Introducción:

Alrededor de la figura de Al Capone existe un malentendido que conviene aclarar cuanto antes. Hay quienes mantienen la teoría de que Al Capone no puede ser considerado un miembro de la mafia americana, ya que, según ellos, en realidad pertenecería a lo que se conoce como Camorra, un grupo criminal de Nápoles con un origen más antiguo que la Cosa Nostra, la estructurada organización siciliana, hermana mayor de la estadounidense. Sin embargo, como en más de una ocasión se encargaría de aclararles el propio mafioso de Chicago a los periodistas que tenía en nómina, Al Capone no era italiano. Fueron sus padres los que nacieron en Nápoles y posteriormente emigraron a Estados Unidos, pero ni siquiera ellos tuvieron vínculo alguno con la Camorra.


Al Capone

Al Capone - Chicago

Alphonse Capone nació el 17 de enero de 1899 en Brooklyn, Nueva York, en el barrio de Williamsburg, y más exactamente en una casa que hacía esquina con las calles Tillary y Lawrence. Pertenecía, por tanto, a la primera generación de italoamericanos que tenían en muy alta consideración el ser estadounidenses, condición que a nuestro hombre lo llenaba de orgullo patrio. Y fue en su ciudad natal donde Capone inició su carrera delictiva dentro de la banda de gánsteres que Johnny Torrio dirigía. Fue el cerebro privilegiado de Torrio el primero en advertir las especiales aptitudes que el joven Capone mostraba para el crimen organizado, razón por la cual, cuando años más tarde trasladara sus negocios a Chicago para formar parte de la familia de Jim Colosimo, llamaría al discípulo de Nueva York a sus filas en la nueva organización. Más tarde, ante el atentado sufrido el 24 de enero de 1925, Torrio decidiría dejarle todo su imperio a Capone, quien se convirtió de esta manera en el tercer jefe de la poderosa familia de Chicago, más conocida como El Equipo dentro de la compleja estructura jerarquizada de la Cosa Nostra.

Solo un año más tarde, en 1926, Al Capone era ya el todopoderoso emperador del Crimen Organizado de la ciudad de Chicago, cuyo destino dirigía desde la planta 22 del Hotel Hawthorne de Cicero, su cuartel general y la guarida del peligroso grupo de asesinos fieles que lideraba: Jack McGurn, James DeAmato, Claude Maddox, Jake Guzik, Dan Seritella, Tony Capezio, Shorty Campagna, Charles Fischetti, Frank Nitti y Tony Accardo. Estos dos últimos serían, al cabo, los herederos de la familia. El caso de Tony Accardo es especialmente relevante, pues con el paso del tiempo se convertiría en uno de los hombres con más influencia dentro de la Cosa Nostra. Accardo sería, también, el Padrino que en 1946 concedería una última oportunidad a Bugsy Siegel.

Aunque Al Capone ha pasado a la historia, justamente, como un hombre violento y megalómano, no debemos considerarlo como un vulgar asesino, pues dentro del crimen organizado fue un cráneo privilegiado que, en Chicago, alcanzó los mismos niveles de organización que Lucky Luciano en la ciudad de Nueva York. De hecho, el 11 de enero de 1927, cuando la célebre Comisión de Luciano no era todavía ni siquiera un sueño en su cabeza, Al Capone convocó la primera gran cumbre de la Mafia de Chicago con el fin de conseguir una paz entre las distintas bandas de criminales. La idea de establecer una “paz en los negocios” regida por normas internas, ya la tuvo Capone varios años antes que Lucky Luciano. De aquella primera reunión en el Hotel Sherman de Chicago saldría el documento que se conoce con el nombre de “Las Cinco Reglas”, y que no es más que un estatuto de cinco normas básicas que todos debían aceptar para evitar los alborotos en las calles. Al Capone sabía, por Johnny Torrio, que “solo con la paz se hacen buenos negocios”.


