, entre los que destacan dos o tres, o cuatro o cinco, o quizás más, que directamente me parecen  pequeñas genialidades, y hasta obras maestras de la literatura espontánea sin engreimiento. Y que me atrevo a comparar con lo mejor de un Monterroso, de un Max Aub, de una Luisa Valenzuela o de una Lydia Davis, por nombrar a cuatro de los autores que más me gustan en este terreno y mantener la paridad, dos hombres y dos mujeres.

 Es un género que me interesa especialmente, muy de moda en nuestra época. Pero también muy maltratado. Maltratado por algunos de sus más fervientes cultivadores, que los producen en serie, como churros; una aberración que comparte con el haiku y con determinada poesía de franquicia, que ni es haiku ni es poesía. Pues igual. Hay quienes todos los días se levantan y cometen dos o tres microcuentos, o algo que ellos dicen que es un microcuento. Y quien dice un microcuento dice un haiku o un poema. Y no es eso, claro. Pero tampoco me apetece deslizarme por el tobogán de la crítica literaria, que siempre pringa.

 Todo lo dicho hasta ahora no es más que un pretexto. En realidad lo que me propongo es colgar aquí tres de las mejores minificciones perpetradas por mis alumnos. Sucede que hoy he vuelto a revisar mis archivos y me he topado de nuevo con ellos, y resulta que me siguen gustando, más que antes, incluso.

 El primero de ellos, titulado Mi pata de jamón, lo escribió José Temblador, un alumno de 3º de ESO que no hacía absolutamente nada en clase, ni siquiera tomarse la molestia de abrir el cuaderno. Los exámenes siempre los dejaba en blanco. Supongo que no estaba suficientemente motivado. Se sentaba al final y se ponía a observar en silencio lo que ocurría a su alrededor, como si la cosa no fuera con él. Pero que no se te ocurriera tratar de motivarlo, porque la podía liar parda. Creo que este fue el único ejercicio que conseguí que hiciera en todo el año. Y además lo hizo en cinco minutos, lo que aumentó mi asombro. No sabría decir muy bien cómo ocurrió la cosa, pero de repente se incorporó en su silla, sacó el cuaderno y me dijo: “Agustín, esto sí lo voy a hacer”. Y lo hizo. Y mereció la pena.

 El segundo, titulado Una cena desagradable, me parece una pequeña joya del género fantástico. Lo hizo en clase Marta Moreno, de 2º de ESO, una alumna aplicada, bajita e introvertida, una de esas chicas que prefieren pasar desapercibidas por temor a destacar demasiado en un ambiente que puede resultarles hostil a poco que se descuiden. Fui su tutor en mi primer año de docencia, pero solo durante unos meses, de Septiembre a Febrero, si mal no recuerdo. Su padre pertenecía al cuerpo diplomático y fue destinado a Casablanca mediado el curso. Hace unos meses me la encontré en una librería y tuvo el desparpajo de saludarme. Fue ella la que inició la conversación; yo no la hubiera reconocido. Es increíble lo que cambian los alumnos de uno en tan solo seis o siete años. Ahora estudia medicina.

 El tercero, La bruja de mi madre, es de Adrián Ojeda, también de 2º de ESO, una de las mejores cabezas a las que le he dado clase. Curioso, lúcido, inquieto, inteligentísimo. Recuerdo que con él y con otros tres alumnos me atreví a participar aquel año en el concurso Es de Libros, con un trabajo sobre El Principito, que quedó muy bien aunque no llegáramos a ganar nada. A final de curso me regaló una figurita del Principito hecho con barro refractario que había mandado hacer para mí; una pieza única que tengo como oro en paño entre mi colección de fetiches. Nunca más lo he vuelto a ver, pero hace poco supe de él por un email que me envío otra antigua alumna, Cristina Benítez, que ahora es su novia. Me escribía porque se había acordado de mí hablando con su tía que, por esas cosas que pasan, resulta que es una de las limpiadoras del instituto en el que trabajo, y quería saludarme. “¿Te acuerdas de Adrián Ojeda?”, me pregunta, “Pues ahora somos novios y llevamos ya 3 años juntos. Él aprobó la selectividad el año pasado y ayer mismo acabó su primer año universitario estudiando Ingeniería Aeroespacial, estamos a la espera de alguna nota pero yo creo que las aprobará todas”. No sabe cuánto me alegro.

* * *

 MI PATA DE JAMÓN

 Era un día muy feliz para mí. Me  encontraba en el campo con mis amigos cuando me cogieron mis dueños y me metieron en un camión. No sabía adónde iba, pero cuando me di cuenta estaba en un matadero.

Me colocaron en una mesa y me arrancaron la pierna de cuajo. Yo grité:

-¡Dios! ¡Mi pierna!

Luego morí, pero se llevaron mi pata a unos grandes almacenes, la convirtieron en un gran jamón ibérico y triunfé por todo el mundo con mi sabor.

 José Temblador Márquez

 * * *

 UNA CENA DESAGRADABLE

 En la casa de los Rodríguez era un día especial porque estaba reunida toda la familia disfrutando de una cena.

De repente, la niña más pequeña de la familia, de unos cinco años de edad, dijo:

-Mi hermano se acaba de matar.

Se hizo un silencio. Cuando al fin reaccionaron le dijeron a la niña que no dijera tonterías y la sacaron del salón para calmarla y preguntarle por qué había dicho eso.

A la media hora sonó el teléfono. Era la policía. Habían encontrado a su hijo muerto en un accidente de coche.

Marta Moreno Martínez

 * * *

 LA BRUJA DE MI MADRE

Aunque ella me obligaba a llamarla mamá, siempre pensé que había sido adoptado por aquella bruja.

 Mis hermanos y yo le teníamos miedo; más que miedo, pavor. Era horrorosamente fea: desde su estropajoso pelo hasta sus encallecidos pies y más vieja que Matusalén. Pero lo peor de ella era su espantosa risa diabólica. Cada vez que se reía se nos helaba la sangre y se nos erizaban los pelos. Aquella risa nos perforaba los tímpanos y retumbaba en nuestras mentes durante horas.

 Nos obligaba a hacer toda clase de trabajos forzados, pero lo peor de todo eran las interminables faenas de la casa. Y mientras nosotros realizábamos las tareas del hogar, ella se encerraba sola en su habitación. Durante largas horas todo se quedaba en silencio; sospechábamos que se dedicaba a sus tretas de brujería.

 Cierto día me armé de valor y decidí espiarla. Mientras estaba encerrada en su habitación, entreabrí la puerta silenciosamente y me quedé perplejo al observar que estaba trabajando en el ordenador bajo montañas de papeles.

 Solo cuando me hice mayor lo comprendí todo. Nos obligaba a realizar las tareas de la casa para que estuviéramos preparados para el futuro.

 Adrián Ojeda López

 

 

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