El enemigo público número uno

Al Capone - wanted

Desde el principio de su reinado demostró una especial habilidad para sobornar policías, jueces y jurados, además de a unos doscientos periodistas a los que tenía en nómina y que le montaban espectaculares campañas de propaganda. Algunos de los célebres títulos que obtuvo en vida, como “El Rey del Hampa” o “El enemigo público número uno”, responden en parte al propósito exhibicionista de Capone, al que le encantaba verse en los papeles como protagonista de lo que él consideraba “buenas historias”. Quizá este rasgo sea lo que en verdad lo diferencia del genio criminal de Luciano, que siempre quiso pasar desapercibido, como un hombre en la sombra que maneja el destino del crimen organizado en Estados Unidos. Por el contrario, Al Capone buscó ser una estrella del crimen que actúa a plena luz del día, un burlador de la justicia que a la vez que controlaba el contrabando de licores, el negocio de la prostitución o los espléndidos beneficios obtenidos del juego, era capaz de concederle una entrevista a un periodista tras haber dado un importante donativo a la beneficencia. No deja de resultar significativo que la primera cumbre de la Mafia de Chicago se celebrara en el hotel más cercano al Ayuntamiento de la ciudad y al cuartel de la Policía.

No obstante, el reinado de Al Capone solo duraría seis años. Pero en esos seis años protagonizó algunos de los episodios más célebres y conocidos de la historia de la Cosa Nostra estadounidense: el asesinato de Frankie Yale, el exterminio de las bandas de irlandeses, la muerte de Earl Weiss y, sobre todo, la “Matanza del Día de San Valentín”.

Ahora bien, la Casa Blanca orquestó el acoso y derribó a la organización de Capone y en 1931 llegó su ansiado final. Todo comenzó cuando el presidente Calvin Coolidge nombró fiscal del Distrito Norte de Illinois a George Johnson, quien formó equipo y aunó esfuerzos con Eliott Ness, del Departamento de Justicia, y Arthur Madden, del IRS, el servicio interno de recaudación de impuestos, que acabarían revelándose como sus peores enemigos. En 1929 se complicarían aún más las cosas. El nuevo presidente de Estados Unidos, Herbert Hoover, llegó dispuesto a acabar con Al Capone y con la “Ley Seca”. Y así fue. El 12 de enero de 1931, gracias a las pruebas aportadas por Eliott Ness y sus hombres, Al Capone fue condenado a once años de prisión por impago de impuestos entre 1924 y 1929. Se le recluyó en la prisión federal de Atlanta y posteriormente en Alcatraz, donde años después, ante los evidentes signos de demencia que mostraba, le diagnosticaron como enfermo de sífilis, dolencia que le había ido consumiendo el cerebro. Cuando en 1939, convertido apenas en una sombra de lo que había sido, salió finalmente de la cárcel, se retiró a Palm Beach, donde moriría el 25 de enero de 1947 con tan solo 48 años.


El asesinato de Frankie Yale

Frankie Yale

Frankie Yale había sido, durante las dos primeras décadas del siglo XX, uno de los más importantes dirigentes de la organización de Giuseppe Battista Balsamo. Pero después de la guerra entre La Mano Negra de Balsamo y La Mano Blanca irlandesa de Wild Bill Lovett, el panorama de las bandas criminales de la ciudad de Nueva York había cambiado y ahora Yale controlaba sus propios negocios junto a otros nombres que empezaban a descollar, como Joe Masseria y los hermanos Mangano, que habían heredado la organización de Balsamo.

Los problemas de Frankie Yale con Al Capone comenzaron en 1928, cuando el mafioso neoyorquino inició dos medidas que disgustaron al mafioso de Chicago. La primera de ellas fue tratar de introducir en los negocios de Chicago a los miembros de la Unión Siciliana, grupo surgido tras el desmoronamiento de La Mano Negra en dos clanes. La segunda medida, aún más arriesgada, fue comenzar a fabricar alcohol para su distribución y venta, negocio que estaba controlado por la organización de Capone. La noticia de esta última osadía le llegó a Capone seguida de la muerte de uno de sus hombres, James DeAmato, a quien el Rey del Hampa había mandado a Nueva York para que se enterara de los negocios que se traía entre manos su viejo amigo Yale.

Después de la muerte de DeAmato, Al Capone decidió acabar con la vida del neoyorquino. Para ello envió a Brooklyn a tres de sus hombres más eficaces: Jake Guzik, Dan Seritella y Charles Fischetti, quienes el 1 de julio de 1928, a bordo de un sedán negro, empujaron al vehículo que conducía Frankie Yale fuera de la carretera cerca de la calle 44. Yale, sorprendido por la embestida, apenas pudo reaccionar ni sacar el arma mientras veía cómo los otros bajaban del coche dispuestos a vaciar sobre su cuerpo los cargadores de sus ametralladoras Thompson.


Las “Cinco Reglas” de la Mafia de Chicago

  1. «Todos los miembros de bandas que hayan sido heridos en altercados con otras bandas y que hayan provocado muertes, quedan amnistiados a partir de este mismo momento. Nadie podrá levantar la mano contra ninguno de ellos, sea de la banda que sea.
  2. Todas las bandas aquí representadas renuncian a la violencia en sus disputas con otras bandas. Se establecerá un arbitrio formado por los jefes del resto de bandas no implicadas en la disputa.
  3. Se establece el fin de los “raspados”. Si B desea destruir a A, dirá a C que B está preparando un ataque a A. En un caso como este se establecerá un arbitrio formado por los jefes del resto de bandas no implicadas en la disputa.
  4. No sucederán más invasiones de territorios. En el anexo de este documento quedará bien explícito las zonas de influencia de cada banda.
  5. La violación de alguna de estas normas por parte de un miembro de una banda es la violación de todos sus miembros y de su jefe. Para el resto de jefes la violación cometida por algún miembro de una banda es la violación cometida por el jefe».

    Nota: Con el nombre de “raspado” se conocía a la acción que realizaba un gángster en beneficio de su banda cuando quería enfrentar a otras bandas rivales entre sí.

La muerte de Earl Weiss

Earl Weiss

Earl Weiss fue, junto a Bugs Moran, uno de los principales rivales que Capone tuvo en Chicago. A pesar de carecer de la suficiente fuerza logística como para enfrentarse a él, Earl Weiss estuvo empeñado durante varios años en invadir los territorios de Capone. Pero sin duda su mayor osadía la cometió el 11 de agosto de 1926 acribillando a tiros el coche del Rey del Hampa, que tuvo suerte aquel día de no ir en él. Este intento de asesinato, con la colaboración de Moran, lo llegó a repetir hasta en dos ocasiones, de las que también salió ileso el mafioso de Chicago. Una de ellas tuvo lugar en el Landerback, uno de los locales de juego de Capone; la otra ocurrió en el mismísimo Hotel Hawthorne.

Después de aquello, Capone decidió contestar. El lugar elegido fue el cuartel general de Earl Weiss, que estaba situado en el 738 de la calle State, curiosamente justo encima de la que había sido la tienda de flores de Dinie O’Banion. Ocurrió en la tarde del 11 de octubre de 1926. Tras bajarse de su coche, de camino hacia su cuartel general, Earl Weiss fue acribillado a tiros por los hombres de Capone. Murió en el mismo sitio exacto en el que lo había hecho dos años antes Charles Dion O’Banion.


La Matanza del Día de San Valentín

La llamada “Matanza del Día de San Valentín” es uno de los acontecimientos más espectaculares del gangsterismo de los años 20 en Chicago, y fue la respuesta de Capone a la banda de Bugs Moran, que en los meses anteriores a la masacre había decidido violar varias de las “Cinco Reglas” instituidas en el Hotel Sherman el 11 de enero de 1927. Al parecer, Bugs Moran había asaltado varios camiones de Capone, había operado en territorios que no eran los suyos y había intentado acabar con la vida del jefe de una banda rival.

Los hechos tuvieron lugar en la mañana del 14 de febrero de 1929 en el garaje del número 2122 de la calle North Clark, cuartel general de Bugs Moran.

Aquella mañana, dentro del garaje, se encontraban siete hombres: Frank y Peter Gusemberg, pistoleros de la banda; James Clark, cuñado de Moran; John May, un especialista en robos; Alfred Weishank, asesino; Adam Hyers, contable; y Reinhard Schwimmer, un oftalmólogo que no pertenecía a la banda de Moran, pero que era amigo personal de los Gusemberg y aquel día había decidido pasarse por allí. En aquellos momentos se encontraban esperando al jefe y ultimando los detalles de una operación de contrabando de whisky con cinco camiones que se dirigían hacia Detroit para cargar.

A las diez de la mañana de aquel día un Cadillac negro aparcó junto a la puerta y de él bajaron cuatro hombres, tres de ellos con uniformes del Departamento de la Policía de Chicago, pese a que el Cadillac no llevaba los distintivos habituales de los coches de la policía, aunque sí las sirenas y los altavoces del exterior.

Al ver entrar a quienes creían agentes de la policía, los hombres de Moran no se alteraron; estaban acostumbrados a este tipo de visitas. Al fin y al cabo, a los miembros de las fuerzas del orden también les gustaba echar un trago de vez en cuando.

Sin entrar en detalles sobre las razones de la visita, el que no llevaba uniforme les enseñó la placa y les ordenó que se colocaran frente a la pared, cosa que todos hicieron de mala gana, pero en todo caso sin oponer resistencia.

A continuación, y sin previo aviso, los cuatro hombres desabrocharon sus abrigos y dejaron ver las ametralladoras Thompson que ocultaban. Pocos segundos después, abrieron fuego hasta vaciar los cargadores sobre los siete cuerpos.

La matanza del día de San Valentín


Nota: Después de aquella exhibición de fuerza, la banda de Moran se dispersó y su jefe se dedicó a robar bancos en solitario, lo que le llevaría a la penitenciaria de Leavenworth, donde cumpliría dos condenas de diez años cada una por reincidir en el mismo delito.

Elliot Ness

Dentro de la historia de la Cosa Nostra, Elliot Ness (1902-1957) es en realidad un personaje muy secundario, a pesar de la popularidad de la que goza por ser el responsable del encarcelamiento de Al Capone y por la indiscutible contribución del cine americano en la exaltación de su figura. Con tan sólo veintiséis años, Eliott Ness ocupó la jefatura de una unidad especial en la lucha contra el contrabando de bebidas alcohólicas. En colaboración con un grupo de veinte hombres a los que la prensa denominó Los Intocables, se convirtió en el principal quebradero de cabeza del mafioso de Chicago, al que acabó llevando ante los tribunales en 1931.

Eliot Ness

Tras la abolición de la “Ley Seca”, ocuparía el cargo de director de Salud Pública de la ciudad de Cleveland, y más tarde, durante la II Guerra Mundial, se haría cargo de la dirección de la División de Protección Social de la Oficina de Defensa. Finalizada la contienda, Eliot Ness trabajó en un negocio privado de seguridad hasta que falleció con cincuenta y cuatro años.


Los intocables de Eliot Ness

En 1987, el director de cine Brian de Palma dirigió la película Los Intocables de Elliot Ness, donde Kevin Costner y Robert de Niro dieron vida a los dos personajes principales de la historia; Elliot Ness y Al Capone, respectivamente.


De La Historia del crimen organizado, Agustín Celis Sánchez, Ed. Libsa, 2009